lunes, 12 de mayo de 2014

Cómo hacer humor (18): Algunos elementos (parodia / repetición / juegos de palabras)



PARODIA

Se abre el telón. Se ve a un hombre con una aspiradora. Se cierra el telón.
¿Cómo se llama la película?
Misión Imposible.

Él preguntó:
-¿Por qué vosotras las mujeres siempre tratáis de impresionarnos con la apariencia, y no con la inteligencia?
Ella respondió:
-Porque hay más posibilidades de que un hombre sea estúpido que ciego.

Una mujer entró en una biblioteca y le dijo al bibliotecario:
-¿Donde está el libro "La mujer perfecta"?
El bibliotecario le dice:
-En la sección de Ciencia Ficción.

Estoy seguro que en un momento u otro de la vida, todos hemos parodiado a alguien. Y a la inversa, alguien nos ha parodiado a nosotros. Una parodia es una “imitación burlesca que caricaturiza a una persona, una obra de arte o una cierta temática”. De hecho, todos sabemos lo que es porque por la televisión hemos visto cientos de parodias, la típica imitación de un personaje o persona conocido. 

No obstante, como sobre muchas otras cosas, nos suele hacer más gracia cuando la parodia es sobre otros, más que sobre nosotros. Por ello, y en mi opinión, la parodia bien hecha tiene mucha gracia, pero si no quieres levantar susceptibilidades ni crear “malos rollos”, mejor no parodiar a nadie presente, en todo caso a alguien o algo ajeno  a donde te encuentres, o que no tenga mucho que ver con el ambiente en el que estás.

Si la parodia eleva su grado de intensidad se convierte en sátira, en una ridiculización de lo que se está imitando. Posiblemente, una parodia pueda mantenerse en una situación neutra al que la observa. Sin embargo, la sátira posiciona a la gente, a favor o en contra de lo que se está satirizando. Todo dependerá de lo mordaz y políticamente incorrecto que quieras que sea el grado de su utilización.

REPETICIÓN

Una técnica muy recurrente. Si repetimos muchas veces lo mismo, llega un momento que parece que se vuelve automático, se distorsiona,  se deshumaniza.  Quizás ahí radique el efecto de este recurso, que por parecer algo absurdo, hace gracia, especialmente si en la repetición existen algunos elementos incoherentes.
Sin embargo, si se fuerza mucho la gracia se puede llegar a romper. ¿Cuál es, entonces, la medida justa? Para eso no existe una regla exacta. No obstante, por la cara de la gente se suele adivinar…

JUEGOS DE PALABRAS

Pregunta: si yo pongo un cenicero encima de una mesa y mi mujer lo aparta, ¿Quién está más loco?
Respuesta: Yo; porque yo lo-coloco, y mi mujer lo-quita.

Desde pequeños nos encanta jugar. Es algo innato en los seres humanos. De hecho, es una de las mejores formas, y más divertidas, que existen de aprender. Por ello, no es de extrañar, que a lo largo de la historia hayan surgido los juegos de palabras como recurso para pasárnoslo bien, realizar una crítica o demostrar nuestro ingenio.

Los juegos de palabras son un recurso muy popular donde una palabra es utilizada de una manera que sugiere dos o más significados posibles. Esto se hace generalmente para crear humor, ironía, etc. 

- ¿Que es un anillo?
- El culillo de un enano.

Los juegos de palabras también pueden ser usados para aquellas palabras que suenan de manera parecida. El truco es hacer que el que lo oiga descubra dos o más significados.
- Por favor, ¿la calle Sagasta?
- Hombre, si pisa fuerte...
- Oye, tú… ¿de dónde eres?
- Yo, de Madeira.
- ¡Sí!... ¡Como Pinocho!

Los juegos de palabras se pueden utilizar en todo tipo de ocasiones, con todo tipo de humor, y demuestra la habilidad que puede tener el que los realiza, especialmente cuando se improvisa, porque refleja agilidad mental.

poesía nº 314 (Navarra)



Ohhe-buk.
Luz.
Mi pañuelico sanferminero
cuelga en el pico
la fiesta del mundo entero.
Et après, plus.
Al otro lado de la muga
Navarra en pie
te saluda
de norte a sur,
del Baztán a la ribera.
Zuk.
Zuk eta nik elkarrekin lortzen dugu.
No puede ser más
ni de otra manera.
Entre haya y boj,
ríos.
Piedra.
Siempre vuelve la flor
de la mañana al corazón
por primavera.
Rozumiesz?
Tierra antigua y tierra nueva.
Es tu perfume embriagador
Quien me llena el alma entera.

el espíritu de los tiempos (38)



No recuerdo muy bien la fecha, aunque sé perfectamente que era Mayo porque es un mes que me gusta mucho por su luz. El sol había salido tímido de entre las nubes, despuntando solo a veces una mirada detrás de su velo. Después se marcharon las nubes por el ligero viento quedando un cielo límpido y azul. Tampoco recuerdo muy bien lo que hice por la mañana, aunque no debió ser gran cosa. Lo que sí recuerdo bien era aquel calor que empezaba a despuntar, la sensación que recorría mi piel. La idea imperante que aún parecía dudar de su intención, su carácter de acción irrevocable. Las niñas bonitas comenzaban a enseñar sus brazos quitándose la chaqueta, sus piernas descubiertas que siempre fueron míos en mi deseo se movían al compás de una música que quería conocer. Recuerdo a María, mi Chuli preciosa tan hermosa como nunca la había visto, como nunca la volvería a ver; el desasosiego que embargó mi crédito restante dejándome a cero la reducida cuenta de mi dignidad personal conmigo mismo al volverla a mirar, al decirme en monólogo que hoy sí, que hoy le hablaría, todo convencido con la idea ( valiente estúpido) mientras no lograba articular más de dos palabras seguidas en mi mente. Recuerdo que solo conseguí pedirle la comida, con una rabia de impotencia que apenas me dejó probar bocado. ¿ Cómo romper el único recuerdo querido y vivo que permanecía cercano? No podía. Aquel día le miré tanto a los ojos que pareció no haber más lugares en el universo donde posar la mirada. Un par de veces se cruzaron, apenas un suspiro, un breve espacio de tiempo. Dicen que lo bueno breve dos veces bueno, pero yo sé que o bueno breve solo es dos veces breve. También aquel día me di cuenta. ¿ Qué es un segundo maravilloso si solo dura un segundo? ¿Solo un buen recuerdo? ¿Acaso puede ser algo más? La miré tanto y le dije tan poco. Al marcharme giré la cabeza para verla una vez más, esperando el último milagro que no se materializó más que en una sensación desafortunada. La calle me volvió a acoger con su ruido y su tumulto. Pasé por delante de una peluquería para perros con oferta del 30% por ser entresemana y estar de promoción, por una tienda donde vendían gamusinos como animal de compañía y un parque lleno de bomsays. Recuerdo que lo había pensado mucho y bien, que todo aquello podía resultar, que estar fuera del mundo viviendo dentro de él no merecía la pena, mi vida no era un juego interactivo. Había imaginado las posibles opciones, las consecuencias, la vuelta como un extranjero, como un extraño desconocido, a todo lo anterior. Había imaginado, soñado, mirar sin bajar la mirada, decir mi nombre en cualquier parte, oír  “Marcel” con orgullo como quien oye repicar las campanas de la iglesia, sentir que Dios no me había abandonado todavía. Aún poseía el mayor tesoro de todos, la juventud, el tiempo, y un futuro que tal vez podría depender de mí si sacaba baraja nueva, sin marcar, y jugar la partida de igual a igual, con libre albedrío frente al destino. Recuerdo que busqué a Isaac en el banco de siempre, en un rincón donde solía escribir, en el estanque donde solía mirar, en algunas calles conocidas, en otras desconocidas, en todos los lugares donde creí que lo podría encontrar. Quería hablar con él, verlo una vez más, tocarlo tal vez para sentir que realmente era cierta su existencia y no una pura fantasía. Tanta fue mi insistencia que al final obtuve mi recompensa. Ahí estaba, en el banco marrón de siempre.
          - ¿Cuándo has venido?
          - Hace un rato - contestó.
          - Te he estado buscando. ¿Dónde estabas?
          - Por ahí, supongo.
          Me senté a su lado. No tenía buen aspecto; estaba muy pálido, sucio, desarreglado. Su mirada no parecía estar mucho mejor. Lo comparé con aquel que había conocido en Martaux, aquel que aunque no siempre estaba contento por lo menos había tenido momentos de felicidad. Llevaba su carpeta azul debajo del brazo y al lado del otro una bolsa con algo dentro.
          - Isaac, tengo que decirte algo importante.
          Isaac levantó la mirada para verme.
          - Me voy a casa - pronuncié con cierto tono dubitativo.
          - ¿Te vas a casa? ¿Te marchas? ¿Me abandonas? - preguntó con gesto ausente y de forma casi inconsciente.
          - Vente conmigo a Mazur. No tienes nada que perder. Mírate cómo estás. Cualquier sitio es mejor que éste.
          Miró hacia delante, después se giró hacia mí.
          - Yo no tengo casa, a mi me echaron de ella. Además, a mí no me espera nadie.
          Tras un breve silencio me rasqué la oreja y un poco la nariz.
          - ¿Y aquí?
          - Por lo menos nadie me molesta. Además ¿te acuerdas por qué estamos aquí? ¿Acaso sabes qué te espera cuando llegues a casa?. Tarde o temprano te tocará, seguro.
          - Me da igual. No creo que halla nada peor que esto.
          - Por lo menos aquí estás en libertad. Piensa dónde puedes acabar.
          - Lo tengo decidido, Isaac, me voy. Quiero empezar otra vez y aquí sabes que no se puede. Si sigo así prefiero pegarme un tiro.
          - Para eso necesitas pistola y no la tienes.
          Y sonrió de tal forma que más que gracia solo daba pena, una mueca mal hecha que se perdía en una tristeza indefinida.
          Recuerdo que cuando cayó la noche todavía seguíamos en el banco. No fueron muchas las palabras que se dijeron, pocas y casi todas innecesarias. Lo importante ya estaba dicho o lo sabíamos de hace tiempo. Yo quise convencerle de algo mejor, pero él solo estaba convencido de no querer lo que yo quería. Nos quedamos callados, con la compañía recíproca por único diálogo. Supongo que él como yo estaría pensando en las cosas que vivimos juntos, en todos esos momentos compartidos, en los muertos mutuos que tanto unen, en un futuro incierto para los dos pero con mejores expectativas para uno que para otro. Le vi triste, vistiendo esa tristeza que se luce las noches de gala y cuya confección lleva mucho tiempo el fabricarla y cuya costura no desaparece fácilmente. ¿Qué estaría pensando? ¿Qué sentiría?
          Recuerdo que al día siguiente me marché, el viaje duro y largo, la vuelta a casa, cruzar la misma puerta que tan bien conocía. Pero sobretodo recuerdo la última mirada de Isaac, inabarcable, despidiéndonos hasta pronto sabiendo que probablemente fuese hasta siempre; dándome su único legado, su carpeta azul que dijo ya no necesitaba porque ya no tenía nada más que decir al mundo. Quizás ya no oyera ni su propia voz. al final de todo un beso, no muy largo, que murió de repente. Creo que en aquel momento él me quería, también creo que yo lo quería, que lo estaba queriendo de verdad como nunca pude haberlo querido antes y como nunca habré recordado quererlo después.
          - Adiós Isaac.
          Y verle quedarse solo mientras miraba con aire ausente cómo aquel pequeño pájaro apenas podía volar por miedo a caerse del árbol.

chistes (78)



¿En qué se parecen los abogados y los plátanos?
-Que no encuentras uno derecho.

- ¿Cómo te fue?
- Mal, el médico me dijo que debo tomar estas pastillas para el resto de mi vida.
- ¿Y qué tiene de malo?
- ¡Que sólo me dio siete!

En la consulta del médico, el paciente le dice al doctor:
– Doctor, cada vez que tomo café me da una puntada en el ojo derecho, ¿qué me recomienda?
– ¡Que saque la cuchara de la taza!

citas célebres (105)



No impongas a nadie lo que tú mismo no puedas soportar.
Publio Siro (Siglo I AC-?) Poeta dramático romano.

Cuando la vida te presente razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una razones para reír.

Para el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios.
Simón Bolívar (1783-1830) Militar y político de origen venezolano.

Los muertos son los únicos que ven el final de la guerra.
Platón (427 AC-347 AC) Filósofo griego.

Hay tantas cosas que no pueden juzgarse sin el corazón, que si éste falla, la razón debe desatinar necesariamente.
Alejandro Vinet (1797-1847) Literato y teólogo suizo.