martes, 15 de abril de 2014

el espíritu de los tiempos (16º)



Siete días permaneció Bormano en el hospital, luego lo trajeron en una ambulancia. Se agenció unas muletas y a partir de entonces comenzó a formar parte del decorado de la casa. Cinco meses con la escayola, ese era el tiempo que le aconsejaron, luego debería volver al traumatólogo para observar su evolución. En realidad las muletas no ayudaban mucho, el hecho de tener la pierna totalmente escayolada le impedía moverse con soltura, a decir verdad apenas a moverse. La televisión se volvió casi ininterrumpidamente presente, Bormano, sentado enfrente de la pantalla escupiendo imágenes, con la pierna sobre la silla, viendo pasar el tiempo. La casa se volvió lugar de encuentro de tipos variopintos, extraños, que pasaban por el banco verde y comerciaban con Bormano todo tipo de fantasía material, gente muy educada, llegaban con sus buenos días, comentaban el programa de la televisión, realizaban la transacción y luego se marchaban, dejando a Bormano con sus cuentas y sus números, viendo cómo el sheriff se marchaba con el caballo en busca del séptimo de caballería para perseguir a los indios. Leslia empezó a dormirse muchas noches en casa acompañando a Bormano en su paciente espera. Había algo en el ambiente que sugería cambios, flotaba un aire que raspaba la piel y la inquietaba. Arizoni venía alguna noche a cenar, se quedaba hasta las tantas y luego se marchaba solo, de madrugada, embutido en su chaqueta marrón de pana antigua. Isaac lo despedía en la puerta, y cuando le veía marchar se daba la vuelta y cerraba la puerta; luego apagaba las luces de la casa y se escondía en la cama a oscuras, por no despertarme.
            Un día Obnob apareció por casa; llamó a la puerta y Yerkari le invitó a entrar. Traía unos papeles, Isaac y yo nos miramos extrañados y Bormano de un grito de Exclamación, desde el salón, le llamó. También nos llamó a nosotros, diciéndonos el significado de tantas horas delante del volante, sin decirnos nadie nada, llegó Obnob y se sentó en el banco verde, abrió la carpeta y sacó los papeles.
            - Solo hay que poner los nombres y firmarlos ¿Quién lo va a hacer?
            Bormano nos miró. Entonces lo supimos, nosotros firmaríamos los papeles y constaríamos como dueños, Bormano se encargaría del dinero. Firmamos. Bormano sonrió. Obnob se quedó a cenar. Nos confesó que se sentía viejo para seguir con la chatarra, que ya no deseaba ver cómo se le pasaban los años sin disfrutarlos un poco y lo que le quedaba de esta vida quería disfrutarla como no lo podía haber hecho antes. Estuvo hasta bastante tarde, contándonos viejas anécdotas de los años pasados, de los duros comienzos. Dijo que estaba muy cansado. Después se marchó.
            - Es triste ver a una persona cómo se da cuenta que la mayor parte de su tiempo lo ha desperdiciado - comentaba Isaac desde la oscuridad próxima que lo escondía en su cama, a un metro de distancia.
            - Sí, es triste, pero ahora somos los dueños - le respondí desde la total relajación que da la seguridad.
            El negocio era nuestro, o por lo menos eso constaba, ya no deberíamos dar explicaciones a nadie, las explicaciones eran nuestras y de nadie más, no tendríamos que madrugar, Bormano lo había comprado y ahora éramos socios. Un negocio respetable y de muchos años como perfecta tapadera.
            - La tapadera de metal - pronuncié suavemente.
            - Sí, exactamente, negocio limpio - e Isaac se rió - ese era  el proyecto de Bormano, buena jugada, lo que no entiendo es por qué no nos quiso decir nada.
            - ¿Y si hubiésemos dicho que no?
            - ¿Hubieses sido capaz de no aceptar?
            Lo pensé. La evidencia demostraba que efectivamente nunca hubiese podido dar la respuesta negativa.
            - ¿No ves? Tú mismo tienes la respuesta. Solo era una sorpresa. Ahora todo es cuestión de encontrar un par de personas que nos sustituyan y nosotros nos quedamos como jefes. Los negocios son los negocios, y éste es un muy buen negocio. Bormano compra, Bormano paga, y todo por nuestro nombre; todo es comenzar, lo demás es mucho más fácil. Acuérdate lo que te dije cuando vinimos a Mazur, que había que salir de ese cubo de basura para poder sacar la cabeza y poder respirar aire puro, y ahora lo tenemos, y somos jefes.
            La habitación permaneció por un momento en silencio, luego como el blanco se rompió.
            - Supongo que lo habrá hecho con cuidado... - le insinué.
            - Tranquilo, está a nuestro nombre, no es extraño que dos empleados le compren al dueño que se quiere jubilar el negocio. Cuando Bormano decía que continuásemos sabía lo que decía. Además ya lo has oído, tampoco es tanto dinero, todo perfectamente legal.
            Las voces se apagaron resonando todavía como el eco las últimas palabras “perfectamente legal”. Las voces se fueron dejándome con el silencio del negro de la habitación, trayéndome a Xania hasta mi mente y besándola con el pensamiento indeleble de su piel hasta que acabó fundiéndose con el negro de la noche, después el del pensamiento, hasta morir en alguna ensoñación descontrolada.


            -... por fin viajé hacia lo indefinible, me perdí en la abstracción para intentar encontrarme conmigo mismo, buscando en lo recóndito. Ahí nací, fue hace años, una de esas temporadas donde todo camina en círculos sin llegar al mismo sitio, porque apenas se mueve, y fue ahí donde quizás lo encontré, en medio de la circunferencia, solo era cuestión de evitar las fronteras. Excavé donde no me atrevía porque la ausencia de color no dejaba ver, fue un salto hacia delante pensando en nada, y luego solo flotar. Hay veces donde se debe hacer lo opuesto a lo razonable, conocí los rincones explorándolos y luego los abandoné para encontrar rincones nuevos donde poder arrastrarme sin prejuicios.  Era como el humo, todo niebla, todo denso impenetrable hasta la muerte, buscar la puerta y cruzarla sin importarte el pasado que no puede alcanzarte, que intentas que no pueda alcanzarte y espíe tus movimientos. Fue un viaje extraño, desnudo, sin equipaje para ir más ligero y más desconocido hacia eso desconocido donde nos conocemos todos en nuestra parte más oscura. No es fácil, me costó, de verás, bucear dentro no es como nadar fuera, la superficie puede esconder el dolor debajo e incluso ayudarte a poder respirar, pero dentro nada puede refugiarte de las heridas que más intimidan a nuestros sentimientos y mucho menos a nuestro subconsciente disfrazado de impurezas. Al final del salto encontré la verdad, el viaje hacia lo indefinible se materializó en la concreción de la realidad realizada y temida; tal vez lo que más me dolió fueron las lágrimas, verlas caer sobre las manos abiertas e impotentes ante el miedo. Con el tiempo el dolor se asimila y acaba reciclándose en la aceptación, luego termina siendo lo que debe de ser, amor y placer.
            - Te comprendo perfectamente - le sonrió Arizoni.
            Los miré, los dos se cruzaban la mirada formando un canal mutuo e intransferible. Dejé la bandeja sobre la mesa y volví a salir para volver a entrar con la botella y el pan. Cerré la puerta, me acerqué hasta el mando a distancia y cambié el canal. Entonces me miraron y sonrieron confidencialmente. Llevaban un buen rato hablando cuando había llegado a casa. Isaac y Arizoni seguían la conversación, cambiando de temas tan rápido como el cerrar de los ojos. Desde el día en que Obnob apareció con aquella carpeta nuestra vida había cambiado, el tiempo se había vuelto más nuestro y más intenso, podíamos disponer de él libremente. Bormano encontró un tipo que llevase el camión e hiciese el trabajo mientras nosotros nos dedicábamos a mayores empresas. Muchas noches tras las luces de las bombillas se podía encontrar a Isaac escribiendo sus palabras en busca del amanecer, y muchas de ellas el amanecer le encontraba sobre el banco verde con los ojos cansados y las páginas desvirgadas por su pluma.
            Acarició la piedra de su precioso mechero y encendió el porro, lentamente, alargando la llama sobre la punta del papel de arroz, le dio un par de caladas fuertes, apurando, y lo pasó a Arizoni.
            - Es bueno - comentó Arizoni.
            - Sí, de primera calidad -y sonrió.
            Por la pantalla cuadrada emitían anuncios de colonias, la Navidad comenzaba a aparecer por adelantado desde su mundo de publicidad y luces de neón, la misma Navidad que llegó el año anterior en su misma forma y en su misma corrupción. Papa Noel anunciaba coca-cola y los renos volaban por el cielo multicolor. Cambié de canal.
            - Eh, Marcel, toma.
            Arizoni me pasó el porro mientras metía el tenedor en la boca; lo cogí y masticando un trozo de pollo aspiré fuertemente el humo dejando un extraño sabor a la carne masticada, la tragué y le di otra calada haciendo enrojecer la ceniza que caía muerta sobre mi plato, por suerte a un lado de las pechugas. Bormano, excepcionalmente, había abandonado la casa junto a Serban y Yerkari diciendo que se marchaban a un bar a “desentumecer la pierna”. Fuera hacía frío y llovía.
            - ¿No has quedado con Xania?
            Miré el reloj, eran las nueve de la noche.
            - Sí, dentro de una hora, a las diez.
            Seguí comiendo la carne. Isaac estaba leyendo algo, era algo relacionado con las pelotas de goma, ya lo había oído, ahora vendría la explicación del por qué de los botes verticales. Apuré el último bocado y me levanté mientras iba recogiendo los cubiertos, la botella, el pan, de la mesa; la limpié y desaparecí por la puerta en busca de la ducha. Arizoni e Isaac apenas miraron al oír la puerta.
            Cerré los ojos e imaginé una habitación conde siempre estuviese lloviendo, ininterrumpidamente, con esas gotas finas y calientes que parecen pequeños pinchazos de alfiler. Busqué la esponja y el jabón y enjaboné mi cuerpo llenándolo de espuma blanca. Era una habitación totalmente de cristal, suspendida en el vacío, rodeada del azul del cielo.

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