Un día te perdí
en un camino
Abandonado y en
la orilla, a un lado,
Tres cipreses
crecieron hacia el cielo
Vistiendo de
luto su largo paño.
Ramos, hojas y
tallo en su mañana
Soñaban un
“nomeolvides “ lejano,
Y sus lágrimas
cubrían cansinas
Las verdes
hierbas de aquel camposanto.
Una nube surgió
de la espesura
Y de ellas
golondrinas que llorando
Clamaban paz,
libertad y un poco
De consuelo para
su ajado llanto.
Volaron y
desaparecieron,
Y después que
ellas hubieran marchado,
Aquellos
cipreses de luto, mustios
Y después secos,
muertos se quedaron.
Así quedó mi
adorado rincón,
Vacío, y después
abandonado.
Ya no crece nada
allí, es cierto,
Pero tal vez
como en el pasado
Ocurrió, una
flor vuelva a crecer
Lenta y frágil,
pero firme y con ánimo,
Hermosa en la
orilla de aquel camino
Donde una vez
empezamos a amarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario