domingo, 11 de mayo de 2014

poesía nº 256



Vuelvo a dejar escuchar la voz que nunca calló.
El tiempo se escapa y yo a veces creo que le engaño.
Ya sé que a lo largo de los años
los cigarros que fumé
me dejaron sin pulmón
(el único que tuve siempre)
y que a base de tesón
logré aspirar el último aliento de esta vida
que apurada se queja de incomprensión
y de extrañeza.
Cuánto quisiera pensar que encierro lo que pretendo.
Superlativo por comparación,
no acierto a saber si lo bueno es correcto
y lo correcto verdadero,
del amor recuerdo su reflejo,
solamente, y a veces su pequeño secreto.
¡Quién me dirá que lo que busco es ella!
que mi música no tiene sentido,
que mi oído solo espera la forma
que de cuerpo a esta melodía que me encadena.
Y si algún día el insomnio
me trae la duda de mi apuesta
habré sabido que morí antes de nacer,
que no mereció la pena,
que el agua que bebí fue solo vapor,
espectro de un amor que soñé alcanzar
para alimentar mi hoguera.
Besar tu frente. Cruzar la puerta.

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