De verdad te digo que odio conducir de noche,
y eso que hubo veces que no estuvo nada mal; el coche rápido, que más que
correr volaba, y nosotros dentro, que la música rebotaba entre las cabezas y
luego salía disparada por la ventana. Aquello sí que era vivir. Sin embargo
nunca me acostumbraré, que le tengo cierto respeto, que tú no estabas aquel día
cuando se nos cruzó, pero que nos dimos una vuelta entera y nos quedamos
mirando al río. Boni se puso blanco y tuvo que sacar la cabeza por la
ventanilla. Lo que no le perdono es que me manchase la puerta y al día siguiente
lo tuviese que limpiar yo, con lo fácil que hubiese sido que la hubiese abierto
y hubiese salido.
...
círculos. Al final todo se reduce a círculos. Círculos de colores. Círculos
viciosos. Círculos concéntricos. He perdido el tiempo, porque siempre llego al
mismo sitio, lo que sucede es que ahora son más grandes... es posible... o
no... no depende de mí, supongo.
No hay
más que esperar. O eso me dijo. Decía que esta vida era esperar. Solamente.
Esperar a crecer, esperar a hacer tu vida, esperar a la vejez y esperar a la
espera final. No estoy muy seguro, quizás tenga razón a veces, pero en el fondo
creo que eso es perder el tiempo, el poco que tenemos. En la vida no hay que
esperar, hay que ir a buscar. Tú lo sabías bien....
Ahora
cuando los días sean más grandes te echaré de menos, sobre todo los que fueron
nuestros. Es cierto que de todo aquello hace ya mucho tiempo, o quizás no
tanto, solo sé que te echaré de me-nos. No hacíamos mala pareja cuando
bailábamos. Cuando llegue allí me gustaría ver a alguno de todos estos, para no
sentirme extraño. Seguro que habrá algún periodista y esos amigos franceses de
los que a veces me hablabas en las cartas. Sin embargo yo querría ver a
Yolanda, o a Ekaitz, o a Keyta, pero París está muy lejos y además tendrán algo
que hacer, o no podrán ir. Cuando los días sean más grandes con su cielo azul y
el sol más caliente me acordaré de nosotros y de ti en el pantano pintado,
diciendo que como la luz del verano no podría haber ninguna. Luego sonreías.
...los
de la generación precocinada. Eso nos llamó, y en el fondo puede que hasta
tuviese razón. Hablaba y hablaba. No me acuerdo ni de su nombre. Me lo
imaginaba con pelo blanco y largo, sentado en una silla negra, con el
micrófono, diciendo cosas del microondas
y pizzas. Por lo visto venimos enlatados, solo es cuestión de calor concentrado.
No hay que preocuparse, los ingredientes
son responsabilidad de los demás, no tuya. Aquel sociólogo parecía que sabía,
sólo se le olvidó decir que algunos individuos vienen en envases defectuosos.
Ya no
escribiste más poesía. Un día me dijiste que ya no lo harías y no lo volviste hacer.
Después solo pintabas, mucho, a casi todas horas. Días pintando, a veces
semanas. Solo pintura y pincel. Me gustaba verte pintar en el desván, con la
atmósfera agobiante de disolución, con tu bata manchada de rojo y negro y
blanco y verde y azul y todos los colores. Ya no me enseñarás a pintar. Jamás;
y eso que ésta es la palabra más larga que conozco. Es una lástima, me hubiese
gustado tanto... ahora no tengo tiempo, entre la oficina, una cosa y otra
apenas respiro...
...
mirando a través de la ventana. Fuera seguían las mismas calles; quise
cambiarlas pero ellas se burlaron. Las luces por la noche cada vez alumbran
menos. Algún día volveré y no encontraré el camino. Al final opté por quitar
todos los carteles, los posters, las fotos, solo la pared blanca. Es mejor. La
miras y ves lo que quieres, es como una pantalla y tú el espectador y el
protagonista. A veces es triste porque piensas que el blanco se hará
inmensamente grande y me hará desaparecer y crees que hasta sería una solución
bastante razonable. Los elefantes están mu-riendo, uno tras otro, lloran porque
se han olvidado de ellos. Yo no quiero verlos morir, los quiero ver volar,
lejos, hasta perderse en el espacio, en el cielo azul. Solo sé que no me gustan
los laberintos cibernéticos y me siento muy solo. Echo de menos todas las
caricias, todas las sonrisas de fresa que servían por almohadas, todas las
miradas que tuve y se perdieron en el olvido. Es desolador dormirse abrazando
la antena parabólica.
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