Por primera vez en casi un
par de meses dormía bien. Me quedé en la cama durante casi una hora más, el sol
estaba bastante arriba en el cielo azul pero yo seguía alargando el sueño en
ese lugar justamente posterior a él donde las imágenes soñadas permanecen
desarrollándose por nuestra propia voluntad sin dejar cabida al más mínimo
intento de fracaso. Es entonces cuando cualquier cosa por improbable que
parezca se puede convertir en realidad, en la realidad que queramos formar. Lo
más curioso de todo es sentir la sensación de que realmente se está despierto y
de que sucede al otro lado del sueño. Después de una hora de felicidad crucé la
frontera en la que me encontraba y abrí los ojos. La casa estaba bastante
silenciosa, apenas sí se oía algún pequeño ruido al otro extremo de la casa,
tal vez en el salón o en la cocina. El sol penetraba por el cristal e iluminaba
la pared blanca despidiendo una gran luminosidad. Comenzaba a recordar el día
anterior, la charla en el Sumtrab, la vuelta a casa mucho más tranquilo que la
ida, los dos últimos besos.
- ¿Hubo suerte? - preguntó Isaac que acababa de entrar a
la habitación dejando una pequeña caja sobre la mesilla.
-Creo que fue lo más acertado. Por lo menos hoy he
dormido como no lo hacía hace tiempo.
- ¿Cómo fue?
- Si te digo la verdad lo dejó ella.
- ¿Cómo? - replicó con cierto tono de escepticismo e
incredulidad.
Y le expliqué toda la escena. Hasta le hizo gracia, casi
se ríe. Maldita la gracia. Después de desayunar nos fuimos a jugar una partida
al billar, jugamos dos partidas y perdí las dos, luego nos marchamos a comprar
algo de comida. Realmente hacía un buen día, un día excepcional.
- ¿Vamos esta tarde a la playa?
- Lo siento, he quedado con Arizoni para hacer otra cosa.
Dile a Serban y a Yerkari. Ellos seguro que van.
En casa todos seguían con el mismo estado de espera
intranquila; Bormano comentó que dentro de poco todos seríamos ricos, que
después de la próxima vez nuestras vidas serían diferentes, que el dinero nos
comenzaría a salir por las orejas, del culo, de todas partes, e intenté
imaginar mi culo encima de una bandeja de plata, cagando billetes. Parecía
demasiado irreal para ser cierto. Sin embargo, si lo decía Bormano podía
suceder, todo lo que Bormano decía podría suceder; recordaba cómo era él quien
había conseguido todo lo que teníamos en Martaux, la casa, el trabajo en la
chatarrería, me había presentado a Xania y me había pagado la gasolina, incluso
me había hecho propietario de un negocio propio, le tenía que creer, le debía
creer y en verdad le creía. Siempre había tenido una extraña relación de
amistad con él, de pocas palabras, sin concesiones baratas, pero había
demostrado ser una persona de palabra y de buen corazón con los amigos.
Pregunté si alguien quería ir a la playa por la tarde. Respuesta negativa.
Después de comer me marché a la playa, solo, dije que me
marchaba a echarme la siesta, el sol no quemaba demasiado y podría tomarla sin
miedo. Por el paseo marítimo había parejas agarradas del brazo, paseando
tranquilamente, y recordé que ahora yo no podría hacer eso, nunca lo había
hecho, pero ahora ni siquiera aunque me lo propusiese. En la playa había poca
gente, puse la toalla sobre la arena y me tumbé encima. Poco antes de dormir
recordé que hacia mucho tiempo que no iba a la playa solo, el sol parecía
calentar lo mismo pero la sensación era distinta. Al cerrar los ojos todo se
inundó de un color naranja que ocupó el espacio. Desperté tres horas más tarde.
Ya no hacía calor sino algo de frío, la playa se había desocupado casi
completamente y en la arena solo permanecía yo tumbado, el sol estaba bastante
bajo cambiando el color del mar. Me levanté y me marché para casa despacio con
la mente en blanco.
- Las cosas no suelen ser lo que parecen, las apariencias
pueden adquirir muy determinadas formas de las cuales muchas veces no
alcanzamos a conocer ni siquiera su existencia. Dar circunloquios solo sirve
para crear círculos viciosos, peces que se muerden la cola eternamente. ¿No te
has dado cuenta? Últimamente tu mirada no alcanza a ver más que tu mano, no
alcanza a ver lo que hay escrito en la pared que tiene detrás. Lo entiendo
perfectamente. ¿Acaso crees que no lo entiendo? Yo también he sido otro alguna
vez, no recuerdo muy bien el cuando pero sí el por qué. Todos somos humanos,
nos parecemos más de lo que pensamos, especialmente en relación a los
sentimientos que nos embargan ¿Quién no
ha sentido alguna vez lo que tú sientes? Tranquilo, el tiempo aminora los
efectos del dolor, puede tardar toda una vida pero disminuye finalmente; al
final solo queda el recuerdo del dolor íntimo. Entiendo que puede no ser
demasiado esperanzador, sin embargo es cierto. ¿Para qué engañarte? Solo sería
ganar tiempo, o perderlo hasta que te dieses cuenta de que la realidad es de
otra forma. Las cosas no suelen ser lo que parecen más que en contadas
ocasiones, demasiado contadas, y sin embargo todavía seguimos buscando, cada
vez más ansias, hasta donde alcanzar nuestras fuerzas; la pureza deslumbra
demasiado y es necesario un tiempo de aclimatación. Y tú, ahí sentado,
intentando volver la mirada hacia la tierra después de haber desafiado el sol ¿
en serio pensabas que lo podrías vencer? Pensé que eras menos ingenuo que los
demás, pero he de reconocer que todos somos iguales; la pureza deslumbra pero
atrae, quién no la ha querido tocar alguna vez aunque solamente sea con la
imaginación. Es demasiado perfecta. Pero alégrate, abre los ojos y
acostúmbralos a la oscuridad, no conviene tropezar con las esquinas de la casa,
sobre todo si las puedes evitar, puedes romperte las narices; piensa que a la
noche todavía le quedan estrellas que nadie ha visto y no por eso dejan de
brillar. Lo sé, cómo no voy a saberlo, parece tarea complicada llenar el vacío
en poco tiempo y ciertamente cuesta tapar todos los pequeños y grandes agujeros
que hacen del alma un colador de hojalata, pasear por la playa y no encontrar
los labios al borde de la taza, sonriéndote sorbiendo el café que se enfría por
mirarte no ayuda a cicatrizar con soldaduras los eslabones que faltan en la
cadena que nos sostiene. Ahora descansa. No habrás los ojos. No te abraces a la
almohada. No pienses. Solo sueña.
- Lo siento.
- No hables.
- Solo es que estoy un poco nervioso. Eso es todo.
- No hables.
- ¿Tú crees que es cierto? Todavía no me lo creo.
- Tranquilo Marcel, mañana seremos ricos.
No sé cómo sucedió realmente, creo que nunca llegaré a
saber cómo sucedió todo para que en un solo momento el castillo de cartas se
cayese y dejase los sueños y la sangre desparramados por el polvo del suelo...
El sol estaba bastante alto cuando Isaac me despertó
entrando en la habitación con un muñeco de peluche en brazos, era un gran
elefante de más de un metro de longitud, lo dejó encima de su cama y se marchó
tan rápidamente como había entrado. Miré el reloj y observé que quedaban cinco
horas para la reunión, me levanté y fui al salón, vi el final de la película y
entré a la cocina. Dentro todos estaban nerviosos. Bormano apenas podía
mantenerse quieto en su silla mientras Yerkari y Serban preparaban la comida
aparatosamente, apenas se hablaba pero todos sabían el pensamiento que ocupaba
el cerebro de los demás. Encima de la mesa había cinco pistolas que todavía no
había visto. Bormano me miró señalándolas con el dedo.
- Por si acaso, nunca se sabe. Coge la que quieras.
Las miré y deseé no coger ninguna, finalmente me decidí
por la más pequeña; jamás había disparado una de ellas y el mero hecho de
cogerlas me molestaba. El trabajo es el trabajo, pensé, mientras Bormano me
explicaba cómo se disparaba el aparato de metal. Más tarde comimos y a la hora
de tomar el café Lio Lin apareció puntual como era su costumbre, contamos el
dinero por última vez y nos marchamos en los coches hacia el lugar donde habíamos
fijado el encuentro, un pequeño hotel a la afueras “Ferchas hotel habitación
10”.
Todo lo demás es historia. Isaac se equivocó al vaticinar
que seríamos ricos, Bormano se equivocó también al pensar lo mismo, sin embargo
acertó al creer que nuestras vidas serían diferentes a partir de ese momento;
solo sé que hubo un instante en que estuvimos todos reunidos y alguien llamó a
más invitados de los debidos, porque de repente aparecieron varios policías sin
nuestro permiso y fue entonces cuando alguna pistola disparó una bala que fue a
dar en el pecho de uno de los recién invitados, que cayó bruscamente al suelo
en medio de otros disparos, fue entonces cuando cogí la pistola y comencé a
disparar sin poder pensar absolutamente en nada. Fue como si hubiese tenido un
breve estado de amnesia, me encontré enfrente del volante del coche con el
acelerador debajo de toda la fuerza del pie robándole los kilómetros a la
distancia. Isaac intentaba taponarse una herida que había recibido en la pierna
a causa de un balazo. Gritaba “¡puto chino de mala muerte!”. Y se miraba la
pierna sangrante y el pantalón empapado de rojo. Algo había fallado. Comencé a
recordar la habitación, ese primer disparo, a Bormano con la pistola todavía en
la mano, ni siquiera se había movido de la silla donde estaba sentado a causa
de la escayola traicionera que le había impedido levantarse a tiempo, a Serban
ayudando a Yerkari muriendo también los dos. lo recordaba todo en un ruido rojo
que inundaba el ambiente, que nos rodeaba formando una telaraña infranqueable.
Isaac seguía gritando “¡ puto chino de mala muerte!”. Ahora Bormano, Serban y
Yerkari estaban muertos e Isaac herido; yo, milagrosamente, estaba intacto, la
lluvia de balas no había conseguido mojarme. Y Lio Lin, ahora lo veía claro, era
quien había buscado más compañía de la necesaria, recordaba cómo en casa había
enseñado su hermosa arma que después no había utilizado, cómo era a él a quien
no habían disparado cuando había cruzado la puerta escabulléndose por el
pasillo entre los polis, lo tenía que haber matado entonces, valiente hijo de
puta que nos había vendido sabe Dios por qué. Todavía era de día y en la cabeza
solo cabía la idea de la huida, la huida a cualquier lado que estuviese lejos,
a estas horas ya estarían registrando nuestra casa donde no habíamos de volver.
¿Dónde ir? Isaac me miraba y callaba, y fue ahí cuando todo pasó a mi alrededor
y me di cuenta que Martaux ya era otra parte de un pasado que no habría de
volver para nosotros, y Xania la de los ojos claros y la playa de blanca arena
y la chatarrería y Arizoni, todo estaba muerto para nosotros como lo estaba
Bormano y Serban y Yerkari que volvían a la memoria desde su suelo teñido con
su sangre sin lecho de amor donde volver a besarse nunca más juntos. Lio Lin
nos la había jugado bien. ¿Y el dinero? apenas teníamos unos pocos billetes en
el bolsillo que no habría de servirnos para casi nada, el castillo de arena se
había desplomado con una simple ola inesperada, el sueño de un futuro asegurado
hecho trizas sin tiempo para recoger siquiera los añicos que había dejado. Miré
a Isaac cruzándose nuestra mirada.
- ¿Dónde vamos? - con voz asustada.
Seguí la línea recta de asfalto con la vista y golpeé el
volante con el puño.
- No lo sé, joder, no lo sé.
Y nos perdimos en la carretera.