martes, 20 de mayo de 2014

poesía nº 120 (escena II)



La historia siempre es igual,
el escenario vacío
se queda. Yo me detengo
a observarlo con sigilo.
Algo flota en el aire.,
es el último despido
del último aplauso;
no quiere irse al olvido
y perderse entre la nada
que mata a todo el sonido.
Ya los focos apagados
ssconden su claro brillo.
Se escucha una voz que habla
desde la puerta, detrás mío,
 y que dice, y que cuenta,
y que mira con sus fijos
ojos mi figura oscura
que permanece en el mismo
lugar donde una vez él
estuvo. “Flor de un estío
olvidado” – dice – para
ser un drama es un título
hermoso – Se acerca a mí.
El me mira. Yo le miro.
-¿Que, nos vamos? – le pregunto.
- Bien, Vámonos a otro sitio
más alegre. Un teatro
como éste, grande y vacío,
muchas veces me impresiona…
Su silencio es como un río
sin agua… le falta algo
para decir ¡Existo!
Sin sus risas, sin sus lágrimas,
un teatro es un verano frío,
donde no hay calor, un sol
apagado en su estío
olvidado… ¡como expresa
este drama en su título!
Sin embargo, muchas veces
pienso que todo el gentío
no hace sino profanar
sin comprender su sentido
mi templo de la comedia…
¡Vámonos a otro sitio!-.
Al fin salimos del teatro.
En la calle es el frío
quien gobierna impunemente
fascinando su dominio.
Nos abrigamos. Hablamos.
Anécdotas. Sueños. Ruidos.
Gente. La luna en el cielo.
¡Una farola! ¡Otra!... Niños…
Un vagabundo sin rumbo
yerra solo y peregrino.
Escaparates con trajes.
Un perro. Un gato bizco.
Su portal. Yo le pregunto
-¿Hasta cuando, buen amigo?-.
Él me dice – no lo sé -.
Él me mira. Yo le miro.
El viento sopla y gime
cual si fuese un perseguido.
- Adiós - Tristeza - Adiós -.
Tristeza. Nos despedimos.

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