domingo, 30 de noviembre de 2014

poesía nº 214

Y te vi venir, desnuda, debajo
De la luz y debajo de la lluvia.
A las ocho suena el despertador
De la mesilla con voz aguda,
Se despegan las sábanas azules
De la trémula piel, el cuerpo apura
El último aliento del suave tacto.
Un poco de café y poco de azúcar,
La mirada se disuelve en la taza
De un mar negro que ahoga la voz y arrulla
Un grito. Se pierde por la ventana.
Por las aceras la gente absurda
De un mundo circundante pero ajeno
Se mueve a impulsos de una locura
Colectiva, la gran ciudad atrapa
La mente y después la sepulta.
En la esquina hay una tienda, en la
Tienda fotografías, fotos mudas
Que recuerdan viejos tiempos (o como
Diría alguno mejores) que se esfuman,
Quedándose en el negativo del
Carrete lo que pudo ser y no fue nunca.
Las pago, las guardo y me marcho.
En la cafetería más azúcar
Y más café, más de todo
Menos de lo que quiero que es tu búsqueda
(aunque fuese en el infierno), hallar
El camino (si hay senda alguna),
O encontrar el inicio del encuentro
Para alcanzar la mano que murmura
Por una caricia que bese mi cuerpo.
Me voy fuera. Fuera la noche está oscura.
Pero dentro también. Vuelvo dentro,
Encenderé la lámpara que alumbra
La estancia, a ver si esta vez no me
Choco con el cristal por mirar la luna.
Salgo de la cafetería, el sol
Se ha escondido en las nubes. Es la una
Del mediodía y la sombra se cierne
De nuevo sobre mí sin que ninguna
Mirada me haya iluminado. Debo
De ser transparente o tener la cara sucia.
El parque está verde, tan verde que duele
Como la envidia, busco la pintura
Del banco marrón pero ya no estás tú,
¡Cómo si no lo supiera! Tu figura
Se marchó hace tiempo, pero la nostalgia
Es robusta y necesito ayuda
Para olvidar, solo verlo una vez más,
Seguro que está de todas la última.
Mayo nos envolvió con su brisa suave
Y cálida, y después con la amargura
Me esposó encadenado a un barco
Que se hundió por miedo a la aventura.
Vuelvo a casa, a la de las paredes
Blancas, a la de mi diaria lucha,
A la que es reflejo de mi alma,
A la que muchas veces me asusta.
Por la luz de una farola distingo
Un charco en el suelo que se ensucia;
Vuelve a llover, como ayer. Aquel
Día también llovía, y más que nunca,
Parecía que todo fuera ahogarse,
En el agua, y como en una enorme tumba
Que devorase completamente todo
Dejase solo la gente justa.
Y entonces te vi venir, debajo
De la luz y debajo de la lluvia,
Andabas descalza y sonámbula
Por las calles vacías en busca
De un sueño que habías tenido
En la noche, ibas vagabunda
Del mundo entero, callada y sumida
En la niebla que emana de la duda,
Con la ropa mojada y fría,
Con la mirada vacía y desnuda.
Era mayo, y el verde (tan verde
Que dolía como un rayo que cruza)
Nos envolvía oculto en el parque.
Te miré y me miraste con dulzura,
Y al ir a besarte te marchaste,
No rápidamente, sino a ninguna
Parte, y entonces vi que eras un momento,
Que solo eras un reflejo en la lluvia.


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