viernes, 19 de septiembre de 2014

poesía nº 288

Si al menos las lágrimas fueran potables algunos no morirían de sed, porque donde falta el agua sobra la miseria y no existe aquel sueño en el que creer. Si al menos las lágrimas fueran potables yo intentaría hacer del desierto un vergel, convertir la duna en ola y la tormenta de arena en viento que trajera la fuente que te diera de beber. Pero las lágrimas no son potables. Solo dan más sed y menos esperanza; son un buque de petróleo que mancha el mar y asfalta la playa. ¿Quién volverá a convertir el agua en vino? ¿Cuándo volverá a llover? Si al menos las lágrimas fueran potables lloraría un mundo para llenarte un vaso. Mi dulce ángel, última flor de mi jardín, llora ahora y descansa tu salitre en mi regazo. Seguro que encontramos agua mañana en el pozo más cercano.

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