miércoles, 19 de marzo de 2014

poesía nº 135



No dirás que agotada la pasión
No quedó la esperanza sola e inquieta,
Arrastrando penas entre los barros,
Llorando lúgubre, pálida, muerta,
Sin féretro donde ser enterrada,
Ni lugar donde enterrar bajo tierra.
Hoy fue el día. Lo supe al ver la lágrima
Sobre tu mejilla descender trémula.
No hace falta que digas nada, lo
Sé todo. Fue por soñar despierta,
Por pensar que tú serías la dama
Que habría de convertirse en princesa,
Por creer que merecías algo más
Que ser solamente mi compañera.
No soy mucho, eso es verdad, pero
Soy algo más que nada, que una leña
Que se pueda quemar para pasar
El invierno cerca de una hoguera.
No digas nada. Lo sé todo. Hoy
Fue el día de la muerte de mi estrella.
Ya no hay sitio para mí en el cielo,
Solo en la luna de los que esperan
Caídos la llamada de la noche,
Para que surja rápida y nos vea
Mutilados de nuestra esperanza,
Que de tanto llorar se volvió negra.
No digas después que nunca quisiste
Ser una hermosa y altiva princesa;
Que por equivocar tu sueño diste
Muerte al mío y también a mi estrella;
Que por adorar tu sueño no vistes
El mío, que eras tú en toda tu grandeza.
Quisiste ser princesa y no fuiste
Nada. Por lo menos conmigo cerca
Hubieses tenido un siervo fiel
Y el amante sumiso que te quiera;
Y yo la princesa que hubieses sido
Si hubieses sido mi compañera.

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