"Muere joven y tendrás un hermoso cadáver". La primera vez
que lo escuché no tenía ni diez años y se refería a James Dean. Lo bueno de
los muertos es que ya no envejeces más.
Por eso siempre te recordaré joven, con el pelo moreno, bailando y haciendo bailar
tu pincel, sonriéndome. Supongo que lo bueno de morirse el primero debe ser que
no ves cómo la palman los demás, inmune al dolor de las despedidas. Tú quizás
también, pases a la historia, como lo que pudiste ser y la muerte lo impidió.
Además, no sé por qué, la muerte mejora la obra del artista, no sé si es por el
morbo o porque cuando falta su creación nos damos cuenta del vacío que deja su
marcha. Para mí siempre serás mi pintora favorita.
...eso
que siempre me decías que no te convencían tus cuadros. Bien es cierto que los
que pintabas a los quince años no eran Picassos, pero a esa edad nadie es
perfecto. Deberías haberme enseñado a pintar, por lo menos un poco, siempre
tuve esa espina clavada. Un día de estos te lo iba a decir, cuando tuviésemos
tiempo... creo que habrá que dejarlo para otro momento mejor. No te lo dije
nunca, pero me gustaba subir al desván, lleno de lienzos, pintura, en esa
atmósfera agobiante, donde casi no se podía respirar...
Por más que me lo pregunte no conseguiré saber por qué no
me dijiste nada. Quizá lo hiciste y no me di cuenta... ¡Joder!. Podrías haber
esperado, no sé, haber aguantado un poco más, tener más cuidado, algo, buscar
ayuda... cada vez que lo pienso me pongo de mala hostia. Hacerme ésto, sabiendo
como sabías que odio los entierros. Por lo menos así podrás entrar en el
cementerio, con la ilusión que nos hacía y lo que nos jodió quedarnos fuera.
¿Te acuerdas?
La idea fue de Ekaitz, ir a ver
la tumba de Jim Morrison. La verdad es que a mí la idea me gustó por hacer algo
distinto, no sé, más que nada por no quedarme en la habitación del hotel y
esperar a la cena solo, después de todo tampoco sabía cuándo volvería. Total
que después de ir andando hasta allí resultó que es-taba cerrado. Te puedo
asegurar que en aquel momento quise matar a alguien, no era justo. Por eso lo
de las fotos. Parecíamos payasos, allí, de noche, sacándonos fotos en la puerta
porque no pudimos entrar.
Aquello fue en el primer viaje.
Cuando fuimos con la clase. Ci-metiere du Pere Lachaise. Tu nuevo hogar. Sin
número, supongo.
No hace mucho volví a ver aquellas fotos. Casi tenían polvo,
estaban en la caja de zapatos donde guardo las fotografías y me acordé de
Ekaitz. Por cierto, no le he visto desde hace años. No sé quien me dijo que
andaba por ahí, ya sabes, como siempre, bus-cando algo donde agarrarse. No creo
que lo encuentre. No sé si alguna vez te lo dije, pero admiraba a Ekaitz, sobre
todo en aquella época. Era porque hacía algo que quería hacer y no me atrevía.
Estas dentro o fuera, a favor o en contra, pero no creo que haya nadie que esté
en la frontera. El eligió lo contrario a mí y ahora me doy cuenta que la
seguridad no es sinónimo de felicidad, ni siquiera estoy convencido que yo
eligiese el lugar correcto.
Siempre te quejabas que dormías sola y que eso
te entristecía. Por lo menos ahora tendrás cerca a tu estrella de rock.
...y
fue tu perro, aquel negro, y no el mío, el que empezó, por todo lo que dijeses
que fue al revés. Era un salido y siempre es-taba oliéndole el culo a mi pobre
Laika; ella, que solo iba al parque a mear al árbol aquel, su preferido, que
parece mentira pero si no era ahí no meaba. Fue en el parque, con lo de los perros,
donde empezamos a hablar. Fue algo que dije sobre tu perro, que era muy grande
y mi pobre Laika muy pequeña y que le daba miedo. Tom. Así se llamaba ¿no? La
verdad es que me acabó cayendo bien, y te juro que lo sentí mucho cuando lo
mató el coche, que daba pena verlo ahí en la carretera, con las tripas fuera.
Lo que nunca pensé que podría afectarte tanto. No sabía que se le podría tener
tanto cariño a un perro. Laika ya está muy vieja, ya la verías en la foto que
te mandé no hace mucho. El caso que con la chorrada de los perros, claro, nos
veíamos casi siempre en el parque, que tú no sé, o creo que sí, que alguna vez
me lo dijiste, bueno, el caso que nunca decíamos nada, pero bajábamos los dos a la misma hora e íbamos al mismo
sitio, y mientras Tom le olía el culo a mi pobre Laika tú y yo rajando, que al
final siempre llegaba tarde a cenar.
Después cambiaste de colegio, y como solo
había dos cerca de casa, solo te quedaba el mío, que tú por no perder el tiempo
pasabas de ir más lejos. Sinceramente, me alegré cuando te vi en clase. De eso
debe hacer casi quince años. ¡Hay que joderse como pasa el tiempo! Y eso que
parece que fue ayer...
Fuera
la tormenta continúa con la misma intensidad. No se ve una luz, solo ocasionalmente,
algún coche se cruza. Coches fantasmas que parecen ir vacíos. El paisaje se
desdibuja informe, de vez en cuando los árboles cercanos al borde de la
carretera recortan su figura. Alguien busca sintonizar algo en la radio. Tarea
dificil. por fín suena algo.
...en la casa de los sueños
hace tiempo vive una mujer
que parece tan distante
como cualquier estrella que puedas ver.
A miles de años luz te veré.
No
recuerdo si alguna vez te he dicho que esta canción me re-cuerda siempre a
Patricia. La escuché hace algunos años en un bar, un día que me la encontré,
después de mucho tiempo sin verla y pusieron la canción. Contó algo, no
recuerdo el qué, algo in-transcendente, como casi todo los sábados a la noche,
y luego se fue, con un hasta pronto y que te cuides y haber si me presentas
algún día al tío ese, que por lo que cuentas parece majo.
La
imaginación a veces nos juega malas pasadas. Los recuerdos suelen difuminarse
en el paso del tiempo, al final solo es una vaga imagen distorsionada de
lo que realmente fue. Si la memoria
fuese como las fotocopiadoras nuestros recuerdos no serían nada. A base de
recuerdos no se debe crear un futuro imposible, soñando un pasado que debió
haber sido.
Total
que se fue y yo me quedé escuchando la cancioncilla en el puto bar aquel,
pensando cómo la maldita letra tenía más razón que la propia realidad. Sucede que
siempre que la veo tengo después dos semanas de resaca de ella. Primero es algo
casi corporal, una sensación extraña cada vez que la recuerdo, y después solo
es un sentimiento de desazón, hasta que por último imagino diálogos con ella,
se entabla una rara conversación dentro de mi cabeza. Lo peor de todo es que de
vez en cuando sigo soñando con ella y así es difícil olvidar algo. La última
vez que soñé con ella fue hace poco, tres semanas más o menos. Yo estaba ahí,
lo sabía porque siempre había estado ahí. Los tres pisos con el úl-timo de
pizarra oscura. Ella también estaba ahí. Ella también había estado siempre ahí.
A veces no había querido, había deseado escaparse y no volver, pero era mi
sueño y ella no sabía dónde estaban las puertas. Debía de tener catorce años,
por el sitio, por el instante, pero creo que tenía más de mil. Era un día nublado.
Todos jugábamos a algo con la pelota. Yo tenía la pelota mucho tiempo, pero era
muy malo y no acertaba nunca; era como si se hubiera olvidado jugar de repente.
La miraba. Hacía dos meses que no la veía, por eso le digo que quería verla,
pero ella me dice que ya la vi ayer, y anteayer, y el anterior, en los sueños,
en todos los sueños. Parecía cansada de verme. El juego continuaba. La pelota
la tenía yo y esta vez quería acertar. Pero fallaba de nuevo. La escuela estaba
cerrada, vacía, ya no había ruido dentro. Hoy no había andado por sus pasillos
como ayer, mejor, así no había tenido que entrar a ninguna habitación y ver que
estaban todos menos yo, como ayer. Uno se siente triste cuan-do está fuera en
su propio sueño. Sabía que iba a soñar con ella, pero me dice que ya lo sabe,
porque siempre sueño con ella, así que no es una novedad. Estaba con una escoba
y como Patricia no decía nada hablaba con la escoba. Me decía ¿Qué tal? y yo
que bien, y ella ¿Y cómo así? y yo pues ya ves, y ella que el tiempo nublado y
que parece que va a llover y nos callábamos. Yo miraba a Patricia y creía que
no me conocía, que no sabía ni quién era. La escoba había desaparecido y
estábamos ella y yo en la puerta de entrada al colegio. Mirábamos juntos al
edificio que teníamos delante, el que nos había visto nacer. Le agarraba de la
mano suavemente, como sin quererlo. Ahora sabía que venía el beso, eso lo había
vivido. Pero no había beso y ella soltaba la mano. Le tocaba la mejilla y decía
que tenía frío, que quería irse, pero era mi sueño y no le iba a dar licencia
para marchar. Sin embargo se levantaba y se iba caminando. Giraba la cabeza y
me preguntaba por qué no la seguía. ¿A dónde? le digo; a donde yo vaya me responde.
Había sido mi chica y no me conocía, era un extraño para ella. Siempre pensé
que no cabía un mar en un vaso de agua, pero hasta ese momento no lo había
sabido con certeza. Me levantaba e iba corriendo hasta su lado. Yo quería
despertar, era éste un sueño absurdo. Estoy harto de soñar siempre con ella y
que nunca la pueda besar en mis propios sueños. Me preguntaba que por qué y yo
le decía perdona. Estaba distante, tan lejos en la escalera que la luna solo
era el primer escalón. La había perdido. Me daba cuenta que era un recuerdo, lo
que soñaba era un recuerdo, como siempre, y es difícil luchar contra eso. Me
miraba y me sonreía y yo echaba a andar rápido hacia ella, pero ella cada vez
estaba más lejos. Apenas se movía, pero estaba al final y yo al principio.
Corría hacia ella y ya ni la veía, y luego solo sus pasos, luego sus ecos,
luego nada. No sabía cómo pero estaba delante de la escuela, solo. Todo seguía
igual pero sin nadie. Quería despertar, despertar y no volver a soñar con el
mismo sueño nunca más. Sin embargo no pude despertar y abrir los ojos.
Eso
fue lo que soñé. El mismo sueño de siempre en una de sus mil formas distintas.
Creo que mi memoria se esconde dentro de ese edificio desde hace mucho tiempo.
No puedo luchar contra mi pro-pio recuerdo, el hecho de querer olvidarlo solo
hace que me acuerde más. Los años han pasado y tú sabes también como yo que
busqué amar a otra mujer, pero eso no se busca... Fue una extraña y todavía lo
sigue siendo, como una burbuja de cristal negro con sabe Dios qué coño dentro,
solo se puede tocar el cristal. Cómo haberle hablado de los elefantes de trompa
rosa que quieren vo-lar. Hubiese dicho que era una tontería, una gilipollez. Al
final, como siempre, acabo pensando que alguna vez la amé, pero que ahora solo
es una obsesión ineludible, solo es necesario aprender a convivir con ella.
Creo que si no hubiese sido por eso, nada hubiese impedido... y tú no me podrás
decir que no, que sin Patricia por medio todo habría sido muy distinto.
Como aquella vez, que te tendrías que
acordar, cuando la fiesta aquella, ¿Cómo se llamaba? ¡El Kubatazo! Así, ese
era, que menudo nombre más original, cuando apareció ella y se jodió todo; que
fue una chorrada, ¡Hombre! ¿Qué tal? ¿Os gusta la fiesta? Bueno, adiós, que lo paséis
bien; con aquella sonrisa que puso al final, como diciéndonos que lo sabía todo, que me
gustaría saber qué coño era ese "todo" y luego marchándose. Que
entonces sí que fue la fiesta del Kubatazo, que nos pusimos, sobre todo yo, más
ciegos que las ratas y no pudo ser...
Esa
fue una de las primeras veces que te vi así. La tontería de la noche, pensé. Si
lo hubiese sabido no te hubiese llevado a esa fiesta, porque yo, ya ves, aquí
sigo, conduciendo, pero tú... si lo hubiese sabido, cuando me lo preguntaste,
ten por seguro que todo hubiera sido distinto, que pensé, ya pasará, es fuerte,
sabe lo que quiere...
En la
oficina todo sigue igual. Paula no me hace ningún caso, debo de ser invisible y
no me he dado cuenta todavía. Paula siempre está mirando su ordenador. Números.
Más números. Impuestos e I.R.P.F. De nueve a dos, de cuatro a siete. La misma
mesa, las mismas caras. El otro día me dijo Teresa que yo era Gilbert Grape y
me preguntó a quién amaba. Yo no le entendí lo que quería decirme. No sé quien
es Gilbert Grape. Paula tiene un buen polvo, el mejor de la oficina. Realmente
es el único decente. Es trabajadora y además inteligente, llegará a algo en la
empresa. De todas formas yo creo que solo jode con su maldito ordenador.
...y
pensaba que podría ser de otra forma, pero me he dado cuenta que hay cosas contra
las que es imposible luchar, o por lo menos yo, que no sé cuál es la forma
correcta...
Es
mala suerte que no haya tenido tiempo de cambiar las ruedas, pero no tenía
pensado hacer este viaje; uno debiera ser siempre previsor ante los
imprevistos, sobre todo ante imprevistos de es-te tipo...
Fuera
la lluvia parece haber remitido. Una línea blanca continúa la carretera. Arriba
sólo negro. A los lados también. Una luz
cruza hacia alguna parte...
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