Un pequeño
pony pastaba todos los días en su preciado pasto.
Un día pensó:
¡Voy a ser payaso! Me gusta reír, y creo que a los demás también les gustará
reír. Pero miró a su alrededor y no vio a nadie. ¡Vaya faena! - se dijo - ¿Y
qué voy a hacer? Y así empezó su
aventura.
Llevaba ya
cinco días andando y no había encontrado todavía a nadie. ¡Jamás pensé que esto
fuera tan grande! ¿Cómo es posible que nunca lo hubiera imaginado antes? Y
siguió caminando.
Al octavo día,
por fin se encontró con otro animalito. En su vida había visto otro parecido, y
le preguntó: - ¿Y tú quién eres? - El otro animalito le respondió: Soy un dinosaurio,
concretamente un aragosaurus, y no soy un animalito, mido 27 metros. – Pues
tienes razón – le comentó el pony – si que eres grande… Y cómo se ve el cielo
desde allá arriba? - Muy lejos – contestó el aragosaurus. – Entonces… ¿para qué quieres ser tan
alto? - Bueno… yo no lo he elegido – le
volvió a responder el gigantesco ser. – De hecho, me gustaría ser más pequeño,
porque soy muy tímido, y aunque quiera no me puedo esconder… - ¿Y para qué te
quieres esconder? – Le interpeló el pony, cada vez más curioso.
El dinosaurio bajó su enorme cabeza hasta la
oreja derecha del pony y le susurró: - No me gusta cómo soy… Cuando llueve
siempre me mojo porque no puedo entrar en ninguna cueva, las dinosaurias no me
quieren, porque dicen que soy demasiado grande, y los demás animalitos salen
corriendo porque tienen miedo de que les aplaste sin querer…
El pony aclaró
la voz y le susurró: - Yo no tengo miedo, pareces un buen tipo, no eres un
fanfarrón, y aunque tímido, creo que te gusta hablar, porque si no no hubieras
bajado desde tan alto para hablar conmigo… ¿Quieres ser mi amigo?
El pony le
puso su mejor sonrisa, quería causar buena impresión y no ofender al
aragosaurus. Además, en el fondo, sí que tenía un poco de miedo de que le
pisara sin querer.
¿Y tú qué
haces aquí? Le preguntó al pony.- Yo… quiero ser payaso, como me gusta reír
pensé que a los demás también les gustaría, y como vivía sólo en medio de un
prado, me puse a caminar.
¡Ahhh… ! Muy bien. – le dijo el dinosaurio. - Cuéntame
algo que gracioso, a ver si me haces reír. De lo contrario, te aplastaré.
El pony se
puso a temblar, no esperaba esa respuesta. El aragosaurus, al verlo, se puso
muy serio, frunció el ceño, y mirándole desde las alturas, empezó a bajar su cabeza
hasta la cabeza del pony, y cuando llegó, empezó a reírse. - ¡Es broma! Pero qué cara has puesto… Tenías
que haberte visto… Venga, súbete encima de mí y verás el mundo como lo veo yo. Además, si eres tan
valiente como dices, aunque no lo creo, te gustará conocer experiencias nuevas.
Y así, los dos
animalitos, comenzaron a caminar juntos.
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