La
historia siempre es igual,
el
escenario vacío
se
queda. Yo me detengo
a
observarlo con sigilo.
Algo
flota en el aire.,
es
el último despido
del
último aplauso;
no
quiere irse al olvido
y
perderse entre la nada
que
mata a todo el sonido.
Ya
los focos apagados
ssconden
su claro brillo.
Se
escucha una voz que habla
desde
la puerta, detrás mío,
y que dice, y que cuenta,
y
que mira con sus fijos
ojos
mi figura oscura
que
permanece en el mismo
lugar
donde una vez él
estuvo.
“Flor de un estío
olvidado”
– dice – para
ser
un drama es un título
hermoso
– Se acerca a mí.
El
me mira. Yo le miro.
-¿Que,
nos vamos? – le pregunto.
-
Bien, Vámonos a otro sitio
más
alegre. Un teatro
como
éste, grande y vacío,
muchas
veces me impresiona…
Su
silencio es como un río
sin
agua… le falta algo
para
decir ¡Existo!
Sin
sus risas, sin sus lágrimas,
un
teatro es un verano frío,
donde
no hay calor, un sol
apagado
en su estío
olvidado…
¡como expresa
este
drama en su título!
Sin
embargo, muchas veces
pienso
que todo el gentío
no
hace sino profanar
sin
comprender su sentido
mi
templo de la comedia…
¡Vámonos
a otro sitio!-.
Al
fin salimos del teatro.
En
la calle es el frío
quien
gobierna impunemente
fascinando
su dominio.
Nos
abrigamos. Hablamos.
Anécdotas.
Sueños. Ruidos.
Gente.
La luna en el cielo.
¡Una
farola! ¡Otra!... Niños…
Un
vagabundo sin rumbo
yerra
solo y peregrino.
Escaparates
con trajes.
Un
perro. Un gato bizco.
Su
portal. Yo le pregunto
-¿Hasta
cuando, buen amigo?-.
Él
me dice – no lo sé -.
Él
me mira. Yo le miro.
El
viento sopla y gime
cual
si fuese un perseguido.
-
Adiós - Tristeza - Adiós -.
Tristeza.
Nos despedimos.
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