domingo, 18 de mayo de 2014

poesía nº 281



Dulce amor, dulce amor,
¿Dónde dejaré el hospedaje de tu vientre?
Hoy todas las amapolas se tiñeron de tu nombre,
Princesa, último rincón de mi reposo.
¿Cuántas veces he escuchado contarte despacio,
a solas?
Las olas van y vienen pero las caracolas
ya no callan tu mar.
Dulce amor, dulce amor,
¿Cuánto te quiero esta noche?
¿Tú lo sabes? Yo ni lo sé.
El aire hiere la espera del contacto
de tu aroma
en esta redoma que me corroe.
Mañana soñaré que todo fue hermoso
en la imagen de tu caricia,
y el espejo certificará mi asombro.
Dulce amor, dulce amor,
¿Tantas serán las horas de este goce, de este penar?
Te quiero como nunca te he querido
y como siempre quisiera quererte,
en medio de este olvido que no quiero querer,
en medio del suspiro de esta piel que me cubre
con la boca de tu alivio.
Mañana será otro día,
hoy apuro mi suerte a tu suerte,
caigo fuerte y me levanto,
y mientras tanto obvio
tu ausencia por no verme sufrir.
Hoy te quiero, dulce amor, dulce amor,
después Dios dirá en su reino de cristal.
Las acera guiarán mi paso
hasta tu umbral, y al cruzar
la acequia de esta huerta seca
el agua regará la tierra muerta
de este alma aún por cultivar,
de este mar aún por navegar.
Hoy te quiero  dulce amor, dulce amor,
hoy te quiero y no te quiero soñar:
te quiero porque no haces sentirme extraño,
sentirme especial en el silencio
de una luna llena que nunca a de menguar.
La voz más pura,
el hilo de la tela que me cubrirá,
la nana que me acunará,
la inocencia en su alborozo.

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