martes, 13 de mayo de 2014

poesía nº 91



Por cuanto pradera solar aflora
a tu culmen y esparce risueña
su espiga altiva; mientras dueña
de cielo y mar y calor que en ti mora,
y la nieve oculta de celos llora;
por cuanto diosa humana tu faz sueña
eterna juventud cual alta peña,
y se ríe del sol que al tiempo la dora.
No te rías de él tanto, hermosa mujer,
que polvo eres y polvo serás,
que él no morirá y tú has de perecer.
Que es perenne y sí fugaz tu don,
que humano eterno no habrá jamás,
que después de Dios no existe el perdón.

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