viernes, 21 de febrero de 2014

ANIVERSARIO



Ferminica despertó desconociendo todavía la causa del jolgorio proveniente de fuera. Dentro, muy dentro, volvió el recuerdo a un día similar,  especial, de hace décadas. Al lado, el roce de John, vetusto, casi agotado, le emocionó como la primera vez. Se acercó y le besó tiernamente.

¡Wake up! Dijo con acento pamplonica.

            Ferminica esperó silenciosa que sonaran menos cuarto, entonces, despertó a John. John abrió los ojos, le miró, y saludó.

Buenos días, Fermina.

            Los abuelos se quedaron silenciosos, tumbados en la cama, jugando a acertar las voces de sus hijos, sus nietos, y en un momento determinado, cruzándose sus sonrisas, se rieron recordando cómo en este día, pero hace cincuenta años, se conocieron, él preguntando por los toros como excusa, ella bajando la mirada, pero lo justito, escondiendo su  timidez.

            Despacio, levantáronse y vistiéronse mutuamente, por necesidad, por amor, de blanco, ella falda y blusa, él, pantalón y camisa. Los dos, faja roja, y en el bolsillo, el pañuelico.

            Satisfechos, se miraron enamorados. Abrieron la puerta del dormitorio, y entre los familiares se acercaron hasta el balcón. Allí estaba, una vez más, el Ayuntamiento delante, con las doce en el reloj, la fiesta incontenible debajo, y ascendiendo, un cohete.

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