Vi todas las películas de amor: las de blanco
y negro, los musicales, las películas mudas y las de color, las de los sesenta
y las de los setenta y las de los ochenta y las de los noventa y las que me
inventé. Las vi todas, cuando el chico se abrazaba a la chica y ésta le besaba.
La película acababa y yo seguía miran-do, imaginando ser aquella chica guapa y
simpática e inteligente que abrazaba al chico guapo y simpático e inteligente.
Sin embargo, creo que solo fui protagonista de aquella que vi enfrente del
espejo, la de aquella pobre imbécil que miraba a la pobre imbécil que le miraba
desde el otro lado del espejo. No sé por qué no había un chico guapo en mi
película, sólo sé que no había, que sólo estaba la pobre bastarda del espejo.
Puse
la radio. Sólo se oían mensajes de "cuando le besé en aquel bar" con
todas sus canciones de amor. Los escuché todos, uno detrás de otro, sin
excepción, y no hubo ninguno para mí.
Mecaguen-todoslosquedicentequieroporlaradio. Yo solo quería abrazar algo que no
fuera mi almohada. Tampoco pedía tanto, creo. Una se sien-te muy sola, sobre
todo en noches como ésta.
El
rubio de la última película era romántico y quería a la sin-vergüenza de la
bailarina que en el fondo era buena y acaba enamorándose de él y la agarraba de
la mano mientras yo agarraba mi cerveza, por agarrar algo. Era hermosa. Era
hermoso. Yo también quería un beso pero no era bailarina. Mala suerte.
Los
mensajes de la radio han seguido. Todas querían mucho a su chico que era el más
mejor del mundo mundial y por eso los querían tanto. Debería estar prohibido
dar ese tipo de mensajes, sobre todo por la radio. Vivo en un décimo piso y el
balcón parece una buena respuesta para la pregunta del solitario. Las canciones
decían "I love you" y "Je T'aime" y "Nothing is compare
to you", pero ninguna decía "jódete gilipollas y me río de tu puta
cara de imbécil que sólo abraza almohadas y agarra cervezas". Debería
estar prohibido que digan semejantes mentiras por la radio.
He
buscado el sitio desde donde todo parece más cercano, pero no he podido ver más
que niebla gris. Girar y traspasar con un cuchillo para ver la pureza. Y todo
manchado de mierda. No quiero buscar más, estoy cansada de la jungla.
Algún
día cogeré a la pobre imbécil que vive enfrente de mi espejo y la mataré. Todos
me llamarán asesina y yo diré que tengo la eximente del artículo ocho a mi
favor y que no me pueden hacer nada, que la culpa la tuvo el rubio de la peli
que abrazó a la chica equivocada, que la chica buena estaba fuera de la
pantalla bebiendo cervezas y abrazando almohadas, que aquellos besos debieron
ser para mis labios medio olvidados y aquel amor que ella le daba era el mío,
que ellos eran los malos y yo era la buena, que mi único delito era tomar su
amor prestado.
Las
películas y los mensajes se pasaron. Yo quise volver a tener al chico guapo
entre mis brazos, pero las películas se pasaron y no volvieron. También se
acabaron las cervezas.
Son
las cuatro de la mañana de este maldito día y tengo miedo a dejar de escribir,
tengo la cama fría y solo me espera una almohada. Ya no está el chico que me
escribía poesías de amor y me agarraba de la mano, la que pensaba que era
bailarina. Pero aque-lla, como todas las películas, también pasó y agua pasada
no mue-ve molino, sobre todo si el molino está roto.
Aquí
dentro todo parece estar muy oscuro. Tengo miedo a que la pobre imbécil de mi
espejo utilice la eximente del artículo ocho a su favor.
Te
juro que aquí todo parece muy oscuro y que va a hacer frío.
Odio
el insomnio que me hace pensar.
Odio
estar tan sola.
Odio a
la almohada que me espera.
Odio
los mensajes de amor que no son para mí, que no son para nadie.
Odio a
la bastarda del espejo.
Te lo
juro, aquí todo está muy oscuro.
Tengo
miedo.
Tengo
mucho miedo.
No
quiero estar sola.
No
quiero ser un cartón de vino vacío.
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