miércoles, 24 de diciembre de 2014

poesía nº 282

Boca a boca aboco a tu piel paciente.
Me escabullo y escarbo en tu regazo,
y después, cuando me pierdo, te abrazo
las piernas con la nariz en tu simiente.
Me levanto, despacio. Tu sonrisa
aún toca la mano de mi aroma
ansioso, y absorta mudita doma
la roca de este cuerpo que le avisa
de su asombro. No me mires, mujer,
así, que es tu piel devota quien quema
la flor de mi jardín en tu poder.
Y me gusta sentirte tan cerca porque
conozco la voz que canta tu lema,
continuar, hasta que el alma se ahorque.


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