sábado, 5 de abril de 2014

poesía nº 260

Llevo mil noches seguidas durmiendo solo.
Las sábanas siempre están frías,
y la casa, tan vacía,
me responde con su eco cada día.
Las voces se callaron
para dar paso al ruido de la tele,
de la radio, una compañía tangencial
que roza un poco, que no moja,
que no cala, que no responde si la llamas.
Y después de las mil noches
he aprendido a comprenderme a mí mismo,
a vivir este eterno insomnio,
a conocer mis propias limitaciones
como quien conoce sus propias manos,
su propio miedo.
Ahora sé que los momentos que tuve se acabaron
y que los momentos que ahora tengo
son los que hay; un rayo de sol
en la ventana de una calle
o una triste canción.
El tiempo parece largo, y sin embargo,
acaba siendo corto, como tú.
Nadie me dijo que el brillo
solo fuese el reflejo de una luz.

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