martes, 25 de marzo de 2014

amanecer



“A vagalume lume. A vagalume da norte. A vagalume lume. A vagalume do sol”. Las campesinas cantaban para quitar el frío. La cesta en la cabeza, los zuecos en los pies, dibujaban su caminar de pasos cortos por la vereda. La noche daba paso al día, el amanecer se desperezaba tomate. El agua del río cortaba la sangre recortando el valle. 

Una piedra, otra piedra. Un pie sobre cada una de ellas. De repente, un pequeño resbalón, casi se caen. Se agarran. Se miran. Se miran más, asustadas, y se besan. Te amaré sin decirte una palabra.

Y el primer rayo de luz acarició el agua.

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