Pasó un taxista
en su coche
Por la triste
carretera
A las once de la
noche.
Iba solo, sin
clientela.
Las farolas lo
alumbraban
Lúgubres desde
la acera.
No había nadie
en la calle.
Estaba vacía,
desierta,
Oscura como esa
noche,
Fría. Parecía
muerta.
El pobre taxista
iba
Meditando en sus
cuentas.
No le salían.
¡Trabajas
Tanto para esto!
¡Qué pena
Llevaba! Cien
mil millones
De kilómetros
sus ruedas
Habían andado ya
Robándole
primaveras,
Años, siglos, y
su larga
Vida en la
carretera!
Los neumáticos
su sangre
Llevaban por
bandera.
Sus manos callos
por meta.
Las doce de la
noche eran
Y las farolas
amargas
Seguían solas en
la acera.
¡No! Allí había
dos
Personas solas
en la acera.
Él se paró.
¿Dónde van
Ustedes? La
plaza Nueva,
Número tres, por
favor,
Responden con
gentileza.
Arranca el coche
y tuerce
Por la esquina
de Pedrera,
Se enfila por la
avenida
De Castro y gira
a la izquierda.
Por debajo de su
casa
Cruza. Él triste
la observa.
Su esposa ya
está en la cama
Y sus hijos
chicos sueñan.
Por lo menos su
trabajo
Le ofrece esta
recompensa,
Pensar cómo su
familia
Descansa en su
madriguera.
Mira a través
del espejo.
Los de atrás
callan y esperan.
Uno se lleva la
mano
Al bolsillo en
su chaqueta.
Se miran los de
atrás,
Nerviosos, y con
voz queda
Dice uno: ¡Para
capullo
El coche! El
chofer tiembla.
¡Que lo pares
ya, capullo!
El coche para
con pena.
¡Dame el dinero,
capullo!
Una navaja en
escena
Aparece. Está
sola
La calle. Nadie
en la acera.
¡Dame el dinero,
capullo!
No tengo aquí
nada. ¡Reza!
Su sangre está
en los neumáticos.
La navaja en su
cabeza.
Por lo menos su
trabajo
Le ofrece esta
recompensa.
Hay un muerto en
un taxi.
No había nada en
su cartera.
Pobre chofer.
Son y cuarto.
¡No le salieron
las cuentas!
No hay comentarios:
Publicar un comentario