miércoles, 21 de mayo de 2014

poesía nº 120 (escena III)



Un ojo. Otro ojo. Pelo.
Una boca. La almohada.
Un día pasado, no
muy lejos, de noche clara,
las estrellas por testigos
sus ojos en ellos clavan.
Unos labios cerca sueños
murmuran y besos claman.
Se gira y mira el techo.
La lámpara allí, la cama
aquí. Al final se besan.
Sus recuerdos le acompañan
en su insomnio cada noche.
El corazón fuerte llama
en el pecho al amor
de aquella antigua amada
que una vez estuvo entre
sus brazos. Fuerte la llama
en el pecho arde aún;
no se extingue, no se acaba.
Sudor tras el escenario.
Recuerdo. Sudor. La sábana
húmeda por el sudor
se encuentra. Sudor. La almohada
por la lágrima furtiva
también se encuentra mojada.
-¿Nunca has llorado, pequeño?-
Pregunta – Él solo calla
y llora. Sus labios buscan
labios que besar ¿La amas
todavía? ¡No! Sí… un
poquito solo…¡La amas!
-¿Nunca has llorado, pequeño?-
Pregunta su blanca almohada.
El llora y calla. El mar.
Un bar. Un aula. Ventanas.
Una pizarra que verde
espera. Arena y playa.
Un árbol caído. Risas.
Una tienda de campaña.
Sol. Azul el cielo arriba.
Aquí abajo la cama.
Vagas por la hermosa hierba.
Noche. Oscuridad. Tu alma.
La rodeas con tus brazos.
Destila amor su mirada.
Tu sonríes. Ella se esfuma
y desaparece rápida.
De espaldas al techo estás,
destapado y sin tu sábana
blanca. Tu soledad negra
ahora es tu guardiana,
y tus lamentos amargos
la fruta de su mañana.
Te quiere, no te abandona.
Aplausos. Muchos. Muchachas.
Muchas.  Admiración ciega.
Pasión. ¡Éxtasis! Tu almohada…
Su melena acaricia
la ansiosa piel de tu cara.
Es posible que cabalgues
solo, muchacho, sin capa
que te cubra de ese sol
que no quema, que abrasa.
Ella tal vez te quiera
todavía. La esperanza
no muere perdida y sola
nunca. Esperará a tu alma.
Te besa. Te besa. Sueña
que eres feliz y descansa,
duérmete. Seguro que otro
día nacerá mañana.

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