viernes, 26 de febrero de 2016

citas célebres (271)

Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.
Joan Manuel Serrat (1943-?) Cantautor español.

Yo no bebo agua, los peces fornican en ella.
W. C. Fields (1879-1946) Actor y cómico estadounidense.

Si no plantamos el árbol de la sabiduría cuando jóvenes, no podrá prestarnos su sombra en la vejez.
Conde de Chesterfield (1694-1773) Político y escritor inglés.

miércoles, 24 de febrero de 2016

poesía nº 250

Al dejar de lado todo,
todo lo que quise me ha abandonado.
Buscar la sonrisa una vez más
donde la caricia se quedó sin voz,
muda la piel,
ya no reconoce mi tacto.
No quiero volver a lo de ayer;
duele menos una equivocación inevitable
que un acierto que pudo ser,
porque la esperanza aguanta los fracasos
pero no ver como muere sin intentarlo.
Mirarme en otro espacio diferente.
Serme a mí mismo un espejo de blancura.
Atarme a un prefacio de tu verbo.
Esculpir el epitafio de todo lo que no es nuevo.
¿Me has inscrito en tu registro?
La extrañeza me persigue como exponente al infinito
Y no quiero.
Volver a lo de ayer.
Donde la caricia mudó la piel.
No equivocarme con la esperanza
sin intentarlo de nuevo.
Perderme sin no decirte.
Quiero.

lunes, 22 de febrero de 2016

frases (1)

- ¿Sabes por qué el mundo no tiene solución?
Le dije que no tenía ni idea. Me dijo:
- Porque los sueños de uno son la pesadillas de otro.

Madurar es ver Bob Esponja y estar de acuerdo con Calamardo...

"Los deberes de mi hijo"
No es por fardar pero...
He sacado un 10 en los deberes de lengua de mi hija...

sábado, 20 de febrero de 2016

poesía nº 101

Bebo por beber
y tanto alcohol ingiero
que en mis venas solo tengo
gotas de ese extraño poder.
Alcohol que engrandece
mis delirios soñadores
de dioses y grandes señores
que mi persona no merece.
Bebo hasta reventar,
compañera siempre ella
durmiendo a la vera de la botella
creo empezarla a amar.
Sueños de una droga,
ilusión vana,
despierto al alba del mañana
cuando la muerte por su intento aboga,
intento sutil en forma de bebida insana
que en su interior hilvana
con seda a mi cuello una soga.

lunes, 8 de febrero de 2016

DESÈRTAR (IV PARTE)

¡Si tengo 17 años..! Sí tengo toda la vida, eso dice mi abuelo, y mira que habla poco mi abuelo. Pero cuando habla es como escuchar la sabiduría del tiempo. Tan poco se mueve, que cuando habla parece el despertar de una momia olvidada. Habla poco y se mueve poco. Y mira mucho, mejor dicho, tampoco mira mucho, pero mira como si te hiciese una radiografía, te mantiene la mirada hasta que saca sus conclusiones. Entonces vuelve a su retiro intemporal a la espera de un nuevo amanecer. Amanecer con el vencimento del convencimiento, no con la victoria de la rutina y de la semilla traidora de la duda y la preocupación de un día más, otro día más, todos los otros días más. Más. Más.
¡Más! Quiero saber más. Saber por qué algunas personas se comportan como se comportan, ¿por qué esa actitud tan estúpida? ¿Qué sacan de beneficio? Puedo entender que alguien robe un banco. Te llevas la pasta y a vivir. Pero tener a alguien como un jilguero en un cuarto oscuro... ¿para qué? ¿Qué beneficio saca él cortándome las alas? ¿No es más hermoso tener una paloma que vuela y que vuelve a contarte lo que el mundo le muestra, a comer de tu mano, a dormir en tu regazo? ¿Por qué? Cuántas más vueltas le doy menos lo entiendo. Él sí, lo entiende todo. Es infalible, como Dios. El dios de mi religión. Una religión que he elegido pero que me empieza a dejar de convencer. Convencer. Vencer. Ven... Como el día que me dijo que tenía prisa y tuve que dejarlo todo porque él es así. ¡Ven! ¡Ven! Parecía que se iba a quemar el mundo, o explotar, ¡o yo qué sé! Cuando de él se trata, todo es, como dice el jefe mi madre, para ayer.
Y total, para una tontería. Su tontería. Un día de éstos me cansaré de sus tonterías y lo mandaré a la mierda. A la mierda más mierdosa... pero no es fácil. Primero porque me quiere, siempre me lo dice, ¡te quiero, te quiero! Cierto es que tiene una forma un tanto peculiar de demostrarlo a veces, pero me quiere. Lo que no me gusta es cómo últimamente me quiere. Quizás cambie y entonces todo vuelva a ser como antes. Tambien porque yo le quiero, creo. Antes sí. Antes pensaba que me moriría si no le veía un día. Y no lo veía todos los días. Él no podía. El entrenamiento del equipo de fútbol, sus amigos. Eso sí, hacía lo imposible por estar conmigo. Y se notaba. Todavía recuerdo cuando llegaba, recien duchado y con ese perfume de primavera. Parecía Superman. Pero sin los calzoncillos por fuera. Mi superhombre. Un chico que ya se estaba haciendo hombre y quería demostrárselo al mundo entero. Que el mundo supiera que él estaba
ahí, y estaba para comérselo. ¡Cómo cambian las cosas en dos años! Porque... ¿Cuándo cambió? ¿Cuándo empezó a cambiar todo? ¿En que punto del camino se torció la estrella para hacerme una estrellada? ¿Dónde? ¿Es posible saberlo? Quizás siempre fue así, y entonces no me daba cuenta como me doy ahora. Es lo que tiene el amor, que te vuelve tan ciega como dos botellas de whisky pá desayunar. Y esa es otra, antes salíamos de fiesta, antes de lo de nuestro “nidito de amor”. Y sí, lo confieso, que tampoco es pecado, me gustaba beber un poco y ponerme un poco “contentilla”, no mucho, que yo nunca he sido de esas que se beben un barril entero. Y entonces, en ese momento, le abrazaba fuerte, muy fuerte, y ponía la cabeza en su pecho, y su pecho era una almohada donde poder dormir un sueño maravilloso y eterno. Él me miraba, con sonrisa ¿cómo se dice...? condescendiente, qué palabra tan curiosa, acariciaba mi pelo con sus dedos
y el mundo ya se podía teminar ahí, que para mí, no podía haber mayor momento de felicidad. Felicidad. Qué bonito nombre... Como Aurora. Como Esperanza. Y no como Soledad. O Angustias. ¡Dolores!. Seguro que un día de estos alguien pone a su hija de nombre Eutanasia. Como dice mi madre, en el mundo hay gente para todo. Todo el mundo... tan grande y tan pequeño. Ahora ya no bebo. Desde que él no bebe, por lo menos cuando está conmigo, yo tampoco. De hecho, cuando vamos a tomar algo, que suele ser contadicas veces ya, va directamente a la barra y pide por los dos. Sin ni siquiera preguntarme qué quiero. Como desde que trabaja paga todo él... Vale que sabe lo que me gusta. Pero ¿y si quiero otra cosa? Imaginate que quiero... un té rojo de Ceilan, que yo nunca tomo té, casi nunca, simplemente por probarlo, mi abuela lo toma, y eso que no sabe ni dónde está Ceilan, yo tampoco, pero que me apetece porque a mi abuela le gusta mucho y mi abuela tiene buen gusto, ¿qué hago yo con la Coca-cola light que siempre me saca? Porque no sabe igual. No sabe igual. La Light es más sosina. Como un huevo frito sin sal. Como un bar sin música. Pero claro, él quiere a su chica guapa preciosa linda de la muerte, no sea que engorde 100 gramos y ya no apetezca tanto follársela. ¡Si el sexo está en la cabeza! Eso dicen las feas. Y ahora que lo pienso, alguna que tampoco es fea, que un día se lo oí decir en la tele a una mujer muy guapa que era sexóloga, que había estudiado eso en la universidad, y que como decía ella, el coche importa, pero lo que importa es lo que sepa hacer el conductor con él. Esa comparación me gustó. Está bien tener un Ferrari, pero suele costar demasiado esfuerzo tenerlo. Y yo no quiero ser un Ferrari. Quiero ser un coche que ande bien y que vaya a todas partes. Con un conductor que me trate bien, me cuide, y no rompa el motor, ni pinche las ruedas. Rodar. Como una piedra rodante por un río con ríada, incapaz de poder girar y salir a la orilla más cercana. Meter la pata. Fumarse un peta. El oído que pita. De la arcada a la pota. Y el oficio más antiguo del mundo , el de puta. Me gusta hacer juegos de palabras. Buscarle las cosquillas a las letras, meterlas como en una batidora y darle vueltas, a ver que sale. Pero a él no le hacen gracia. Dice que son tonterías. ¡Tontería es que te pongan una multa por ir al doble de velocidad a la que puedes ir y después trabajar más de un mes entero para tener que pagarla! ¡Eso es tontería! Pero hacer juegos de palabras... Al principio jugamos alguna vez, pero como también le ganaba, se enfadó, dijo que era una estupidez y no volvimos a hacerlo. Así que ahora solo hago juegos de palabras en mi cabeza. ¡Cómo si tuviese pocas cosas dentro de ella! Lo que tengo que empezar es a sacarlas. Con la cabeza bien ordenada el corazón corazoncito se vuelve amplio e infinito. ¿o es al revés? Tener el corazón ordenado para que la cabeza furrule mejor. Al ordenador le pasa lo mismo, si tiene muchas cosas va más lento y a veces se atasca. Soltar mierda para andar más ligero. Si él supiera todo esto no necesitaría ordenar la cabeza porque me la cortaba directamente. ¡Zas! Así, de un tajo. Figuradamente claro. Espero. Porque éste es capaz de soltarme una hostia, que un par de veces casi me suelta un guantazo, y todavía doy gracias a Dios que se paró en el último momento, porque sus ojos ya estaban más fuera que dentro de su cara. ¡Qué miedo pasé1 Eso si que es miedo, y no lo que te producen las pelis esas japonesas de fantasmas. Quizás me las tenía ganadas, no lo sé. Según él sí. Entonces le creí, porque como siempre habla con esa seguridad que parece imposible que se equivoque ni una miaja, que hasta le pedí mil veces perdón, con lágrimas en los ojos, más de miedo que de otra cosa. Lo más curioso es que no sé cuál fue el motivo exactamente. Creo que fue porque se pensó que me reía de él mientras hablaba con un chico del instituto. Cosa que no era cierta. Desde entonces hablo menos, sobre todo desde que viene casi todos los días con su coche a la puerta. Ahora miro más tarde la puerta. No quiero cruzar mi mirada con la suya y ya no tenga opción de seguir “¿distertando?” con mis compañeros. Aunque tampoco quiero meterlos en un lío, después de lo de aquel día... Esto es una mierda... Estoy hecha un lio. Pero sobretodo estoy triste. Una tristeza muy grande, superaburrida. Y no me gusta aburrirme. Aburrirse es una pérdida de tiempo. Dice mi abuelo que solo te das cuenta del tiempo que has perdido cuando eres viejo. Entonces ya no tiene remedio. Pues yo creo que estoy perdiendo el tiempo, y además me doy cuenta de ello. Quiźas me esté haciendo vieja antes de tiempo. Se me caerán las tetas y el culo cogerá forma de tortilla. Después él me dejará porque el trofeo ya no es tan bonito, cogerá otro trofeo y a mí ya no me querrá nadie. ¡Nooo! ¡Por Dios!, y por Hello Kitty. La Kitty, con lo que la quiero yo. Desde pequeña conmigo, como para que ahora me venga el tío este y me diga que eso tambien es de crías. ¡Pues que sepa que ya llevaba muchos años conmigo antes de que él apareciese en mi vida! Mira que le mando a la porra y me quedo con la Kitty, que ésta no me da disgustos y siempre me sonríe. Bueno, no sonríe, pero mira tan dulce... Eso es lo que necesito. Dulzura a mi lado, que desde que no tomo azúcar mi vida es amarga tanto por dentro como por fuera. ¿Sé podrá vivir una vida entera así? ¿Habrá gente que lo haga? ¿Y si este tío es de los que después se vuelven locos del todo y me tiene medio secuestrada, y encima me pega? Con lo poco que me gusta el dolor. Le tengo alergia. Cuando me rompí el brazo con la bicicleta pensaba que me moría de dolor... ¡No!
Eso tampoco. No quiero más cosas que duelan. Y si tienen que doler, que sea porque ha pasado así y hay que aguantarse, no porque yo lo he elegido. ¡Que parezco masoquista! Claro, al principo, y después, pero ahora... ese es el problema. Siendo el ahora lo que vivo pienso más en el antes y en el después. Así vamos mal... Un día le pregunté de qué material estaban hechos los sueños, lo había oído en una peli que nos pusieron en clase. Me miró, ni siquiera sonrió, y aceleró. Yo le dije que después de pensarlo bien creía que de felicidad. Él me dijo que de sufrimiento. Si mi sueño es estar con él ¿el camino es el sufrimiento? Si dicen que sin dolor no se puede amar de verdad ¿ésto es lo que me espera? ¿Sin azúcar, sin poder correr, sin estudios, sin amigos, sin piscina? Una vida aburrida para evitar el miedo. Una vida sin mí para ser él sin ser nosotros. Niditos de amor con polluelos alrededor esperando a que vuelva el gallo de pasar el día al sol, y yo gallina, a la sombra. Pareceré la gallina blanca, que le da sabor a todas las vidas menos a la suya propia. Un “¿sucedáneo?” de vida. Una sombra de vida. Una vida sin vida. ¡Joder! ¡prefiero morir...! ¡No! Soy demasiado joven para eso. No me apetece. Pero está claro que algo he hecho mal cuando estoy contándole mis problemas a una muñeca porque no tengo a nadie más que contárselos. ¿Y tú qué piensas, muñeca? ¿Qué debo de hacer? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué quiero?¿Qué es lo que me conviene? Si me contase esta historia una persona desconocida sabría perfectamente la respuesta. ¡Pero a veces es tán difícil tener que tomar una decisión! ¿Por qué hay que tomar decisiones? Supongo que al final en eso consiste madurar. ¡Pués sé de una que se va a caer de un árbol que yo me sé, por madura! A ver si le hace gracia el chiste... ¿Por qué? ¿Dónde empezó todo? Si mi prima no se hubiese puesto enferma de repente cuando íbamos a correr yo no hubiese ido de fiesta, y no lo hubiese conocido. ¡Estaba tan guapo! Me miro con esa mirada derritehielos que pone y que me deja tan tontina. ¡Cómo para decir que no...! En él empieza todo, y en él termina todo. Él es el mapa de mi vida. Un mapa de pasos cada vez más cortos y círculos concéntricos más pequeños. Un mapa de un juego que no me gusta. Quiero correr, comerme bocadillos de chorizo con nocilla. Quiero ir a la piscina sin sentirme rara, un otoño con ocres y una mañana con una sonrisa. No soy yo por ser él, y se olvidó el nosotros. Yo quiero el nosotros. Pero con otro. No sé con quién, pero ésto no es lo que yo quiero... ¿Tan difícil es dejar a una persona? Es la primera vez.... ¿Cómo se lo tomará? Seguro que le dan ganas de matarme. Espero que no lo haga. Habla mucho, pero luego... Lo que está claro que esto no puede seguir así. Esto no es vida. Porque si ésto es a los
17 ¿Cómo será a los 25? ¿Y a los 40? ¿Qué puedo esperar de una vida así? Que el guapo de guapolandia siga su camino y yo el mío, no están hechas las margaritas pa los marranos, ni los peines para los calvos. Que se busque otra florecilla para su nidito, que yo ya me clavé todas sus espinas. Quiero escribir poesía e inventar juegos de palabras. Quiero otro abrazo de terciopelo para coser mi corazón roto. Quiero ser otra vez yo. Tampoco pido tanto. ¡Azúcar! que estoy amargada por dentro y por fuera. Una amargura que perdura hasta la tortura. ¡Qué locura! Qué verdad tan dura. Y que poesía más mala... es para darme sepultura. Mira, una sonrisa... con lo fácil que parece sonreír a veces. Y otras casi imposible. Una simple sonrisa sincera. Como una vela gastada, sin-cera. Nadie que me quiera puede cortarme las alas si quiero volar. Si no acabaré volando cuando estalle. Y estallar está mal, pero no estallar peor. Mi madre dice que más vale una vez roja que cien veces amarilla. Pues tendré que cambiar la luz del semáforo. Que por aquí no se pasa más. Cortado por peligro de explosión. Que la vaquica ya no da más leche. Que ni todo el monte es orégano, ni se puede sacar de donde no hay, y mejor sola que mal acompañada. Lo nuestro esta agotaito, como yo. ¿Dónde habrá una playa donde perderme de él, de todo? Un sitio sin cobertura ni internet, donde los jabalis se coman las lechugas de la huerta. Un lugar donde vuelva a ser yo. Tengo que dejarlo, aunque deje la mitad de mi corazón con él. Él. ¿Él lo haría? ¡Quién sabe! Pero prefiero un corazón más pequeño y limpio que una calabaza por corazón. ¡Tanto corazón! Más cabeza y menos corazón. Una empieza, así, sin más, sin cabeza, y termina sin cabeza ni brazos ni pies. Sujeta a una estaca, como una mula. Y así de, ¿se dice “terca”? puedo ser yo, puedo comerme la alfalfa para que el burro muera de hambre.
Todo el mundo tiene un precio y un valor, y el mío está saliendo barato. Merezco algo más, por lo menos poder vivir mi vida, no la vida de los otros. Que yo sepa en mi DNI sigue poniendo mi nombre, no el suyo. Y la fotografía es mía. Alguien que no me de miedo. ¡Eso pá las pelis japonesas! Alguien que me de la ilusión de tirar p'alante, porque pá trás ya tengo yo bastante... Cuando mi amiga se entere flipará. Seguro que no se lo espera. Piensa que somos una pareja cuasiperfecta. Ella siempre me dice que le encantaría tener un novio así, guapo, simpático, protector. ¡Ya tiene al suyo...! Que tenga cuidado con lo que desea, porque a veces los deseos se convierten en realidad, y no ser como uno los imaginaba. Lástima que no se lo pueda decir personalmente. Una vez cortada la cuerda todo se va a la mierda. Borrón y cuenta nueva. ¡Borrón... cómo si se pudiera borrar! Arrancar la hoja del cuaderno, que todavía me quedan muchas en
blanco.... Hablo de él en pasado, y mañana le veré como todos los días, a la puerta del insti. Con su coche modelo lata sardina, encima resfriada, para llevarme a esa cárcel de sofás y pelis a pasar la tarde. Yo mañana quiero pasear. Un paseo largo bajo el sol. Han dicho que va a hacer bueno... Necesito aire. Respirar. Un poco de oxígeno. Una miaja, ¡no! ¡un cacho supermegagrande de libertad. Mi cacho. Que para algo es mío.... ¿Qué pasara después? No digo mañana, que puede ser, o no, pero después, al cabo de los días. Me querrá convencer de que sigamos juntos. Sabe que todavía le quiero. Y también sabe que le tengo miedo, por lo menos un poco. ¿Y si me dice que va a cambiar? ¿Y si me pide una oportunidad,? ¿Y si me la exige? ¿Eso se puede exigir? ¡Con lo poco que le gusta que le lleven la contraria! Se va a volver loco. Mejor decírselo fuera del piso, en un bar o algo así. Si no, éste es capaz de cualquier cosa. Espero que
no, pero “nunca se sabe, por mi seguridad, que las chicas como yo mejor que vayan seguras por la vida, por si pasa algo, que no va a pasar, pero por si pasa”. ¿Cómo he podido llegar a ésto..? ¿Seré capaz de decírselo? ¿Cuándo se lo digo? Cuanto antes mejor, tomada la decisión lo demás es tontería. Dicen que lo breve bueno, dos veces bueno... Flipará. Me parece que ni se lo imagina. La verdad, yo tampoco. Hasta que no lo haga no me lo creo. Y pensar que me veía con él viejecitos, cogidos de la mano, con nuestros hijos y nietos, en una casita blanca cerca del mar. Tanto pensar en cosas que después no suceden. Qué manera de complicarnos la existencia. No me vuelvo a enamorar en la puta vida. Si pillo a Walt Disney lo mato por cabrón, no se puede jugar así con los sentimientos de las niñas, que después crecemos y resulta muy frustrante ver lo tíos que hay por ahí. Mejor la Kitty, que nunca decepciona. Hace lo que dice mi abuelo,
oír, ver y callar. Así le va de bien. Pero a mí, lo mismo, me va lo contrario, porque callando siempre solo he conseguido quedarme sin voz. Sin sonido. Como la letra H, que la gente solo se acuerda de ella cuando se olvidan de si está. Qué cosa más triste. Yo no soy como la Bella Durmiente. No necesito a un guaperas de morros finos que me venga a despertar a un mundo multicolor de magia y fantasía. Si quiero algo magico me busco a alguien muy majo que me haga sentir esa cosina aquí dentro, como los pica-pica, pero sin pica-pica. Una cosa que no siento hace tiempo. Ese run run donde la teta izquierda, en mi corazón....A este paso no me voy a dormir, y mañana tengo que estar descansada. Si no, me costará mucho decirle lo que le tengo que decir. El sol no debe tardar mucho en salir... todavía puedo dormir un par de horas. Un nuevo sol para un nuevo día. ¿Qué estará haciendo él? Estará durmiendo, soñando a saber qué, sin saber que
mañana será un día que nunca olvidará. O sí. Yo por lo menos no. Mejor no saber ni la fecha, que después la buena memoria te hace acordarte en los aniversarios. Eso dice mi abuela. Pero sin memoria ¿qué nos queda? Ni siquiera el consuelo de haber aprendido del fallo. No me gustaría volver a cometer esta misma equivocación. Si me equivoco que sea jugando a la ajedrez, que me da igual, pero no echándome de novio a un tío que se empeña en hacerme más pequeña cada día, anotar minuto y resultado de cada movimiento que hago, y que, sin darme cuenta, terminará por meterme dentro de un armario y sacarme cuando conjunte bien con su camisa. Debiéramos ser más transparentes. Yo hubiera sabido cómo era él, y él quizás, al saber lo que yo sentía, hubiese cambiado a mejor, y no a peor.. ¡Bah, éste no tiene remedio! Quien lechón nace, marrano muere. No se puede tratar así a las personas. No se puede vestir con buenos modales y palabras
bonitas cosas feas. Eso es engañar. Que me engañen los caleidoscopios y los anuncios de hamburguesas, que siempre parecen más grandes, pero no el “¿arrendatario?” de mi amor. Necesito confiar, porque si no, ¿a quién le voy a contar mis problemas si mis problemas son esa persona?... 17 años. Todavía no puedo beber legalmente y ya me han secuestrado el alma.... Pero ahora tengo la llave. No dejaré que me encierre del todo, mejor salir volando de la jaula antes de que se me olvide volar. O se cierre la puerta para siempre... Me niego. Me niego... Se va a volver loco cuando se lo diga. Como una cabra. Como un cabrón... Éste es capaz de amargarme la vida. Lo primero que voy a hacer es mandar a la mierda el móvil, no me fío una pizquitita así de enana. Si me seguía para regalarme flores, a saber qué hará por despecho... Mejor no pensarlo. Mejor dormir y olvidarse de todo. Que el amanecer me traiga la paz. La Paz, capital de Bolivia.
Gentilicio “paceño”. Y pázueño el que no tengo. No tengo, pero tendré, la libertad. La libertad de hacer todos los juegos de palabras que me de la gana. Pero mejor que hoy, mañana. Mañana... ¿qué queda después del amor, sino la pena? La pena penita pena. De todas maneras, las penas se quitan con las alegrías, y de esas no tengo tantas últimamente. Tampoco pierdo mucho... Porque, realmente ¿qué pierdo? Eso pensaba el otro día ¿qué pierdo? Y me di cuenta de que no perdía nada, nada, más que el tiempo. Todo lo demás ya lo había perdido. La alegría, la ilusión, la paciencia. Sólo el amor no basta. Ni todo el amor del mundo. Al fueguecito hay que echarle leña, si no se apaga, por muy grande que sea la hoguera. ¡Sabré yo cómo se cuidan las cosas! Que para algo voy a ser enfermera. La mejor de todas, porque cuidaré a los demás como me gustaría que me cuidasen a mi. Incluso pincharé a los niños con la aguja sin que pasen
miedo. Miedo no. Mejor una tableta de chocolate con avellanas y un poquito de mermelada de frambuesa... Me tengo que poner en forma. Si no engordaré. Quiero estar radiante. Me quiero mirar al espejo y verme guapetona, ver otra vez a la Aurora que no me engaña al preguntarme que “¿qué tal?” porque la respuesta es “Muy bien”... Voy a apagar la luz, que parece que el sueñecillo se me va escurriendo por la oreja, no sea que se escape otra vez y toda la noche en vela me deje muerta matá. “Todas las noches muero. Todas las mañanas nazco. Y siempre igual... ¿Siempre igual?. ¿cómo sigue...? nunca me acuerdo. En fin, mañana será otro día...

viernes, 5 de febrero de 2016

DESPERTAR (III PARTE)

del Facebook. No me gusta mentir. No me gusta fingir. Pero sobretodo no me gusta que se enfade. Así que miento, y finjo, y mientras tanto voy perdiendo las ganas de reír. ¡Con lo graciosa que yo era! ¡Más payasete..! Era de las que se reía hasta de su sombra. Cuando mi sombra era yo, y no él. Ni la sombra de él. Contaba un chiste y la primera persona que se reía era yo misma. Me daba igual que a los demás no les hiciera gracia, yo misma, con mi prisma, ya tenía bastante. Y los demás, de todas maneras, también se lo solían pasar bien. Ahora ya no. Ya no hay personas que escuchen mis
chistes. Tampoco los cuento. Quizás sea porque estoy madurando. Eso dice él, y cuando las personas maduran dejan de ser tan graciosas. La vida es seria. No se debe de tomar a broma. Pese a que a veces la vida parece una broma. De hecho, mi vida empieza a parecerme una broma, un chiste, pero de los que no tienen gracia. Y este chiste, aunque sea mío, ni siquiera me hace ya gracia ni a mí. Sin embargo, sí que veo por la tele y por youtube gente mayor, incluso vieja, que se ríe mucho. Hay algunos que ganan mucho dinero con eso. Hacen el tonto y encima se forran. De lo que deduzco que tal vez no sea cuestión de madurez, sino de tristeza. Tristeza. Tristeza que te va comiendo poco a poco, como yo las croquetitas de mi madre, comiendo poco a poco mi esperanza y mis ilusiones. Ahora que me doy cuenta, la tristeza me lleva a la pereza. Ya no hago tantas cosas como antes ¿para qué? siempre me dice que es tontería, que tengo que madurar. ¡Qué
manía! Un día de estos maduraré tanto que al final me caeré de un árbol, como una manzana. Mira, un chiste. Cosas que me gustaba hacer. Lo que pasa que a él esas cosas no le gustan, o no las sabe hacer tan bien como yo. Y eso le fastidia. Le jode. Lo percibo. Como salir a correr. Yo antes salía a correr mucho. Me daba sensación de libertad. Y era buena. En atletismo la primera de mi clase. Siempre. Ahora, con eso del coche, y que solo voy de mi casa a la suya, y viceversa, ya no hago nada. ¡Él es el perezoso! Le dije alguna vez de salir a correr, y de hecho, salimos, un par de veces, pero como aguantaba más que él, y encima era más rápida, dejamos de hacerlo. Nunca me dijo que le fastidiara, pero yo sé que sí. No soporta que una mujer le gane en algo. Que le gane en nada. En eso es un poco machista. En eso y en muchas cosas más. ¿Qué culpa tengo yo que no le guste correr? Con el coche sí que le gusta correr. Pero con las zapatillas
no. Yo pienso que tiene más mérito correr con zapatillas que con el coche. Al fin y al cabo, requiere más esfuerzo. Por lo tanto tiene más mérito. Correr con el coche solo es cuestión de bajar más el pie derecho apretando el acelerador. Y de estar más zumbado. Se puede correr, pero no como va él. ¿Acaso le persigue alguien? Si hay prisa lo entiendo, pero si no, ¿para qué correr tanto? Hace poco le pusieron una multa. Cuando le llegó la multa se puso tan rojo de la mala leche que le entró que no podìa ni vocalizar bien. El sueldo de un mes y varios puntos. Ese día fue horrible. No se podía hablar con él del cabreo que tenía. Como una cabra. Como un cabrón. Y encima yo todo el día con él. Estando pero sin estar. Guardando la distancia. Menos a la noche, que me folló como si me quisiera romper. Como si quisiera descargar su odio hacia los demás conmigo. Hasta me dolió. Pero no dije nada. Ese día no. Después pareció que se calmó
algo. Y ya pudimos hablar. Y nos dormimos abrazados. Recuerdo que dormido en mis brazos parecía un niño. Un niño bueno, dulce. Y pese al dolor en la entrepierna, me quedé féliz, tranquila, mirándo su carita tan bonita, y su boca sabor de moka. Por el café. Féliz, porque en ese momento lo sentí mío. Y no yo suya. Me sentí importante. Importante porque era yo quien tenía el control. Hasta me dio pena cerrar los ojos, cuando cansada y si poder aguantar más, me quedé también dormida, deseando meter el momento en el congelardor del frigorífico y conservarlo ahí mucho tiempo. Inalterable. Antes, al principio, había más abrazos de esos, y menos dolor de entrepierna. ¡Con lo que me respetaba! ¡Era todo un caballero, solo le faltaba el caballo! Cuando parecía un príncipe azul y no el pitufo piloto. Si se entera que le he llamado pitufo me mata a fuego lento. Abrazos de esos largos y fuertes, pero sin doler. Sentir unos brazos que parecían
murallas, con la sensación de seguridad que tanto nos gusta a las mujeres. Me lo ha dicho él. Que de eso sabe mucho. A las mujeres nos gusta un hombre que nos diga las cosas y nosotras así lo tenemos más fácil. No tener que pensar mucho. ¿Acaso no era el hombre el cazador, el que traía la carne, el que mataba al león en la selva para que la tribu estuviera a salvo, mientras las mujeres se dedicaban a sus cosas, como cuidar a los niños...? ¡Cómo se nota que no ha estudiado casi nada! ¡Si en la selva no hay leones! Ni ha estudiado ni le gusta leer. Que yo entiendo, porque conozco a alguno, que no ha tenido la suerte de poder estudiar, porque su familia no se lo ha podido permitir y se ha puesto a trabajar, encima por poco dinero. Pero alguno de ellos sí que tienen interés en aprender, y leen, y ven cosas en la tele que les enseñan, como los documentales esos. Aprender cosas es importante, porque si no pareces tonto. Y malo es parecer tonto,
pero peor es serlo. Yo no soy tonta, lo sé. Lo que me ocurre es que comienzo a pensar que quizás algo deba serlo, porque ya empiezo a parecer tonta, y entre parecerlo y serlo, la diferencia a menudo no es tan grande. Tonta por callarme. Tonta por abrirme de patas cuando no quiero. Tonta, porque como dice la madre de Forrest Gump “tonto es el que hace tonterías”. ¿Es tontería estar con él? A veces me lo pregunto. Con todos los chicos que hay en el mundo... Yo lo quiero, eso lo siento en mi corazoncito de terciopelo. Y él me quiere. Lo sé. Me lo dice. Me cuida, me proteje. Pero me gustaba más cómo era antes. Cómo me decía te quiero antes. Cómo me cuidaba antes. Cómo me protegía antes, porque lo de ahora no es proteger, lo de ahora es una cárcel de barrotes invisibles y una puerta cada vez más cerrada. Lo quiero, es cierto. Pero... ¿lo quiero, o lo quería? A veces, cuando me despierto en medio de la noche, cuando el mundo parece
haberse detenido, cuando todo está oscuro y solo escucho el silencio y mi propia respiración, cuando todavía faltan tres horas para que suene el despertador y me diga que tengo que ir al instituto, una voz que sale no sé de donde, pero que yo la oígo, me mete la duda de si lo que siento ahora es verdad, es sincero, o solo el eco de un pasado que me sigue agarrando con una mano para que no me escape. La mente se me va a momentos que vivimos hace tiempo, que no se parecen a los de ahora. El presente se esconde en el pasado, y en el futuro que me imagino no está él. ¿Por qué? ¿Por qué todo es tan complicado? Yo solo quiero ser féliz. ¿Tan difícil es? Después, al cabo de un rato, me vuelvo a dormir, y lo que he pensado se disuelve como si todo hubiese sido un sueño. Un mal sueño. No una pesadilla, pero desde luego no un sueño agradable. Se disuelve, sí, pero algo queda ahí dentro, una semillita pequeñita que al principio se moría a la
salida del sol, como los gremlims de la peli, pero que desde hace unas semanas se quedan y parecen estar echando raices. Y juro por lo que más deseo, que es la paz del mundo, bueno, y que me toque la lotería, que no me gusta nada despertarme con ese pensamiento en la cabeza. Es como empezar el día sucia, con una sensación que raspa, que molesta, y que aunque no es algo horrible, no me permite pensar en cosas más positivas. Me resta energía, me quedo sin ella. Antes también me quedaba sin ella, pero era porque salía a correr hasta que me quedaba como vacía. Estonces paraba y sonreía féliz, porque sabía que había hecho algo bueno, y que me gustaba. En cambio ésto no. No acabo de empezar el día y ya estoy cansada. Y solo por un pensamiento. Solo uno, pero muy grande, con muchas ramitas con muchas hojas, y donde cada hoja es una duda y una preocupación, sobre mi pasado, mi presente, y mi futuro. Mi vida entera. Y claro, con tanto pensamiento
mis notas han bajado. Es que no tengo la cabeza donde la tengo que tener. Mi madre ya me dice que si me pasa algo, que lo de ahora no es normal. Yo le miento, y le digo que no. Pero las madres no son tan tontas como a veces queremos creer. Se pueden hacer las tontas, pero no lo son. Es la persona que mejor me conoce. De hecho, ya me ha preguntado en las últimas semanas acerca de mi relación con él, y no estoy segura de que lo que le he respondido se lo haya creído del todo. El, en cambio, parece creérselo todo. O le da igual. Él. Y siempre él. ¿Es que no hay otra cosa en el mundo que él? Al final de todo ¿qué me va a quedar, sino él? Y si él se va, ¿entonces qué me queda? Ya sin amigos, bueno, está mi amiga, pero como es la novia de su amigo realmente tampoco es mi amiga, porque la perdería también a ella, a los compañeros de clase lo justito sé quienes son, después del cambio de instituto. Con lo a gusto que estaba yo en el otro.
Que ahora que lo pienso ¿por qué me cambié, si hasta me pilla más lejos? Del atletismo ni hablamos ¿hace ya un año que fue la última vez que salí a correr? Que si sigo manteniendo los kilos a raya es porque hago dieta, que si no, no cabía en un globo de esos que vuelan, un globo aerostático, que ni en el pantalón de Obelix. Antes me daba igual, como corría, sudaba mucho, y después comía lo que me daba la gana, que no engordaba. ¡Con lo que me gusta el chocolate, y la nata, y el chocolate con nata! Pero él dice que las chicas que sudan no parecen chicas, ¡sino cerdas! ¡Cómo si él no sudase! Que en verano parece un cubito derritiéndose, pero él es un hombre, y ya se sabe, que los machos son muy macho machotes y pueden sudar porque para algo eran cazadores. Le he visto hasta sudar de miedo, el fantasma de él, y también de mala hostia, cuando lo de la multa, y cuando hacemos el amor, que se pone ahi, dale que te pego, y a veces,
cuando él está arriba, se le caen las gotas de sudor encima de mi cara y es un poco asqueroso. No un poco, muy asqueroso. Y ya no hacemos el amor. Ahora follamos. Por lo menos yo. Que hay diferencia. Y la diferencia la siento en mi cajita llena de sentimientos que es mi corazón de algodón dulce y en mi cabeza, que piensa en otra cosa, y en otros, no en el capullo que tengo encima y dentro. El capullo del capullo. Espero que no me deje embarazada. Yo tomo mis preocupaciones, porque desde hace un tiempo el a veces no, que parece darle igual. ¡Por Dios, no! ¡Eso no! Lo que me faltaba, un hijo de él. Antes me lo imaginaba y hasta me salía una sonrisa. Pero ahora, ya no me sale ni una sonrisa de esas tan falsas y domesticadas que tengo. Y si él saca el tema, intento sonreír, lo juro, pero es que no. Entonces el cambia de tema, parece ponerse más frío, más rígido, y si te descuidas me folla todo bruto y sin nada, como para demostrarme que es él quien manda, quien pone las reglas. Que también lo he pensado ¿y si me contagia algo? Porque ¿quién me dice que no me la ha pegado con otras, o que me la está pegando? Nunca se sabe. Yo me fío de él, pero... ¡Pero qué...! Que si mira así a las demás, con esas miradas de deseo que parecen pollas tiesas a saber que hará si tiene la ocasión. Y si no la tiene, igual la busca. Que antes sí, que su boquita de piñón me aceleraba el corazón, pero ahora, a saber... porque si yo ya no pienso en él ni lo siento de la misma manera, a él le puede pasar lo mismo. También es cierto que yo hago todo lo que él quiere y ni me quejo de nada nadica ná, y él en cambio, cada día es menos más y más menos. ¡A saber qué piensa! Igual porque me tiene en la palma de su mano está aburrido y busca otra cosa para la otra mano. Hay algunos que cuanto más seguro se sienten, menos se preocupan de cuidar lo que se tiene y buscan nuevas experiencias más emocionantes. Yo lo haría. Sí no fuera porque le quiero. Y porque le tengo miedo. Con este maldito móvil, que aparte del localizador a saber qué otros trucos de ésos tiene. No sea que tenga un grabador escondido, o un micro, que lo he visto en las películas, y entonces es capaz de sacarme los dientes y las uñas de los pies a base de agua hirviendo, hacerlo puré y comérselo después con cuchara. ¡Maldito trasto! Me parece que lo voy a coger y lo voy a romper. Como sin querer. ¡Uyyyy, se ha caído de la mesa y se ha estampado contra el suelo! Menos mal que mi madre me ha comprado otro... que si no... Qué pena, con lo chulo que era el móvil... sí, eso haré, y después todo lo demás. De todas maneras voy a esperar un poco, a ver si cambia. Hay gente que cambia. Era guay cómo era al principio. Si vuelve a ser así, yo lo querré hasta que mis huesos se hagan polvo y desaparezcan, hasta el día que me muera. Quiero que vuelva a ser el guapo de guapolandía, el caballero que venía a mí en busca de la princesa de su reino para llevarla a regalarle una puesta de sol. Quiero volver a saber que sus labios son mi caramelo preferido. Quiero. Quiero no pensar en el pasado como algo precioso que no vuelve.

jueves, 4 de febrero de 2016

DESPERTAR (II PARTE)

...ese primer beso de ese primer chico que queda enmarcado en la memoria como el tesoro precioso que se guarda y se defiende porque es el centro sobre el que gira todo. Un recuerdo que tampoco sé ya si fue tan maravilloso o simplemente lo idealicé. Me está pasando como esas fotos de los abuelos que a veces sacan en las comidas familiares, con lágrimas de emoción en los ojos; esas fotos en blanco y negro que están un poco borrosas, con las esquinitas algo estropeadas. La diferencia es que a mí las lágrimas de emoción en los ojos ya no me salen, y cuando me salen recordando ese primer beso el morrete se me queda torcidito por una pena que me aprieta al lado de la teta izquierda. Donde el corazón. Creo que ultimamente le importan más mis tetas que mi corazón. Pero listo como es, dice lo contrario. Sin embargo después debe demostrarlo, porque a veces, aunque a mí no me apetezca mucho, y mira que se lo digo, tengo que abrirme de patas porque el quiere “demostrarme su amor”. Y yo, pues claro... ¿qué novia sería yo si no quiero hacer el amor con mi novio? ¿es que ya no me gusta, ya no me pone? ¿es que me gusta otro? Mejor dejarle hacer, al fin y al cabo tampoco está tan mal la cosa, que una vez se me ocurrió ponerme cabezona con el no y aquello acabó bastante mal. Mejor fingir un poco, que tampoco es tan difícil, y ya otro día apetecerá más. El problema es que cada día apetece menos.
No como el de aquella vez, el del cuerpazo, que todavía solo de acordarme de cómo estaba se me pone la piel suavesita mi amorrr. Amor. Esa palabra que desde que eres pequeña te dicen que es lo más maravilloso del mundo. Incluso más guay que un amanecer detrás de una montaña nevada. Y eso sí que mola. El amor... Empiezo a pensar que las películas de Disney no estaban en lo cierto. O por lo menos un poco equivocadas, porque eso del príncipe azul, como no sea en el cuento del hijo del pitufo monarca no lo veo claro del todo. Yo, que tengo la paleta llena de colores, y sin embargo parece que no pinto nada. Mejor dicho, mi opinión. Porque todos tenemos una opinión ¿no? Para mí mi opinión es importante. Y también la suya. Pero para él parece que mi opinión no es tan importante. Me sonríe, eso sí, con esa sonrisa que también he visto a las madres en el parque, cuando su hijo le dice algo que no tiene sentido, que hacen como que hacen,
pero que en eL fondo no hacen, es decir, que me lío, que se hará lo que dice la madre, y el niño, atento, escucha y asiente. Pues eso mismo. La diferencia es que yo ya no soy tan niña, que ya casi soy mayor de edad. Me sacaré el carné de conducir y votaré a quien me dé la gana, no al que me diga él. Que también sobre eso sabe mucho. O eso se piensa. Porque cuando habla de esas cosas poniendo esa cara muy sería que pone cuando habla de esas cosas con otras personas, las demás personas, especialmente las que son más mayores, curioso, ponen la misma cara que ponen las madres esas que he dicho del parque. A mí ni me pregunta, solo me mira de vez en cuando esperando que haga con la cabeza que sí, y yo, claro, hago que sí con la cabeza, porque realmente ya no me importa tanto lo que dice. Porque si a él no le importa lo que yo pienso ¿por qué tendría que importarme a mí lo que él piense? Que diga lo que quiera... que para algo su boquita es suya. Sí. Me sacaré el carné, y conduciré mi propio coche. No digo que no me guste ir de copiloto, que él desde que se ha sacado el carné y se ha comprado ese coche que parece bueno, pero que no lo es, porque de vez en cuando suena como si tuviese tos, y eso no puede ser bueno, si no que se lo digan a mi abuelo, que también tose mucho porque según el médico tiene problema de bronquios. El caso, que me pierdo, hablo de una cosa y termino en otra, el caso, digo, que de copiloto está bien, porque puedes hacer muchas cosas mientras te llevan, incluso cerrar los ojos y sentir el viento en la cara si bajas la ventanilla, pero sentir el poder en tus manos debe ser como para tirar cohetes un día de fiesta. Coger el volante y decir, ahora para la izquierda, y ahora para la derecha, y ahora me paro, y ahora acelero. Porque me da la gana. Acelerar y no parar. Desaparecer. Eso es lo que deseo últimamente. Desaparecer, sin más. Pero con el maldito
móvil ese me tiene cogida, como dice mi abuelo, por los mismisimos. Especialmente desde que activó el... como se dice... ¿localizador? Para regalarme flores por sorpresa, dice él. Que sí que es cierto que al principio me regalaba flores, incluso un par de veces, cuando me regaló el móvil, apareció de repente detrás de una esquina con una rosa, que yo alucinaba ¿cómo sabrá éste dónde estoy? pensaba, pero después ya me dijo lo del localizador, y aunque le dije que mejor quitarlo porque total, para qué, me dijo que era mejor para mí, por mi seguridad, que las chicas como yo mejor que vayan seguras por la vida, por si pasa algo, que no va a pasar, pero por si pasa, que nunca se sabe. Como a los perros con su chip. Y ahora me da apuro quitarlo, no sea que se enfade con uno de esos enfados tan locos que le dan cuando algo no le gusta absolutamente nada. Desaparecer. Coger mi coche, acerlerar y tirar el móvil por la ventanilla mientras sientoel viento en mi cara. Eso sí, con los ojos abiertos. No soy tan irresponsable. Aunque él dice que lo soy, que soy una cabra loca en medio de una piscina de bolas. ¡Bolas las suyas! ¡Y cabra porque estoy con un cabrón! ¿Por qué dice que soy irresponsable? Antes sí, al principio, cuando empezamos, pero es que entonces era muy pequeña. Ahora soy más mayor, más madura, quieras que no dos años a esta edad se notan, y si no que se lo digan a mi talla de pantalones, y de sujetador. ¡Cómo se pone cuando los demás chicos me miran! Y no solo los chicos, también los hombres que tienen más años. Es cuando pone esa mirada que literalmente significa “ hijo de puta, pederasta, te arrancaría los huevos y te los metería por la boca”, y después me mira, sonríe, con esa sonrisa de emoticono, y que quiere decir “pero eres mía, y yo el te folla cuando quiere”. Lo sé porque un día me lo dijo. Pobrecillo, lo debe de pasar mal. No se puede ir por la calle deseando arrancar los huevos a la mitad de los hombres con los que nos cruzamos. Eso no puede ser bueno. Y no es porque yo lo piense y parezca una creída, pero la verdad es que tengo un buen cuerpo, de mujer, con unas tetas y un culo bien hecho, que mis padres cuando se pusieron me hicieron a conciencia, y una carita de ángel que parece tuneada con photoshop. No. No se puede ir así por la vida. No es bueno ni para él, ni para los que le rodean, porque a mí no me hace más féliz. Todo lo contrario. Me pone más triste. Si estoy buena qué culpa tengo yo de que me miren los demás. Que se ponga a salir con una más fea, quizás así se quite ese problema. Claro, el problema acaba siendo mío. Lo estoy notando. Que me he dado cuenta. Cada vez salimos menos, y con menos gente. Desde que consiguió ese trabajo el año pasado y se ha independizado a ese pisito que él llama “nuestro nidito” apenas salimos nada. Dice que para qué queremos el mundo si nos tenemos el uno al otro. Así que de mi casa, quiero decir, la de mi madre, a la suya, y de la suya a la mía. Así todas las tardes, por lo menos entre semana. Dice mi madre que mejor que duerma con ella, en casa, en mi cama de toda la vida. Y que aunque el chico es muy majo y muy formal y muy todo, por lo menos, entre semana, con ella, para ir al instituto. Cada vez salimos menos, y cuando salimos, con sus amigos. De los míos ya ni me acuerdo. Están los del instituto, pero como él viene muchas veces con el coche a la puerta a esperarme, tampoco tengo mucho tiempo para los demás. Con su coche delante de la puerta. Y que no me vea hablar con ningún chico, que si no me empieza a preguntar que quién es, y que qué hago hablando, que él lleva un rato esperandome delante de la puerta, para llevarme a casa para que esté más cómoda y me canse menos. Cierto es que vivo un poco lejos y a veces me viene bien...¡Pero si yo no le he pedido que venga, lo hace porque le da la gana! Empiezo a pensar que lo hace para marcar el territorio, como los perros. Pero mear por las esquinas está peor visto, y mearme a mí sería de mal gusto. Mejor plantarse allí con su coche resfriado y esperarme, como el piloto de formula 1 que gana la carrera y va a recoger su trofeo. Porque al final es como me siento muchas veces, y cada vez más. Soy su trofeo. Para el solito, en su vitrina. Su coche, su casa. Su trofeo. Lo que no quita, que me he dado cuenta, a que mire a alguna de mis compañeras de instituto como los hombres me miran a mí por la calle. ¿Me tendría que enfadar yo cómo se enfada él? Incluso tiene el morro de decirme que las mira para apreciar más mi belleza, porque por comparación, si fuera por la luz que irradiamos, ellas serían solamente la luna, y yo, el sol. Eso, antes, me hubiese hecho gracia. Pero desde hace un tiempo también me he dado cuenta que me río menos. Estoy perdiendo el sentido del humor. Y también la sonrisa. Me refiero a la sonrisa sincera. La otra la tengo más que dominada. La sonrisa postiza que viste pero no luce. Ésa, la tengo muy bien domesticada. Creo que ni él se da cuenta. O quizás sí, pero no dice nada. Y me duele. Me duele ser falsa. Falsa como el iphone de jesuscristo. Falsa como los amigos del Facebook...

miércoles, 3 de febrero de 2016

DESPERTAR ( I PARTE)

Todas las noches muero. Todas las mañanas nazco. Y siempre igual... Pero cada día un poco menos. Cada día un poco menos y cada día un poco más. Más cansada. Cansada de lo mismo. Mismo ritual estúpido e inoportuno de galanteo de pavo real que ya no convence. No convence, pero vence. ¡Cómo para no vencer...! Se instala en mi cabeza, en mi corazón, entre mis piernas. En mi móvil. Ese mismo que me regaló porque me quiere mucho y no puede estar sin mí. Ese mismo que ha acabado siendo mi carcelero. ¿Cómo es posible que una cosa tan pequeña me acabe haciendo tanto daño? Mensajito para aquí, mensajito para allá. Mensajito pá ya...Y si no le contesto que dónde estoy, y con quién estoy, y por qué estoy, y cúando estoy. Y así ya no sé ni quién soy. Parece un periodista de programa de investigación. Eso sí, de cadena independiente. In-dependiente. El In él, el sujeto dependiente Yo. Mi amiga me dice que eso a veces es normal, que a
ella le pasa lo mismo. Pero que eso es porque así demuestra que está colado por mí, y que se dejaría los dientes por mí, y que por mí es capaz de pegarse y líarse a hostias con el que me mire. Porque la rosa más hermosa de su jardín solamente es para él. A las demás, lo que los demás quieran. Pero a la suya ná de ná. Ni mirarla. Que para algo la cuida con tanto mimo... Lo que no sé si sabe algo de jardinería, porque a este paso, su hermosa florecilla se va a quedar sin pétalos de tanto meneo y zaleón. Me dice que para qué quiero ir a la universidad, si ya le tengo a él, que ahí solo me van a enseñar estupideces, la universidad buena es la de la vida. ¡Esa si que enseña de verdad! Que lo sabe él, que a palos ha aprendido y lo que con sangre entra no lo quita ni Rita, que ya se sabe que lo que Rita Rita, lo que se da, no se quita. Como él a mí su corazón, y yo el mío a él. ¡Tan guapo como es! ¡Si es que es el más guapo de guapolandia! Me tiene loca loquita loca, con esa boca boquita que me deshace y me desboca. ¡Mira, si hasta parezco poeta... poetisa! Escuché esa palabra el otro día y me gustó... Me siento un poco rara... mi amiga en cambio está tan feliz como una perdiz. Yo creo que eso es porque lleva poco tiempo con el suyo, cuatro meses no son nada nadica ná, pero yo, que llevo dos años, no lo veo igual. Cierto es que todo el mundo lo adora. ¡Es tan adorable cuando está con los demás! ¡Hasta mi madre piensa que es casiperfecto, perdón, cuasiperfecto! Con su sonrisa de anuncio de dentrífico, su lozana juventud post adolescente, su saber estar ¿savoir-etre? su todo y su aire de chico responsable y formal. Lo que los demás no saben es que no siempre es igual, y que a veces su voz de galán radiofónico suena como una cadena mal sintonizada. No sé qué problema tiene, pero seguro que tiene uno, y gordo. Muy gordo. Debe ser cosa de la infancia. Por lo
menos eso decía un tío muy listo que hablaba de cosas de dentro del cerebro, que se cogen y después no se sueltan en toda la vida. Eso he leído, pero no recuerdo el nombre de quien lo dijo. Yo creo que puede ser cierto, porque a mí de pequeña me pasó una cosa que no puedo contar y todavía a veces le estoy dando vueltas. Incluso cuando duermo de vez en cuando sueño con eso y me da mucha vergüenza contarlo. Así que no se lo he contado a nadie. Como con él, ¡Por Dios!, que si supiera ésto seguro se volvía como loco por enterarse de todo, y entonces si que tendría un problema de verdad. Como cuando lo de ese chico tan guapo, que por decir que era muy guapo se cabreÓ que parecía realmente una cabra. O un cabrón. Que más da. De lo que estoy segura que no parecía una persona normal. ¡Solo por decir que me parecía muy guapo! Como para enterarse que esa noche me toqué ahí donde da gustito pensando en ese cuerpazo, que éste es capaz de
cortarme los dedos de las manos para que no lo vuelva a hacer. Bueno, entonces ya no podría escribirle los mensajitos que tanto le gustan, aunque seguro que me diría que se lo enviara por voz... con lo horrible que es hablar a un cacharro que sabes que es la cadena de tu condena. Encadenada al condenado. Lo peor de todo es que ya no sé lo que está bien y lo que está mal. Porque ¿quién es el que dice lo que está bien o mal? Lo que para unos es una cosa, para otros es otra, y así no vamos a ninguna parte. Él en cambio lo tiene claro. Lo que dice él está bien, lo que dicen los demás está mal. ¡Eso es muy fácil! Así nunca se equivoca... que también rima con boca. A mí me cuesta más... ¿se dice discernir? lo uno de lo otro. Con él no me pasa eso. Eso me pasa cuando estoy sola. Cuando estoy con él lo tengo más claro... lo tenía... ¡parece tan seguro! Es que es imposible llevarle la contraria. Es que ni apetece. Y oye, mira que a mí,
de vez en cuando, por chinchar me gusta decir lo contrario solo por divertirme y ver la cara de la people que tengo delante. Pero con él eso es una tutoría... perdón, utopía. Quiero hablar bien...Lo de la universidad sí que me preocupa. Yo quiero ser enfermera. Siempre me ha gustado cuidar a la gente, que estén bien. Creo que eso es bueno. Él también dice que es bueno que me guste cuidar a la gente, porque así le cuidaré muy bien a él y a nuestros hijos. Cuando los tengamos. Pero lo de cuidar a gente extraña... ¡A saber quién es ese extraño! ¡Y que es eso de tener que bañarlo, quitarle la ropa, y esas cosas! Cómo se nota que no le gusta que vea a gente desnuda, ni siquiera con poca ropa, ni siquiera que los vea. Por eso también lo de la piscina. Ahí si que se pone celoso. No soporta que me miren ni miaja lo poquico que se me ve la pierna. ¡Que no me deja ni quitarme la camiseta! ¡Que es muy fuerte la cosa! Como ya no se me
ocurrían más excusas para no quitármela, que mis amigos flipaban, he acabado por no ir a la piscina. Eso sí, él sí que mira a las otras. ¡Y cómo las mira! Cuando estoy yo cerca cerquita con él hace como que no, y me hace ojitos, que parece un emoticono de esos tan chulos, pero que cuando cree que no le veo, con disimulo, eso sí, se le van los ojos, que si las miradas fueran pollas alguna ya estaba embarazada... ¡Con lo bonito que era todo al principio! Ese primer beso ¡cómo olvidarlo! ese primer beso...

lunes, 1 de febrero de 2016

poesía nº 266

Dame la voz, que tengo frío.
Dame la voz, que tengo miedo;
que quiero oírte antes cantar,
antes de que llegue la muerte y me lleve lejos.
Que quiero oírte antes cantar
con tu voz profunda de viajero,
antes que tu voz se tiña,
antes de que este instante ya solo sea un recuerdo.
Dame, dame la voz más dulce;
dame, dame la voz que yo más quiero.