Echo de menos todas las sonrisas. Sonrisas
preciosas. Sonrisas que me dieron. Soñar era fácil con todas esas sonrisas como
almohadas. A veces cambian el disco, no siempre es la cara B...
...
horas detrás de la ventana. Pegaba la nariz en el cristal y miraba fuera. Me recordaba
mucho al cine, solo que era la misma película siempre. Era extraño. Todos fuera
y yo en mi butaca, más fuera que ellos todavía. Yolanda siempre lo decía y
nunca le hice mucho caso. En eso acertaba más que tú. Las sonrisas de Yolanda
eran como helados de fresa que no se derretían, lástima que nunca me dejase
probar uno de ellos... A veces se pasaba con la gente, pero a mí me daba sus
sonrisas de fresa... Me pasé más horas detrás de la ventana que mirando los
libros, normal que me costase tanto tiempo. Pero aprendí a saber la velocidad
de las nubes y la habitación de las estrellas. Era como estar colgado en medio
del aire, siempre mirando hacia arriba o hacia abajo, porque en medio solo
había paredes...
... y
no te he contado mi último proyecto literario, y de verdad me jode que no lo
puedas leer, porque creo que éste será
el bue-no. Se va a llamar El Obrero Psicópata y empezará así, "un día
Paquito se levantó pensando que sería más entretenido pasar el tiempo matando a
sus compañeros que aguantarlos otros veinte años apretando el mismo tornillo
con la llave inglesa". ¿A que es bue-no? Yo creo que sí. De todas formas,
todavía hay que trabajar mucho sobre ello... Tú dejaste de escribir hace ya
mucho. Recuerdo que escribías poesías. Algunas me gustaban, otras no tanto. Un
día me dijiste que no querías escribir nada más y me parece que no lo volviste
a hacer, o por lo menos nunca volví a leer nada tuyo.
... y
parecía un ángel, dormida con su jersey marrón, sin nada más encima. Era por la
cara de paz que tenía cuando dormía, como si en lo que soñaba pudiese vivir
siempre. Ella estaba en su cama y nosotros en la otra, pegada al lado de la
suya. Aquella habitación me trae buenos recuerdos. Tú siempre me preguntabas si
Yolanda me gustaba. Yo solo decía que tenía una hermosa sonrisa...
Como
un helado de fresa. No me acuerdo muy bien pero creo que no te respondí a la
pregunta. Nunca. O quizás sí. Da igual, fue hace mucho tiempo. Quizás la vea en
el entierro, ¡Ojala!, hace tanto que no sé de ella, por lo menos desde que se
fue de la ciudad...
El
otro día vi las fotos del cementerio y me acordé de Ekaitz subido en el
escenario. Era muy bueno, realmente bueno. Después no siguió, lo dejó de
repente. Y yo que pensaba que llegaría a algo... No sé quien me dijo que andaba
por ahí, ya sabes, buscan-do cualquier cosa. Es curiosa la cara A, pensamos
hasta que debiera ser como la cara B, y a veces hasta lo es. Ekaitz seguro que
no opina lo mismo...
Hasta
creí que los fantasmas no volverían a escaparse de la caja. Pero se escaparon y
Silvia lo supo. Te juro que lo intenté, pero no soy un héroe. Dijo que cuando
madurase que ya volvería a quedar para hablar. ¡Llamarme a mí inmaduro, será
puta!. Niña tonta de papá, todavía no sé cómo pudo surgir lo nuestro. Tú decías
que no hacíamos mala pareja. Tú tampoco tenías ni puta idea, apenas la
conocías, solo sabías lo que ten contaba yo. Y eso que empezó bien la cosa...
Me parecía preciosa, y me lo sigue pareciendo, con su melena rubia y sus ojos
oscuros, pero joder, en una relación hace falta algo más que atracción. Dijo
que los fantasmas no habitarían su casa, que no podía luchar contra ellos, que
madurase de una vez, y que luego hablaríamos.
Aquellas primeras rayas eran la hostia. Hasta
casi diría que fueron las mejores... no; creo que las mejores fueron las de los
polvos, cuando follábamos todo puestos, esas si que eran la hostia. Sobre todo
lo de la inauguración de tu primera exposición, a la noche. Fue por la
tontería, ¿Te acuerdas?, pero nunca pensé que la coca en el capullo excitase
tanto. Creo que fue la mejor mamada de todas... con las otras era distinto...
ni siquiera... que nunca te lo conté... no sé por qué... tampoco tenías por qué
saberlo todo, digo yo, el de León. Y ese sí que tuvo morbo, que nunca antes lo
había imaginado, que no había pasado nada antes ni pasó después, pero en León
me tiré a Yolanda. Solo una noche. Como lo oyes. En la habitación de ella, que
recuerdo que estaba al lado de la que dormíais tú y la otra, que no sé cómo no
oísteis nada, que los muelles eran una mierda. Aquello sí que fue antológico; y
sin embargo no superó al de la inauguración. Faltó la coca en el capullo.
...haberlo visto. En el fondo daba pena el
pobre viejo. Allí estaba, durmiendo al sol después de la comida. Me sonaba su
cara de haberle visto alguna vez pasear por el parque. El caso que se quedó
dormido en el banco. Total que fue el perro, bastante pequeño por cierto, y le
empezó a mear en la pierna, hasta que se despertó el viejo y vio aquello. Había
unos críos riéndose del viejo. Lo más triste de todo es que nadie ayudó al
pobre viejo. Yo tampoco. Por mucho que digamos somos todos unos cabrones. El
viejo se fue con su bastón y la pierna mojada y yo me quedé con Laika, mi pobre
Laika, que ya hasta cojea, que no recuerdo ni los años que tiene, que daba
gusto verla cuando te conocí, siempre corriendo de aquí para allá, y tu perro,
aquel, Tom, oliéndole el culo por todas partes...
... y
el otro día me senté al lado de la ventana y miré fuera. Fuera todo seguía
igual. Eran las mismas casas. La misma calle. Los mismos coches aparcados. Creo
que un día de estos haré las maletas y me marcharé a algún sitio distinto,
nuevo. Aunque pensándolo mejor, más fácil será mirar por otra ventana...
Dije
que no quería, que no iría a más cementerios, y casi hasta juré que no iría más
a ellos. Desgraciadamente uno nunca puede mantener este tipo de promesas. Si de
algo estoy seguro es que un cementerio es uno de los sitios a los uno debe ir
durante toda su vida, son como los retretes. Lo que nunca pensé es que iría a
visitarte a uno de ellos.
...alguien oí decir que las estrellas eran las
almas de los muertos. Por mucho que miro hacia arriba, hoy no puedo hacerme a
la idea de cuál es la tuya, y eso que el cielo se está despejando. Me gustaría
saber donde se situará la mía. Tú siempre mi-rabas a la estrella polar y decías
que era la que más te gustaba. Y todavía recuerdo cómo la buscaste aquella noche, en la orilla del Sena, por aquel paseo parisino. La buscaste
mucho, porque no me hacías caso cuando te hablaba, pero no la encontraste. Al
día siguiente llovió y no pudimos pasear. Da igual, en el hotel nos lo pasamos
bien, muy bien; pero a mi me gustaban esas estrellas... las mismas estrellas
que ella nunca miró. Pero yo la que-ría... no sé por qué no le gustaban las
estrellas... quizás por-que ella también había oído que eran los muertos que
nos miraban desde arriba...
Este
puto trasto no me va a acabar el viaje, y eso que andaba, vaya si andaba. ¿Te acuerdas
del viaje al pantano?. Parecía que nos íbamos a comer el mundo, tú y yo aquí
dentro, con aquel sol que pegaba como un condenado.
En la
radio están poniendo canciones dedicadas y todas son de amor. Ésta es del
primer beso de una chica. Nosotros nunca tu-vimos primer beso, ni último... con
Patricia sí, en las escale-ras, debajo de la iglesia. Para mí un beso es
importante. Quizás sólo sea una tontería... Después han venido muchos besos,
pero no eran besos, faltaba algo... Al final los besos son como las palabras,
casi siempre se lo lleva el viento... uno de tus cuadros se llamaba la promesa
y eran dos labios enfrentados que parecían querer tocarse. Yo lo hubiese
titulado...
Cuántas noches soñé que regresabas y me
abrazabas... Al final siempre era la almohada. Veo que he estado solo demasiado
tiempo. Con Silvia casi nunca me sentí acompañado y Patricia fue hace tanto...
en cambio, tú siempre estuviste ahí, pero... Creo que he estado solo demasiado
tiempo. Silvia dijo que era culpa de los fantasmas, pero cuando lo que tienes
vale tan poco como lo que crees que vendrá solo puedes echar la mierda atrás. A
veces hasta en Agosto quiero llevar paraguas, no sea que el Señor Mierda se
quede sin combustible y no encuentre mejor sitio para aterrizar que mi cabeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario