jueves, 3 de julio de 2014

poesía nº 299

Yo levanto la voz
en un grito sereno.
Yo levanto la voz
en un grito sereno,
y al dormirme despierto
las alas que agitan tu miedo.
Tu miedo obsesivo,
tu obsesión por el infierno,
tu infierno imaginario
de dudas, encantos, enanos gigantes y celos.
Y al despertarme te duermo.
Te duermo en mi vaivén,
en mi abrazo y en mis besos,
te duermo acurrucadita
con la almohada de mi pecho.
Dime, mujer, ¿por qué sufres sin razón?
¿Por qué te dice el corazón
cosas que no son ciertas?
¿Por qué te ciega la pasión
en una idea equivocada?
Cuando te miro
respiro,
y cuando lloras
me ahogo en tu dolor.
Cuando caes
te levanto,
y cuando te levantas
me tiro
al suelo para que puedas descalza
caminar con los pies de la ilusión.
Mujer,
quédate desnuda esta noche
conmigo,
sin reproches,
con el alma limpia
y la conciencia vacía de toda pena.
No pienses que la vida es corta, bella y triste.
Piensa en todo el tiempo
que nos queda.

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