¡Maldito día, joder! ¡Mierda!
Te dije que pasaría y no me equivoqué. ¡Mierda!.
Las llaves en el bolsillo. El
pañuelo en el bolsillo. Las once en el reloj de pulsera sin números, solo
agujas negras en el cristal.
Ten cuidado; te lo dije siempre
y nunca me hiciste caso, por lo menos en los últimos tiempos. Sabía que pasaría
esto, lo sabía. Ya te lo dije, ten cuidado...
El coche se pone en marcha. Un
ruido extraño suena iniciando el ligero temblor del viejo coche. Fuera llueve.
En los últimos días solo lluvia. Los días del invierno, los postreros a la
primavera, hacen sentir sus huellas. El cielo oscuro parece no haber dado paso
al día, solo la noche ininterrumpida durante toda la semana.
Las calles vacías, más muertas que vivas, ven pasar fantasma al
utilitario rojo desgastado por el tiempo. Las farolas encendidas, en busca de
algún alma en pena, callan indicando un silencio que se esconde.
¿Por qué? ¿Por qué coño lo hiciste?
Y encima soy el último en enterarse. Fue ayer y no me han dicho nada hasta hace
una hora. No tengo tiempo ni para llegar. Debo llegar, hostia, tengo que llegar
como sea, aunque reviente este puto trasto que ya no anda ni cuesta abajo, y
eso que andaba, joder que sí andaba...
¿Te acuerdas del día que te lo
enseñé? ¿Y del paseo al pantano? Llevaba un mes con el carnet, lo recuerdo muy
bien, un día de primavera, espléndido, como pegaba el sol allí arriba. Después
de todo, se ha portado bien, lástima que tenga tantos años, claro, ya era de
segunda mano, suerte que me lo dieron. Fue poco después del primer viaje a
París. Parece mentira cómo pasa el tiempo...
Me ha llamado Teresa
diciéndomelo. Me ha estado llamando todo el día y no contestaba nadie. Normal,
nos hemos ido los tres todo el día por ahí, desde las siete de la mañana. Me ha
dicho que venían conmigo, que era mejor, pero les he dicho que no, que quería
ir solo; quiero decirte adiós como siempre estuvimos, sin nadie más.
Me ha dicho como ha sido y la
verdad, no me ha extrañado nada. Ella parecía bastante dolida, y eso que nunca
fue una gran amiga tuya. No me sorprende, una cosa así no deja indiferente a
nadie, y menos si no te lo esperas.
He llamado al aeropuerto y me
han dicho que hasta mañana a las doce nada. Menos mal que he encontrado el mapa
que compramos, si no, no sabría cómo llegar. Lo he estado buscando por todos
los sitios y al final estaba en el cajón azul.
Los últimos edificios de la
ciudad se van quedando atrás. Todavía sobrevive alguna luz silenciosa, más allá
solo el telón negro.
Podría haber parado de llover.
Agua. Agua. Agua. Mierda, lleva una semana igual, no sé cuándo va a parar.
Parece el diluvio universal. Ni que llegase el fin del mundo. ¡Joder! ¿Por qué
coño lo has hecho? No me lo explico. Te lo juro, no tengo la maldita respuesta,
aunque tampoco creo que la haya, y si la hubiese me daría igual, no creo que
eso hiciese cambiar las cosas; yo seguiría en el puto coche y tú donde estás.
Pero ¿Por qué no me dijiste nada? ¿No sabías hablar? Haberme dicho que fuese y
hubiese ido. Bien sabes que tú eras lo primero de todo, antes que cualquier
otra cosa; pero no, creías que tú lo podrías superar sola y la jodiste. Y bien
jodida. Mira que lo pensaba, pero no me lo creía. Me decía, no, no puede ser,
es imposible, ella no, ella es distinta, más fuerte, siempre se podrá agarrar a
algo, a la pintura, a los amigos, a algo, ¡Joder! ella es distinta. Si yo
hubiese estado allí todo habría sido diferente. Cuando me dijiste que fuese
contigo te dije que todavía era pronto, demasiado jóvenes, pero tú fuiste y triunfaste
y yo me quedé y me como la mierda. Si yo hubiese estado allí, todo habría sido
distinto, te lo juro, y tú ahora no estarías muerta.