viernes, 20 de diciembre de 2013

257



Pienso en los cuerpos que he deseado
y que nunca tendré.
También pienso lo contrario,
en las que pudieron desear mi cuerpo
y que nunca lo tendrán.
¿Cuántas serán?
¿Qué tipo de mujer? ¿Algún hombre?
Recuerdo que en sus cuerpos
a veces más de una esperanza
empecé y casi todas se acabaron,
en las curvas que soñé tocar
y nunca se tocaron por inalcanzables
o por miedo; incluso por respeto.
Hubo cuerpos exuberantes, provocativos,
cuyos nombres eran de clara voz
y fuerte sonido,
que solo dejaban lugar
para el instinto primario de poseerlos
apasionadamente y luego
amarrarlos en el olvido;
otros tímidos y que no llamaban
a la puerta del deseo más que muy despacio,
no con la mano, solo con la yema de los dedos,
que solo se oían cuando había silencio
y cuyo ruido no era ruido, sino música
lenta y dulce que escuchaba placentero.
De todas estas ilusiones
solo de unas me quejo,
de aquellas cuyo deseo fue recíproco
y que nunca se supieron,
o de aquellas que ya supe
cuando todo se había acabado,
de aquellas cuyo cuerpo
no fue más que la imagen
de un amor que existió o pudo existir
y que al final solo pudo ser su reflejo.

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