sábado, 22 de marzo de 2014

9,8 m/s (al cuadrado) (XIV)



Vi todas las películas de amor: las de blanco y negro, los musicales, las películas mudas y las de color, las de los sesenta y las de los setenta y las de los ochenta y las de los noventa y las que me inventé. Las vi todas, cuando el chico se abrazaba a la chica y ésta le besaba. La película acababa y yo seguía miran-do, imaginando ser aquella chica guapa y simpática e inteligente que abrazaba al chico guapo y simpático e inteligente. Sin embargo, creo que solo fui protagonista de aquella que vi enfrente del espejo, la de aquella pobre imbécil que miraba a la pobre imbécil que le miraba desde el otro lado del espejo. No sé por qué no había un chico guapo en mi película, sólo sé que no había, que sólo estaba la pobre bastarda del espejo.
 Puse la radio. Sólo se oían mensajes de "cuando le besé en aquel bar" con todas sus canciones de amor. Los escuché todos, uno detrás de otro, sin excepción, y no hubo ninguno para mí. Mecaguen-todoslosquedicentequieroporlaradio. Yo solo quería abrazar algo que no fuera mi almohada. Tampoco pedía tanto, creo. Una se sien-te muy sola, sobre todo en noches como ésta.
 El rubio de la última película era romántico y quería a la sin-vergüenza de la bailarina que en el fondo era buena y acaba enamorándose de él y la agarraba de la mano mientras yo agarraba mi cerveza, por agarrar algo. Era hermosa. Era hermoso. Yo también quería un beso pero no era bailarina. Mala suerte.
 Los mensajes de la radio han seguido. Todas querían mucho a su chico que era el más mejor del mundo mundial y por eso los querían tanto. Debería estar prohibido dar ese tipo de mensajes, sobre todo por la radio. Vivo en un décimo piso y el balcón parece una buena respuesta para la pregunta del solitario. Las canciones decían "I love you" y "Je T'aime" y "Nothing is compare to you", pero ninguna decía "jódete gilipollas y me río de tu puta cara de imbécil que sólo abraza almohadas y agarra cervezas". Debería estar prohibido que digan semejantes mentiras por la radio.
 He buscado el sitio desde donde todo parece más cercano, pero no he podido ver más que niebla gris. Girar y traspasar con un cuchillo para ver la pureza. Y todo manchado de mierda. No quiero buscar más, estoy cansada de la jungla.
 Algún día cogeré a la pobre imbécil que vive enfrente de mi espejo y la mataré. Todos me llamarán asesina y yo diré que tengo la eximente del artículo ocho a mi favor y que no me pueden hacer nada, que la culpa la tuvo el rubio de la peli que abrazó a la chica equivocada, que la chica buena estaba fuera de la pantalla bebiendo cervezas y abrazando almohadas, que aquellos besos debieron ser para mis labios medio olvidados y aquel amor que ella le daba era el mío, que ellos eran los malos y yo era la buena, que mi único delito era tomar su amor prestado.
 Las películas y los mensajes se pasaron. Yo quise volver a tener al chico guapo entre mis brazos, pero las películas se pasaron y no volvieron. También se acabaron las cervezas.
 Son las cuatro de la mañana de este maldito día y tengo miedo a dejar de escribir, tengo la cama fría y solo me espera una almohada. Ya no está el chico que me escribía poesías de amor y me agarraba de la mano, la que pensaba que era bailarina. Pero aque-lla, como todas las películas, también pasó y agua pasada no mue-ve molino, sobre todo si el molino está roto.
 Aquí dentro todo parece estar muy oscuro. Tengo miedo a que la pobre imbécil de mi espejo utilice la eximente del artículo ocho a su favor.
 Te juro que aquí todo parece muy oscuro y que va a hacer frío.
 Odio el insomnio que me hace pensar.
 Odio estar tan sola.
 Odio a la almohada que me espera.
 Odio los mensajes de amor que no son para mí, que no son para nadie.
 Odio a la bastarda del espejo.
 Te lo juro, aquí todo está muy oscuro.
 Tengo miedo.
 Tengo mucho miedo.
 No quiero estar sola.
 No quiero ser un cartón de vino vacío. 

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