jueves, 4 de febrero de 2016

DESPERTAR (II PARTE)

...ese primer beso de ese primer chico que queda enmarcado en la memoria como el tesoro precioso que se guarda y se defiende porque es el centro sobre el que gira todo. Un recuerdo que tampoco sé ya si fue tan maravilloso o simplemente lo idealicé. Me está pasando como esas fotos de los abuelos que a veces sacan en las comidas familiares, con lágrimas de emoción en los ojos; esas fotos en blanco y negro que están un poco borrosas, con las esquinitas algo estropeadas. La diferencia es que a mí las lágrimas de emoción en los ojos ya no me salen, y cuando me salen recordando ese primer beso el morrete se me queda torcidito por una pena que me aprieta al lado de la teta izquierda. Donde el corazón. Creo que ultimamente le importan más mis tetas que mi corazón. Pero listo como es, dice lo contrario. Sin embargo después debe demostrarlo, porque a veces, aunque a mí no me apetezca mucho, y mira que se lo digo, tengo que abrirme de patas porque el quiere “demostrarme su amor”. Y yo, pues claro... ¿qué novia sería yo si no quiero hacer el amor con mi novio? ¿es que ya no me gusta, ya no me pone? ¿es que me gusta otro? Mejor dejarle hacer, al fin y al cabo tampoco está tan mal la cosa, que una vez se me ocurrió ponerme cabezona con el no y aquello acabó bastante mal. Mejor fingir un poco, que tampoco es tan difícil, y ya otro día apetecerá más. El problema es que cada día apetece menos.
No como el de aquella vez, el del cuerpazo, que todavía solo de acordarme de cómo estaba se me pone la piel suavesita mi amorrr. Amor. Esa palabra que desde que eres pequeña te dicen que es lo más maravilloso del mundo. Incluso más guay que un amanecer detrás de una montaña nevada. Y eso sí que mola. El amor... Empiezo a pensar que las películas de Disney no estaban en lo cierto. O por lo menos un poco equivocadas, porque eso del príncipe azul, como no sea en el cuento del hijo del pitufo monarca no lo veo claro del todo. Yo, que tengo la paleta llena de colores, y sin embargo parece que no pinto nada. Mejor dicho, mi opinión. Porque todos tenemos una opinión ¿no? Para mí mi opinión es importante. Y también la suya. Pero para él parece que mi opinión no es tan importante. Me sonríe, eso sí, con esa sonrisa que también he visto a las madres en el parque, cuando su hijo le dice algo que no tiene sentido, que hacen como que hacen,
pero que en eL fondo no hacen, es decir, que me lío, que se hará lo que dice la madre, y el niño, atento, escucha y asiente. Pues eso mismo. La diferencia es que yo ya no soy tan niña, que ya casi soy mayor de edad. Me sacaré el carné de conducir y votaré a quien me dé la gana, no al que me diga él. Que también sobre eso sabe mucho. O eso se piensa. Porque cuando habla de esas cosas poniendo esa cara muy sería que pone cuando habla de esas cosas con otras personas, las demás personas, especialmente las que son más mayores, curioso, ponen la misma cara que ponen las madres esas que he dicho del parque. A mí ni me pregunta, solo me mira de vez en cuando esperando que haga con la cabeza que sí, y yo, claro, hago que sí con la cabeza, porque realmente ya no me importa tanto lo que dice. Porque si a él no le importa lo que yo pienso ¿por qué tendría que importarme a mí lo que él piense? Que diga lo que quiera... que para algo su boquita es suya. Sí. Me sacaré el carné, y conduciré mi propio coche. No digo que no me guste ir de copiloto, que él desde que se ha sacado el carné y se ha comprado ese coche que parece bueno, pero que no lo es, porque de vez en cuando suena como si tuviese tos, y eso no puede ser bueno, si no que se lo digan a mi abuelo, que también tose mucho porque según el médico tiene problema de bronquios. El caso, que me pierdo, hablo de una cosa y termino en otra, el caso, digo, que de copiloto está bien, porque puedes hacer muchas cosas mientras te llevan, incluso cerrar los ojos y sentir el viento en la cara si bajas la ventanilla, pero sentir el poder en tus manos debe ser como para tirar cohetes un día de fiesta. Coger el volante y decir, ahora para la izquierda, y ahora para la derecha, y ahora me paro, y ahora acelero. Porque me da la gana. Acelerar y no parar. Desaparecer. Eso es lo que deseo últimamente. Desaparecer, sin más. Pero con el maldito
móvil ese me tiene cogida, como dice mi abuelo, por los mismisimos. Especialmente desde que activó el... como se dice... ¿localizador? Para regalarme flores por sorpresa, dice él. Que sí que es cierto que al principio me regalaba flores, incluso un par de veces, cuando me regaló el móvil, apareció de repente detrás de una esquina con una rosa, que yo alucinaba ¿cómo sabrá éste dónde estoy? pensaba, pero después ya me dijo lo del localizador, y aunque le dije que mejor quitarlo porque total, para qué, me dijo que era mejor para mí, por mi seguridad, que las chicas como yo mejor que vayan seguras por la vida, por si pasa algo, que no va a pasar, pero por si pasa, que nunca se sabe. Como a los perros con su chip. Y ahora me da apuro quitarlo, no sea que se enfade con uno de esos enfados tan locos que le dan cuando algo no le gusta absolutamente nada. Desaparecer. Coger mi coche, acerlerar y tirar el móvil por la ventanilla mientras sientoel viento en mi cara. Eso sí, con los ojos abiertos. No soy tan irresponsable. Aunque él dice que lo soy, que soy una cabra loca en medio de una piscina de bolas. ¡Bolas las suyas! ¡Y cabra porque estoy con un cabrón! ¿Por qué dice que soy irresponsable? Antes sí, al principio, cuando empezamos, pero es que entonces era muy pequeña. Ahora soy más mayor, más madura, quieras que no dos años a esta edad se notan, y si no que se lo digan a mi talla de pantalones, y de sujetador. ¡Cómo se pone cuando los demás chicos me miran! Y no solo los chicos, también los hombres que tienen más años. Es cuando pone esa mirada que literalmente significa “ hijo de puta, pederasta, te arrancaría los huevos y te los metería por la boca”, y después me mira, sonríe, con esa sonrisa de emoticono, y que quiere decir “pero eres mía, y yo el te folla cuando quiere”. Lo sé porque un día me lo dijo. Pobrecillo, lo debe de pasar mal. No se puede ir por la calle deseando arrancar los huevos a la mitad de los hombres con los que nos cruzamos. Eso no puede ser bueno. Y no es porque yo lo piense y parezca una creída, pero la verdad es que tengo un buen cuerpo, de mujer, con unas tetas y un culo bien hecho, que mis padres cuando se pusieron me hicieron a conciencia, y una carita de ángel que parece tuneada con photoshop. No. No se puede ir así por la vida. No es bueno ni para él, ni para los que le rodean, porque a mí no me hace más féliz. Todo lo contrario. Me pone más triste. Si estoy buena qué culpa tengo yo de que me miren los demás. Que se ponga a salir con una más fea, quizás así se quite ese problema. Claro, el problema acaba siendo mío. Lo estoy notando. Que me he dado cuenta. Cada vez salimos menos, y con menos gente. Desde que consiguió ese trabajo el año pasado y se ha independizado a ese pisito que él llama “nuestro nidito” apenas salimos nada. Dice que para qué queremos el mundo si nos tenemos el uno al otro. Así que de mi casa, quiero decir, la de mi madre, a la suya, y de la suya a la mía. Así todas las tardes, por lo menos entre semana. Dice mi madre que mejor que duerma con ella, en casa, en mi cama de toda la vida. Y que aunque el chico es muy majo y muy formal y muy todo, por lo menos, entre semana, con ella, para ir al instituto. Cada vez salimos menos, y cuando salimos, con sus amigos. De los míos ya ni me acuerdo. Están los del instituto, pero como él viene muchas veces con el coche a la puerta a esperarme, tampoco tengo mucho tiempo para los demás. Con su coche delante de la puerta. Y que no me vea hablar con ningún chico, que si no me empieza a preguntar que quién es, y que qué hago hablando, que él lleva un rato esperandome delante de la puerta, para llevarme a casa para que esté más cómoda y me canse menos. Cierto es que vivo un poco lejos y a veces me viene bien...¡Pero si yo no le he pedido que venga, lo hace porque le da la gana! Empiezo a pensar que lo hace para marcar el territorio, como los perros. Pero mear por las esquinas está peor visto, y mearme a mí sería de mal gusto. Mejor plantarse allí con su coche resfriado y esperarme, como el piloto de formula 1 que gana la carrera y va a recoger su trofeo. Porque al final es como me siento muchas veces, y cada vez más. Soy su trofeo. Para el solito, en su vitrina. Su coche, su casa. Su trofeo. Lo que no quita, que me he dado cuenta, a que mire a alguna de mis compañeras de instituto como los hombres me miran a mí por la calle. ¿Me tendría que enfadar yo cómo se enfada él? Incluso tiene el morro de decirme que las mira para apreciar más mi belleza, porque por comparación, si fuera por la luz que irradiamos, ellas serían solamente la luna, y yo, el sol. Eso, antes, me hubiese hecho gracia. Pero desde hace un tiempo también me he dado cuenta que me río menos. Estoy perdiendo el sentido del humor. Y también la sonrisa. Me refiero a la sonrisa sincera. La otra la tengo más que dominada. La sonrisa postiza que viste pero no luce. Ésa, la tengo muy bien domesticada. Creo que ni él se da cuenta. O quizás sí, pero no dice nada. Y me duele. Me duele ser falsa. Falsa como el iphone de jesuscristo. Falsa como los amigos del Facebook...

5 comentarios:

  1. Estimado, y quien ha escrito en tan perfecta narrativa esa realidad, tan real que me veo reflejada en ella jajaja es increíble. Gracias por tus publicaciones, saludos cordiales

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  2. Estimado, y quien ha escrito en tan perfecta narrativa esa realidad, tan real que me veo reflejada en ella jajaja es increíble. Gracias por tus publicaciones, saludos cordiales

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  3. Gracias Carol. Me alegro que te guste, y espero que te siga gustando. Y también espero que el relato sirva para abrir los ojos de alguien.

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  5. Como siempre. Muy tierna. Me parece que gracias a dios esa mujer se esta perdiendo

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