miércoles, 15 de enero de 2014

poesía 279



La belleza está en los ojos del que la mira.
Soy un perro que se domó a si mismo,
y que al tirar de la cadena
no le quedó al final
más que una mano que se ahogaba en el abismo.
La belleza está en los ojos del que la mira,
y la sed en la garganta del que la sufre.
La belleza está en tus ojos, que me miran
desde el brillo que despide el reflejo
de la luz que inunda tu pupila,
y que al mirarme,
me dicen cosas que callan tus labios
en la estancia muda de una boca que suspira.
El silencio.
El silencio.
No hay nada más hermoso que el sentimiento
que no se dice por miedo a no ser aceptado
y no hay nada más triste
que el hecho de no decirlo.
El silencio.
El silencio vacuo de esta vida
apurada que se desmaya exhausta
de dolor por el frío de esta herida.
El silencio helado
de una blanca pureza inmaculada.
La nieve de mi Antártica,
de mi universo solitario.
La belleza está en los ojos del que la mira,
y cuando te miro siento la hermosura en mí mirada,
una mirada que calla y ve pasar el tiempo,
un tiempo que marchitará la belleza en mi posada.

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