domingo, 8 de marzo de 2015

poesía nº 133

Hoy el sol se quedó en su cama.
Las calles no fueron las de ayer.
Me senté en un banco y miré hacia arriba;
No había cielo, no quedaba en qué creer.
Llovió. Fue de noche. Hoy me dieron
La espalda las horas, el suave viento,
La luz. Llovió y me fui destiñendo
El alma, con dolor duro, lento.
Fue un banco marrón, de hierro oxidado
Por la lágrimas de los que no fueron,
Quien bebió mi pena a grandes tragos.
Sed de amor de quienes no lo tuvieron.
Llovió pena amarga de quien solo huye
Hacia adelante sin mirar atrás.
Lluvia negra. Lluvia hiriente. Lluvia.
Llovió sangre seca. Llovió el jamás.
Miré alrededor y me encontré solo.
Vacío. Nadie más que yo en el mundo.
¡Triste mundo mierda! Solo yo en él,
Como en los cartones el vagabundo
Que murió de frío, estuve. Lloré.
Lloré sangre seca. Lloré el jamás.
Me levanté y no estabas, mujer.
Miré y no te vi. No había nadie más.

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