ANIVERSARIO
Ferminica
despertó desconociendo todavía la causa del jolgorio proveniente de fuera.
Dentro, muy dentro, volvió el recuerdo a un día similar, especial, de hace décadas. Al lado, el roce
de John, vetusto, casi agotado, le emocionó como la primera vez. Se acercó y le
besó tiernamente.
¡Wake up! Dijo con acento
pamplonica.
Ferminica
esperó silenciosa que sonaran menos cuarto, entonces, despertó a John. John
abrió los ojos, le miró, y saludó.
Buenos días, Fermina.
Los
abuelos se quedaron silenciosos, tumbados en la cama, jugando a acertar las
voces de sus hijos, sus nietos, y en un momento determinado, cruzándose sus
sonrisas, se rieron recordando cómo en este día, pero hace cincuenta años, se
conocieron, él preguntando por los toros como excusa, ella bajando la mirada,
pero lo justito, escondiendo su timidez.
Despacio,
levantáronse y vistiéronse mutuamente, por necesidad, por amor, de blanco, ella
falda y blusa, él, pantalón y camisa. Los dos, faja roja, y en el bolsillo, el
pañuelico.
Satisfechos,
se miraron enamorados. Abrieron la puerta del dormitorio, y entre los
familiares se acercaron hasta el balcón. Allí estaba, una vez más, el
Ayuntamiento delante, con las doce en el reloj, la fiesta incontenible debajo,
y ascendiendo, un cohete.
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