lunes, 16 de diciembre de 2013

“She only want to give me two flowers”



“She only want to give me two flowers”.  Desconsolador.  Eso le dije. Si me habían dado dos flores ¿por qué no le di ninguna a ella? Parece  que no le molestó mucho. Sin embargo,  hasta que varias semanas más tarde su orgullo de mujer herida no me recordó la mirada galante que entonces me otorgaba, no pude comprender la verdadera dimensión de mi acto. Dos hermosas flores de color púrpura. Tampoco fue mi culpa que estuvieran tres mujeres. Al fin y al cabo siempre hay una primera, una segunda y una tercera. Pero ser el último no gusta y menos ser última ante un hombre. Con una flor hubiera coronado a mi reina y con dos flores sólo conseguí una derrotada. Pese a todo ella era mi elegida. Con una flor ella hubiera sido mi reina y con dos la ofendida; no podía calificarla junto a las otras ya que ello siempre hubiera supuesto una categorización a la baja. Me escudriñó con su mirada galante y me respondió “ Never mind”.
Pero las cosas importan. Todas las cosas importan, y algunas, más que otras. Todo merece su espacio y su consideración, todo debe valorarse en su justa medida,  porque luego las tasaciones deficientes pueden provocar pequeñas bolas de nieve que van creciendo hasta que son más grandes que uno mismo y ya no se puede parar.
Ahora no sé cómo parar la bola de nieve. Ha crecido tanto que tengo miedo de que pueda romper algo, y también tengo miedo porque ya no recuerdo muy bien qué hay dentro de ello, y si puede ser peligroso destrozarla en un acto heróico.  Madalina se ha quedado durmiendo, abrazada a la almohada. Yo me he levantado a fumarme un cigarro y ver cómo se expande el humo por la habitación, pensando. La he mirado y he comprendido que quizás hubiera debido darle una flor, después de todo, tenía dos y tampoco hubiera importado mucho. Aunque este solo pensamiento me molesta un poco, porque significaría que me equivoqué y considero que todo este tiempo no ha sido una equivocación sino un periodo de aprendizaje experiencial. ¿A caso el agua y el aceite se pueden juntar? Yo pensé (iluso) que sí, y ahora fumándome este cigarro observo que no. Es pura lógica científica. Dos  más dos suman cuatro, no cinco.
Madalina ha abierto un ojo y me mira como el cíclope a los argonautas, ensimismada. Comprende la situación e intenta esbozar una sonrisa que yo sé sólo tiene lágrimas dentro. Al fin y al cabo me ama, y aunque le duele no lo puede evitar. Yo tampoco quiero evitar que me ame, y le miro con la misma sonrisa tan perfectamente estudiada que su ejecución ya se ha convertido en un gesto natural que forma casi parte de mí mismo. Pobre Madalina. En el fondo la aprecio, de verdad ella también  es consciente de mi aprecio por ella, aunque eso no le basta y yo sé que no es suficiente. Algún día, cuando volvamos los dos la mirada a este tiempo valoraremos de forma diferente este mismo momento que ahora estamos viviendo; ella quizás como algo que pudo ser y no fue, yo como una consecuencia lógica de mi devenir histórico. El cíclope a cerrado el ojo a la espera de su ya pronta herida crucial.
Apago el cigarro muerto. Miro la ventana. Fuera luce un precioso cielo azul que me anuncia la pronta primavera. Pienso que en mi lejano hogar las flores están a punto de nacer, que su semilla ya está germinando. En el florero dos hermosas flores púrpuras comienzan a marchitarse. Indicio premonitorio de un amor casi caduco. Me vuelvo a meter a la cama y la abrazo. Ella también me abraza pero con más fuerza, como si con su abrazo me diera su alma en posesión. La miro y cierro los ojos pensando que ya no está. Ella me sigue mirando, lo sé, aunque ya sin su sonrisa, y pienso, y me pregunto, por qué, señor, me duele tanto no querer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario