domingo, 30 de marzo de 2014

poesia 301


Dormida la miro
cuando no la veo
y no me mira.
Dormida la abrazo mientras respira.
Dormida vuelve a mi nombre
y yo a su verbo;
rozo su piel e inconsciente después
gira su espalda hacia mi cuerpo,
yo se la acaricio y no me duermo.
No me duermo.
No me duermo.
La siento tan cerca que pienso
que es mío su latido,
mío su pelo,
mío su suspiro,
mío su deseo.
Después cierro los ojos
por no verla mientras miro,
por no sentirla mía
más de lo que debo,
por buscar el sueño
que me lleve a la mañana
y me encuentre desnudo el pensamiento.
Ella me sonríe, lo sé,
lo noto en su aliento.
Es hermoso pensar
la hermosura que guarda la oscuridad,
a ella la mirada mientras duerme,
y a mí, el rubor oculto de mirarla descansar.

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