- Sé cómo te sientes, ¿Te
crees que eres el único que le ha sucedido algo parecido? Lo peor de todo es
que por ahí se empieza y se termina por otra parte parecida, pero ya sin nada.
Tenía razón, solo que él no sabía que no era el comienzo,
esto parecía estar más cerca del final que del principio. Hice una boquilla de
cartón y la coloqué al principio del papel, luego lo prensé cuidadosamente y
antes de liarlo y pasar la punta de la lengua por la pega.
- Nadie mejor que tú para saber en la posición en la que
te encuentras, qué es lo que sientes.
- Qué quieres que te diga, ¿Qué la quiero? ¡Claro que la
quiero!, joder, tú lo sabes bien, pero últimamente me pone enfermo. No sé qué
hacer... - le dije levantando la mirada hacia él.
Puse el porro en la boca y lo encendí aspirando
fuertemente la primera calada para que prendiese mejor. Estábamos solos en
casa, desparramados en el sofá observando cómo anochecía; los otros tres se
habían marchado a tomarse unas cervezas al bar de abajo, Bormano ya se defendía
mejor con las muletas pese a que desplazarse se le hacía costoso y molesto
todavía. El humo ascendía parsimoniosamente.
- ¿No estarás celoso? - me preguntó con una sonrisa
perspicaz.
- ¿Yo? - dudé la respuesta - por supuesto que no, Isaac,
sabes bien que a mí no me afectan esas cosas, yo no gasto de eso - y me reí.
- Entonces, ¿Por qué te revienta que le caiga tan bien
Morla? ... que por cierto, es muy guapo.
- Porque no me gusta que la chica con la que salgo se
acerque a un idiota.
Le pasé el porro. En la televisión estaban poniendo
dibujos animados. Estos eran nuevos, no los conocía. Eran bastante malos. Me
levanté y fui a la cocina volviendo con una tableta de chocolate con almendras.
- ¿Y para ti no hay mujeres en esta ciudad? - pregunté dejando
caer la pregunta sobre el silencio que se había formado.
- Parece que no, las especies extrañas suelen andar en
peligro de extinción.
- ¿Ni para una noche? Para ligarte a una chica una noche
no hace falta ser demasiado exigente. Hammer por ejemplo, ¿Por qué no te has
ido nunca con ella?
- No es mi estilo. Además, nadie dijo que fuese tan fácil
ligarse a alguien decente - respondió casi ofendido.
- Seguro que te falta valor para entrar a matar.
- Será cuestión de eso. De todas formas estate tranquilo
que el día que me ligue a una tía serás el primero en saber la noticia.
Fin de conversación. Sin embargo era curioso que todavía
no hubiese ligado en Martaux; recordaba cómo en Mazur tenía fama de ser un
experto en saber tratar a las mujeres, se contaba que casi ninguna se le
resistía si él se decidía a conseguirla.
Calladamente, silenciosamente, nos fuimos comiendo toda
la tableta hasta dar con ella. Los dibujos no mejoraban, sin embargo no
cambiamos el canal.
- ¿Hago otro porro?
- Como quieras.
- Entonces lo hago.
Cogí la piedra y comencé a quemar por una esquina.
- ¿Cuándo has quedado con Xania?
- No hemos quedado, le tengo que llamar. Por lo visto
últimamente anda bastante ocupada y no tiene mucho tiempo. Yo tampoco la quiero
agobiar mucho.
- ¿Antes no os veíais más?
- No me toques las narices, no estoy para bromas - le
respondí bruscamente.
- No era mi intención; de todas formas te veo muy
excitable. Tranquilízate e intenta calmarte, yo no tengo la culpa.
- Lo siento, no sé lo que me pasa - murmuré con tono
lastimero buscando la forma de calmarme y pensar las palabras.
El silencio, solamente roto por los sonidos que escapaban
de la televisión, volvió a invadirlo todo, especialmente nuestro interior,
sobre todo el mío.
- Lo sé, sé cómo te sientes. Tranquilo, ya verás cómo
todo se soluciona pronto - dijo con voz suave, sin dejar de mirar por la
ventana las luces de fuera.
Lo miré por un momento antes suspirar. Pronto darían las
siete y media.
- Gracias.
Isaac tenía razón, estaba muy excitable. No estaba
acostumbrado a esta nueva situación moral; siempre había sido un tipo
equilibrado, era de la opinión de que en el equilibrio se encuentra la base
para cualquier tipo de actividad, especialmente en la de formar el amor en una
relación. Sin embargo el amor se estaba descascarillando cada vez más
rápidamente delante de mi propia cara sin saber por donde atajar el problema, y
de todos es sabido que los agujeros negros lo absorben prácticamente todo. Ese
era el problema, luchar contra el agujero negro, parecía una victoria
imposible. A un primer momento donde la conciencia había clavado los primeros
alfileres se unían ya no solo sus
pinchazos sino el frío acero de la espada de los celos. Sí, estaba celoso, para
qué negarlo, solo que únicamente lo sabía yo y no pensaba demostrárselo a
nadie, y menos a Xania. Isaac tenía razón, estaba muy excitable, el hecho de
que ya no podía con ella todo el tiempo apetecido porque lo necesitaba para
otras ocupaciones hacía que dudase de las verdaderas razones truncándolas por
una incógnita menos clara que habitaba en mi mente. Esa extraña sensación que
quema la garganta como un trago de vodka y que hace que la cabeza difumine la
razón ya formaba parte de mí. Con Marzo
llegó el buen tiempo, los días más largos y más calientes, más luminosos.
También llegó la noticia del próximo trato, Lio Lin volvió a aparecer más
asiduamente por casa, si todo salía bien la cantidad de dinero sobrepasaría con
creces la anterior, iba a ser un montón de dinero. A partir de entonces en casa
se respiró el ambiente de la espera intranquila, no se hablaba mucho del tema,
lo suficiente para no dejar un cabo suelto y algún que otro pequeño comentario.
Bormano volvió a engordar, empezaba a ser algo preocupante, nunca había estado
tan gordo; no es que pesase demasiado, pero el ritmo de engorde era notorio. Un
día fue a comprarse ropa y volvió con todo un cargamento de camisas y
pantalones nuevos. Yerkari y Serban también estaban intranquilos, se movían por
todos los sitios y en ninguno podían estar mucho tiempo, excepto en su
habitación, donde se pasaban gran parte del día, casi siempre follando como
locos, para quitar los nervios. Quien parecía más tranquilo era Isaac, miraba
al techo y volvía sobre la hoja blanca, sentado en el banco de color azul
pasaba las horas escribiendo, sabe Dios qué, llenando hojas que en un futuro
más o menos próximo quemaría para purificarse con el fuego. Yo simplemente
permanecía ausente, mi cuerpo se encontraba cerca de todo pero mi mente distaba
mucho de él, mi cabeza tenía suficiente ocupación con intentar poner en orden
los papeles del corazón. Un par de días fuimos a la playa; el agua todavía
estaba algo fría, pero tumbados en la arena de la playa, con el sol sobre
nuestras caras, pudimos echarnos alguna siesta mientras la brisa acariciaba la
piel. Aún no había mucha gente, pero poco a poco, lentamente, cada día se veía
a más personas colocar sus toallas cerca de las rocas primero y más tarde por
toda la playa. Semana Santa se acercaba, se olía en el aire, toda la maquinaria
que existía para que aquellos días sacros refulgiesen con el mismo brillo de
todos los años daba los últimos retoques a todo el engranaje de personas y
organización; la tradición pesaba demasiado como para dejarla a la
improvisación. También fueron días de vídeo, innumerables películas de vídeo,
tuvo que ser como una fiebre, levantarnos y desayunar con Fellini, comer con
Spilberg o cenar con Humprey Bogart. Daba igual, cualquier película era buena,
enamorarse con Bergman o matar japoneses con bombas o patadas inverosímiles.
Miraba la pantalla y observaba al protagonista, imaginaba ser yo aquel que
luchaba, besaba o moría, aquel que era el centro de algo, por lo menos de su
propia historia. Miraba y soñaba despierto; sin embargo aprendí que es más duro
olvidar un buen sueño que ver finalizar una buena película.
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