martes, 25 de marzo de 2014

poesía nº 102


Observando la historia
creo que en ella la gloria
se perdió, si es que acaso
una vez marcó mi paso,
si tuvimos, si fue nuestra.
No queda nada ya ni una muestra;
tan duro fue el pasado
que se nos quedó marcado
en el alma, en la paciencia
colectiva, en la obediencia
a ideales extinguidos,
asesinados, perdidos,
sumidos por Dios a penas
que abarcan vida llenas
de lágrimas y sudor,
trabajo esforzado en vano
que agota al ser, al humano,
al que vive para la muerte
por tan desgraciada suerte
de ser vacío en el camino,
por ser río seco el destino.
Mas no somos desterrados
de Dios, que somos honrados,
que la patria libertad
cerca espera. Pues, soñad
hermanos, que nuestra vida
aún no está perdida,
que al alba alumbra el hecho
del fruto sacado  al techo
de nuestra lucha sin par,
del esfuerzo y del llorar
de nuestras manos callosas,
sufridas y dolorosas
que al fin descansan en paz,
en paz, tras grito mordaz
ante la injusticia hiriente
de vivir de sirviente
para reyes de dinero
y de maldad. Solo espero
que al grito de. ¡Arriba hermanos!
levantemos nuestras manos
y gritemos: ¡Libertad,
libertad la libertad!

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