¿A alguien una risa le trajo alguna vez un recuerdo? Todo nos trae
recuerdos, una fecha, un color, un perfume, una palabra y por supuesto
una canción. Todo tiene su poder de evocación.
El titulo de la columna de hoy viene de un tipo de mi pueblo que era
conocido por su forma de reírse, que por lo visto se asemejaba al motor
de los míticos tractores Barreiros. Yo me acuerdo de él por eso, de
hecho, nunca supe cómo se llamaba.
Creo que a él le gustaba su risa, porque se reía mucho, aunque como
al motor, al principio le costaba. Después cogía velocidad crucero y se
pasaba un rato. No solo yo, todo el pueblo le conocía como el Barreiros.
Después con los años he visto que todo nos puede categorizar,
etiquetar, clasificar. Incluso la risa. “Dime cómo te ríes y me
mostrarás cómo calzas”. Porque en la risa proyectamos parte de nuestra
forma de ser, de vivir. Y cada uno tenemos nuestra propia forma de
reírnos.
Categorizar, etiquetar, clasificar… ¿Cómo se ríen los malos?, ¿cómo
se ríen los ancianos? ¿Y los cultos, y los analfabetos? Si nos ponemos a
caracterizarlos con una risa, el resultado podría parecer sorprendente
por lo similares entre ellos. Nos hemos formado una idea de cómo se
tiene que reír un malo, porque dentro de sus características una de
ellas es esa risa maligna. Esto puede llegar a sorprender,
especialmente, cuando por primera vez en tu vida ves cómo una persona de
risa limpia y cristalina, pura, te clava un puñal por la espalda. A mí
me pasó (metafóricamente), pero aprendí que la risa también tiene sus
convencionalismos, y que es importante conocerlos.
Parecerá estúpido, pero para subir en la escala social un
determinado tipo de risa puede ayudar a alcanzar una mayor cima. Porque
los que están arriba ríen diferente que los que están abajo. O quizás se
ríen igual, pero de forma distinta. El caso es que de la misma manera
que la vestimenta esboza un rol, la risa también lo “viste” y lo
perfila.
A mí, personalmente, la risa que más me gusta es la risa sincera.
Esa risa que le sale a uno del alma y le parte el pecho de alegría y
diversión. Porque la risa que no es sincera se percibe, uno recibe la
impresión de que algo no encaja exactamente, una impresión que raspa.
Hay que tener cuidado con la risa que no es sincera. Es preferible no
reírse, que por no reírse tampoco pasa nada.
He comenzado preguntando por si a alguien la risa le trajo algún
recuerdo alguna vez. Y pensando y recordando me he dado cuenta que tengo
pocos recuerdos de risas, y aún menos risas que me hayan recordado
alguna vez otro momento. Claro, con una canción es más fácil, la oyes
muchas veces, y un estimulo hace saltar el resorte recordatorio. Sin
embargo, con la risa es más complicado, porque el estímulo raramente
está y no hace saltar ningún resorte.
Por eso quizás nos ponemos nostálgicos recordando la risa, porque no
la podemos llegar a recordar, nos acordamos de cómo se reía la abuela,
un amigo, pero no la risa exactamente. Queremos recordar y nos acordamos
de su cara, de su ropa, de su sonrisa, pero de su risa y su perfume no.
Por eso la nostalgia, y porque la risa lleva implícito un momento
culminante. Toda risa es un momento culminante, el propio cuerpo realiza
una metamorfosis para adaptarlo a ese instante de exaltación. Raro es
un recuerdo donde la risa y la tristeza vayan juntas. A todos nos gusta
reír.
Sin embargo la sociedad premia cada vez menos la risa, no parece
productiva ni responsable, no parece eficiente. Y la risa sí puede ser
eficiente. De hecho, creo que una dosis adecuada de risas al día provoca
un mayor rendimiento laboral y personal. Si el ambiente laboral es más
distendido, y la realización de la tarea no se ve perjudicada por esta
distensión, el resultado mejora. Yo mismo he tenido trabajos de por sí
algo penosos, pero el ambiente de trabajo hacía más llevadero ese
esfuerzo físico.
En definitiva, debemos reírnos más. La risa no solo es eso que suena
en las series norteamericanas cuando alguien suelta una gracia. Debe
salir del corazón para el corazón, y debemos considerar la risa un bien
preciado que está ahí para hacer nuestra vida más llevadera y agradable.
Creo que el Barreiros no era muy listo. Además, era algo feo. Me
parece que no escaló mucho en la vida, y ni siquiera sé si era o fue
feliz. Solo me acuerdo de su risa. De lo que sí estoy seguro, que cuando
se reía, se reía con ganas, y que en ese momento, a todos los que
estábamos allí nos daba un poco de envidia su felicidad espontánea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario