1.1. Comprender a la persona
Comprender a
la otra persona siempre es importante. Entre otras cosas, porque sentirse incomprendido
siempre es frustrante (podría decirse con alguna palabra más fea). No crea
“buena onda”, “buen rollo”, y puede directamente posicionar en contra al que tienes delante.
Antes de cometer ninguna torpeza que después podamos lamentar, y que quizás no
tenga remedio, vamos a intentar comprender a la otra persona mediante algunas
pautas sencillas. Hay muchas más, pero estas pueden bastar:
Empatía
Esto es
fundamental. Básico. Trata honradamente de ver las cosas desde el punto de
vista de la otra persona, es decir, en tener empatía con la otra persona. Empatía, que según la Real Academia de la
Lengua no es otra cosa que la “identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo
de otro”. Dicho queda. Es decir, debemos intentar ponernos en el lugar de la
otra persona, o como dice la canción de los Depeche Mode “walking in my shoes”,
intenta caminar con mis zapatos. Cierto es que a veces la cuestión no es
sencilla, pero con la mente abierta y sin tener prejuicios se puede uno acercar
bastante al buen resultado. Para ello hay que poner en práctica algunas
sencillas acciones.
Escuchar
Cuando hablamos de saber escuchar a la otra persona NO
estamos hablando de esto:
Un cubano a otro:
Oye ¿tú sabe quién es Santa Claus?
Pue Papá Noé.
Pué mamá tampoco.
Oye ¿tú sabe quién es Santa Claus?
Pue Papá Noé.
Pué mamá tampoco.
o
Le dice un amigo a otro: "Te vendo un coche"
A lo que responde el otro amigo. ¿Para qué quiero yo un coche vendado?
A lo que responde el otro amigo. ¿Para qué quiero yo un coche vendado?
Y hay un mítico chiste sobre la
mala escucha y que yo sepa, tiene más de 20 años.
-
Están el sordo y el tonto, y le pregunta el
sordo al tonto:
-
¿Tres más dos?
-
Dice el
tonto: Cuatro.
-
Y el sordo: ¡Por el culo te la hinco!
Esto sería más
bien oír mal (no es lo mismo oír que escuchar, la escucha requiere atención, el
oír que el sonido pase por tu oreja) o entender mal. Estamos hablando de escuchar
a la otra persona con la intención de
entender su perspectiva. Si no conoces las motivaciones de la persona que
tienes contigo es posible, incluso probable, que no aciertes cuando sueltes la
“gracia”; sería como regar sin saber para donde va el viento, quizás aciertes y
riegues la flor, pero también puede suceder que te mojes los pantalones.
Permite que sea la otra persona quien hable más
Por ello, y
especialmente al principio, permite que sea la otra persona quien hable más,
quien se dé a conocer, para, como dicen en mi pueblo, “sepas de qué pie cojea”.
Además, y todavía no sé muy bien por qué, a las personas nos gusta más
escucharnos hablar a nosotros mismos que a los demás (si total lo que vamos a
decir nosotros ya lo sabemos, quizás el otro nos diga algo interesante).
Sobre
esto comentar, que además de conocer a la otra persona en general, en
particular sabrás qué tipo de carácter tiene, y que tipo de humor prefiere. Al
fin y al cabo, la información es poder, y
generalmente las personas despedimos tanta información sin darnos cuenta
que un tipo avispado podría hacerse millonario solamente aprovechando lo que
percibe de los demás.
Otra faceta
importante a tener en cuenta, es que las personas, en general, queremos ser
partícipes en los encuentros en los que estamos. Que haya alguien que anime
está bien, pero un verdadero dinamizador es aquel que provoca un “arranque
inicial”, da impulso a la reunión, y después, da pie a que los demás participen
y se sientan cómodos.
Muchas veces
creemos que alguien es muy majo, no por lo que nos dice, sino por lo que nos
escucha, por lo que nos ayuda a desarrollarnos a nosotros mismos como personas.
Casi todos queremos decir algo, aunque sea una estupidez, y agradecemos que nos
dejen decirlo, respeten nuestra palabra y no la juzguen. Y esto circunscrito al
humor, significa que casi todo el mundo cree que tiene algo divertido que
decir. Y generalmente lo tiene, mucho o poco, mejor o peor.
Hablar pensando en lo que interesa a los demás
Me encanta mi
ombligo. Es pequeño, redondo, y además es mío. Sin embargo, creo que a los
demás les importa bastante menos. Incluso creo, y no entiendo por qué, que no
les importa. Vamos, que si no lo tuviese les daría igual.
Me encanta
decir cosas que parecen estúpidas y que realmente lo son. Como lo que acabo de
decir… Lo curioso del asunto es que a los demás les encanta también su ombligo,
y a mí me importa una mier… o sea, que tampoco me importa nada. Pues lo mismo
pasa con las personas que te rodean.
Un claro
ejemplo de esto son los monólogos que hoy en día se pueden ver o escuchar en
cualquier parte. Los que tienen más éxito suelen ser los que reflejan las
situaciones que pasan también a los que están escuchando el monólogo. ¿Y por
qué es esto? Pues seguramente porque al sentirse reflejados ellos mismos,
piensan: “¡Eso es cierto, porque también me pasa a mí!” y ponen más interés.
Conocimiento cultural
Creo
firmemente que una de las cosas que más ayudan en la vida para entender casi
todo es el conocimiento cultural. Además, un conocimiento general sólido se
puede adquirir muy fácilmente, y de forma muy barata. Gratis. Leer, ver
programas culturales de televisión, escuchar la radio (la radio es increíble,
porque te permite hacer un montón de cosas mientras la escuchas, cosa que con
la tele no puedes generalmente) y tener toda la información del mundo,
literalmente, en nuestro bolsillo, en nuestro móvil. Hoy en día, quien no sabe,
es porque no quiere saber.
La cultura te
permite saber una gran cantidad de cosas que después puedes aplicar a todo tipo
de circunstancias y situaciones, facilitándote la vida. Yo me leo hasta los
ingredientes del papel higiénico. Y no me lo como. De esta manera me enteré que
el papel higiénico tiene fecha de caducidad. Así que tened cuidado.
El hecho de saber
te permite comprender mejor cómo piensan, o pueden pensar, las demás personas.
Y de qué se pueden reír. También, y esto es importante, te permite conocer una
gran variedad de temas, lo cual amplia
el abanico de posibles puntos de unión, de puentes de comunicación, hacía el
humor.
Cualquier tema
es bueno, todo depende del enfoque que se le dé. Da igual que hables de los
emperadores romanos (Caracalla, el famoso emperador romano, conocido por sus
magníficas termas, murió cagando. Mejor dicho, lo mataron mientras estaba en
ello. Estaba en el campo, y como nadie podía ver al emperador siendo tan
“humano”, al darse todos la vuelta, Iulius
Martialis, a cuyo hermano según parece mandó ejecutar poco antes a pesar de sus
ruegos, le clavó un puñal maliciosamente.), de los políticos (“¿Sabes
cómo es un buen político?”, “No”, “Pues yo tampoco”) o de fútbol (“¿Qué piensas
de que el Guggenheim haya costado 26000 millones?”, “Bueno, si mete goles…”).
La cultura te
ayuda a comprender a las otras personas. Ello les genera mayor confianza. Y una
mayor confianza les hará tener una mayor, mejor, predisposición hacia el humor,
contigo, ya que en cierta forma “habláis el mismo idioma”. Aunque cuidado, ya
que como dice mi madre “no te fíes ni de tu madre”. Y a veces hasta en eso
tiene razón.
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