miércoles, 2 de julio de 2014

poesía nº 296

Miro el espejo de mi vida
que es la pantalla de mi móvil,
los números que volvieron
y los nombres que no he de nombrar.
Escucho las voces que murieron
y que parecen despertar,
los amaneceres a las cuatro de la tarde,
las nubes bajas que se disipan
al pensar en tus inquietudes mundanas.
Veo un cielo lleno de estrellas
a medio apagar.
Las ondas nos traen sensibilidades a flor de piel.
Miedo. Esperanza. Fe y llanto.
Hoy puedo escuchar la voz de mi pasado,
que eres tú, y la proyecto en el futuro.
En mi proyecto de futuro.
¿Te querré dentro de mil años?
¿Me seguirás amando?
¿Estaré a la altura de mis circunstancias?
A veces una voz pasa sin llamar,
y cuando cruza la puerta
ya no hay marcha atrás.
Se queda anclada a la redoma de mi alma
como los clavos a los pies de Cristo,
negando la posibilidad de bajar,
de descender de la cruz.
Hoy hay más luz marcando mi destino.
Vuela conmigo, vuela alto,
y observa el paisaje que hay debajo.
No me digas que no hay tranquilidad

en un mar sin olas.

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