lunes, 3 de marzo de 2014

9,8 m/s (al cuadrado) (III)



¿Qué tengo que hacer para ser un chico? Fui un niño y ahora a pesar de mi rabia sigo siendo una rata enjaulada. O al menos eso decían los Smashing. Como cuando escuchamos su canción aquella vez al acabar la película, aquella donde el vacío estaba en la cabeza de la protagonista y la mierda a su alrededor. Creo que lloraste. También lloraste la última vez que te vi. Yo casi. A veces llorabas, es cierto, y cuando lo hacías me sentía inútil y sobre todo extraño para mí mismo. Te agarraba de la mano y te la acariciaba. Suavemente. Como a una niña. Inocente. Quizás en esos momentos siempre eras una niña. Por lo menos para mí. Yo so-lo te miraba. Las palabras llegaron a volverse innecesarias. La última vez fue solo la mirada. Ni un beso. Nunca hubo besos de despedida. Ya no los habrá...
          La vida en una paleta
          tu sueño en el color.
          Soñaste que volabas
          y alguien las alas te cortó.
          ¿Acaso no te dabas cuenta?
          La locura te venció.
          Pinceladas torturadas,
          ahora te quieren, después de muerto.
 
 Fue por Van gogh. ¿Te acuerdas? En el museo de Orsay. Estabas mirando su autorretrato y sonreíste. No lo solías hacer mucho, pero creo que en ese momento eras feliz. Dijiste que se te había ocurrido de repente. La verdad es que hasta entonces nunca te había oído decir una poesía o algo parecido. Tal vez fuese aquel el momento en que empecé a pensar que escribir sería divertido. Al final acaba siendo una necesidad. Como la pintura, supongo.
 Días de cuadros y monumentos y noches de porros y alcohol. Nuestro segundo viaje. ¡Qué marrón a la mañana siguiente! El caso que no queríamos dejar de ver nada, ni perder un solo minuto. Aquellos diez días fueron de los mejores de mi vida, te lo juro... al final acabaste haciéndolos como churros. Lo que nunca recordaré cual era la marca de aquella cerveza. No la he vuelto a probar en ningún lado. ¿Dauzban? ¿Kretmon? No me acuerdo, pero era la hostia...

 Una vez oí decir a alguien que en la vida de un hombre debía haber dos mujeres solamente, la madre de uno y la madre de sus hijos. Creo que me lo dijo un cura. Soy de la opinión contraria, tú no eras ni mi madre ni la madre de mis hijos. Además, para reprimirme no necesito a nadie, ya lo hago yo mismo.

 ...a veces decías que la vida era maravillosa. Lo decías pocas veces, es cierto, pero lo decías. Ahora lo siento, quizás no supe comprenderte...

 ...en aquel viaje al pantano con el coche parecía que podíamos comernos el mundo; lo recuerdo muy bien. El pantano sigue igual que aquel día, solo que este año anda un poco más vacío...

 ...de entonces. Tengo que decirte que los baretos aquellos siguen estando tan de puta madre como antes. Algunos la han jodido con la música, no lo puedo negar, pero la mayoría siguen siendo ellos mismos. Como aquel, donde siempre íbamos a tomar eso que solo daban allí, que por lo visto era la especialidad de la casa; era en él donde nos veíamos cada noche de carnaval, cada vez con un disfraz distinto, intentando engañarnos el uno al otro detrás de las pelucas, las gafas y las capas. Ya casi no piso aquello. Me dijeron que habían cambiado de dueños. No lo sé. Solo sé que un día fui y pensé que me había equivocado de bar, pero la calle seguía siendo la misma y la puerta sequía estando en el mismo lugar. Dentro ya no había mesas ni aquella música, solo poca luz y gente con camisetas ajustadas bebiendo botellines de agua. Al poco tiempo abrieron otro igual, hasta con el mismo nombre y el BIS de coletilla. Era muy rentable.

 Te juro que no lo creí cuando me lo dijiste. Me los habías dicho tantas veces que nunca pensé que no fueses capaz de hacerlo; lo recuerdo muy bien. Fue en el bar. Te toco un cuatro, me comiste, contaste veinte, metiste la ficha, contaste diez con la otra, la metiste y ganaste. Te acabaste tu café, sonreíste y me dijiste que te ibas. ¿Tan pronto? pregunté, todavía podemos echar otra. Te reíste. A París. ¿A París? Sí, a París. ¿Estás segura?. Sí. ¿No es muy pronto? No. ¿No somos demasiados jóvenes? No. Nunca pensé que sería capaz de darte tantas razones para que te quedases. No sé si era prudencia o egoísmo. Tal vez fuese miedo. No me lo creí. A los dos meses me lo tuve que creer a la fuerza. Lo más gracioso de todo es que tú me distes tantas razones para que me fuese contigo como yo te había dado para que te quedases. Recuerdo que te dije que iría un poco más tarde, pe-ro entonces acababa de pillar el curro y necesitaba el dinero, el puto dinero. Ahora comprendo que la rutina te mata el alma, nos vuelve idiotas. El un "un poco más tarde" se fue quedando en un deseo. Cúantas veces me dije que ya era hora y a la mañana siguiente "un poco más tarde". Joder, ya no habrá "un poco más tarde"...

 La luna se deja entrever allá arriba. Las nubes nerviosas es-capan hacia ninguna parte. El coche sigue sobre el asfalto mojado. Busca el paquete, coge un cigarrillo y lo enciende con el mechero.
 ...como todo imbécil caí en el vicio. Yo lo controlo, yo lo controlo. Un día te levantas diciéndote que lo vas a dejar e intentas convencerte a ti mismo mientras vas al estanco. Al final las buenas intenciones se diluyen como el humo del cigarro que te enciendes. Y si no que te lo digan a ti.

 Nunca había estado en la inauguración de una exposición. Estabas como un flan, hecha un manojo de nervios. Resultaba hasta gracioso verte correr de un lado para otro poniendo buenas caras a los invitados, explicando los cuadros. Tenías miedo a las crí-ticas; tú, que siempre te había dado igual lo que dijeran de ti. Decían que eras muy joven y que tenías mucho futuro; en cambio para ti pasados los veinte nadie era demasiado joven y solo es-taba el presente.

 ...Keyta... era tu amiga... Keyta... el otro día la vi. Estaba gorda, más de lo normal. Me dijo que esperaba su segundo hijo y le felicité... los sueños rotos son los que guardan mejor recuerdo. Siempre se recuerdan inmaculados; no tienen tiempo para per-der el maquillaje por si solos y ver lo que esconden debajo, por eso son los mejor recordados. Son como los que morís jóvenes, siempre se os recuerda rebeldes. Ella fue la primera de la lista. Luego todo degeneró. Sin embargo siempre queda algo... alguien lo dijo...
          El tiempo no lo borra todo. Eso
          es mentira. Amor inacabado
          siempre es amor, aunque sea callado.

 Cómo la quise, con locura, y sobre todo con ceguera. Me costó mucho abrir los ojos y ver la realidad. Keyta me falló, mil veces por lo menos, y al final consiguió lo que debí haber logrado por mí mismo, dejarla. La tenía en un pedestal, pero cuando te dicen que el becerro de oro es solo un becerro de oro y no Dios, entonces te duele. Sin embargo todavía tiene algo de su esencia oculta. El otro día, cuando la vi, hablamos un rato, ¿Qué tal? y todo eso. Me acuerdo que cuando nos despedimos la miré, despacio, fijamente. Ella se calló y me miró igual, como si algo de mucho peso le hubiese caído de repente encima. Sabía que a veces una mirada no puede mentir, por más que se quiera...

 ... pequeño solía hacer un círculo con las manos. Ponía el ojo cerca de él y miraba al cielo, de tal forma que solo veía el cielo azul, nada más, porque solo lo hacía los días en los que el cielo estaba completamente despejado. Luego fui creciendo y lo seguí haciendo, y todavía lo hago a veces. La primera vez que me lo viste hacer te hizo mucha gracia. De eso me di cuenta. Te quedaste mirándome y casi te echas a reír. Luego te dije por qué lo hacía y no te reíste... los ojos de Patricia... eran parte de ese cielo...

 En la oficina todo sigue igual. Paula no me hace ningún caso, debo de ser invisible y no me he dado cuenta. El otro día le invité a un café y me dijo que no tenía tiempo, que tenía mucho trabajo. Paula siempre está mirando su ordenador. Números. Más números. Solo números. Impuestos e I.R.P.F. De nueve a dos, de cuatro a siete. La misma mesa, la misma mierda de caras. Estoy hasta los huevos. El otro día me dijo Teresa que yo era Gilbert Grape y me preguntó a quién amaba. Yo no le entendí lo que quería decirme. No sé quien es Gilbert Grape. Paula está muy buena, tiene un buen polvo, el mejor de la oficina. Realmente es el único decente. Sus tetas y su culo. Trabaja como una máquina, es la mejor de todos, llegará alto en la empresa. De todos modos, yo creo que solo jode con su maldito ordenador.

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