lunes, 8 de febrero de 2016

DESÈRTAR (IV PARTE)

¡Si tengo 17 años..! Sí tengo toda la vida, eso dice mi abuelo, y mira que habla poco mi abuelo. Pero cuando habla es como escuchar la sabiduría del tiempo. Tan poco se mueve, que cuando habla parece el despertar de una momia olvidada. Habla poco y se mueve poco. Y mira mucho, mejor dicho, tampoco mira mucho, pero mira como si te hiciese una radiografía, te mantiene la mirada hasta que saca sus conclusiones. Entonces vuelve a su retiro intemporal a la espera de un nuevo amanecer. Amanecer con el vencimento del convencimiento, no con la victoria de la rutina y de la semilla traidora de la duda y la preocupación de un día más, otro día más, todos los otros días más. Más. Más.
¡Más! Quiero saber más. Saber por qué algunas personas se comportan como se comportan, ¿por qué esa actitud tan estúpida? ¿Qué sacan de beneficio? Puedo entender que alguien robe un banco. Te llevas la pasta y a vivir. Pero tener a alguien como un jilguero en un cuarto oscuro... ¿para qué? ¿Qué beneficio saca él cortándome las alas? ¿No es más hermoso tener una paloma que vuela y que vuelve a contarte lo que el mundo le muestra, a comer de tu mano, a dormir en tu regazo? ¿Por qué? Cuántas más vueltas le doy menos lo entiendo. Él sí, lo entiende todo. Es infalible, como Dios. El dios de mi religión. Una religión que he elegido pero que me empieza a dejar de convencer. Convencer. Vencer. Ven... Como el día que me dijo que tenía prisa y tuve que dejarlo todo porque él es así. ¡Ven! ¡Ven! Parecía que se iba a quemar el mundo, o explotar, ¡o yo qué sé! Cuando de él se trata, todo es, como dice el jefe mi madre, para ayer.
Y total, para una tontería. Su tontería. Un día de éstos me cansaré de sus tonterías y lo mandaré a la mierda. A la mierda más mierdosa... pero no es fácil. Primero porque me quiere, siempre me lo dice, ¡te quiero, te quiero! Cierto es que tiene una forma un tanto peculiar de demostrarlo a veces, pero me quiere. Lo que no me gusta es cómo últimamente me quiere. Quizás cambie y entonces todo vuelva a ser como antes. Tambien porque yo le quiero, creo. Antes sí. Antes pensaba que me moriría si no le veía un día. Y no lo veía todos los días. Él no podía. El entrenamiento del equipo de fútbol, sus amigos. Eso sí, hacía lo imposible por estar conmigo. Y se notaba. Todavía recuerdo cuando llegaba, recien duchado y con ese perfume de primavera. Parecía Superman. Pero sin los calzoncillos por fuera. Mi superhombre. Un chico que ya se estaba haciendo hombre y quería demostrárselo al mundo entero. Que el mundo supiera que él estaba
ahí, y estaba para comérselo. ¡Cómo cambian las cosas en dos años! Porque... ¿Cuándo cambió? ¿Cuándo empezó a cambiar todo? ¿En que punto del camino se torció la estrella para hacerme una estrellada? ¿Dónde? ¿Es posible saberlo? Quizás siempre fue así, y entonces no me daba cuenta como me doy ahora. Es lo que tiene el amor, que te vuelve tan ciega como dos botellas de whisky pá desayunar. Y esa es otra, antes salíamos de fiesta, antes de lo de nuestro “nidito de amor”. Y sí, lo confieso, que tampoco es pecado, me gustaba beber un poco y ponerme un poco “contentilla”, no mucho, que yo nunca he sido de esas que se beben un barril entero. Y entonces, en ese momento, le abrazaba fuerte, muy fuerte, y ponía la cabeza en su pecho, y su pecho era una almohada donde poder dormir un sueño maravilloso y eterno. Él me miraba, con sonrisa ¿cómo se dice...? condescendiente, qué palabra tan curiosa, acariciaba mi pelo con sus dedos
y el mundo ya se podía teminar ahí, que para mí, no podía haber mayor momento de felicidad. Felicidad. Qué bonito nombre... Como Aurora. Como Esperanza. Y no como Soledad. O Angustias. ¡Dolores!. Seguro que un día de estos alguien pone a su hija de nombre Eutanasia. Como dice mi madre, en el mundo hay gente para todo. Todo el mundo... tan grande y tan pequeño. Ahora ya no bebo. Desde que él no bebe, por lo menos cuando está conmigo, yo tampoco. De hecho, cuando vamos a tomar algo, que suele ser contadicas veces ya, va directamente a la barra y pide por los dos. Sin ni siquiera preguntarme qué quiero. Como desde que trabaja paga todo él... Vale que sabe lo que me gusta. Pero ¿y si quiero otra cosa? Imaginate que quiero... un té rojo de Ceilan, que yo nunca tomo té, casi nunca, simplemente por probarlo, mi abuela lo toma, y eso que no sabe ni dónde está Ceilan, yo tampoco, pero que me apetece porque a mi abuela le gusta mucho y mi abuela tiene buen gusto, ¿qué hago yo con la Coca-cola light que siempre me saca? Porque no sabe igual. No sabe igual. La Light es más sosina. Como un huevo frito sin sal. Como un bar sin música. Pero claro, él quiere a su chica guapa preciosa linda de la muerte, no sea que engorde 100 gramos y ya no apetezca tanto follársela. ¡Si el sexo está en la cabeza! Eso dicen las feas. Y ahora que lo pienso, alguna que tampoco es fea, que un día se lo oí decir en la tele a una mujer muy guapa que era sexóloga, que había estudiado eso en la universidad, y que como decía ella, el coche importa, pero lo que importa es lo que sepa hacer el conductor con él. Esa comparación me gustó. Está bien tener un Ferrari, pero suele costar demasiado esfuerzo tenerlo. Y yo no quiero ser un Ferrari. Quiero ser un coche que ande bien y que vaya a todas partes. Con un conductor que me trate bien, me cuide, y no rompa el motor, ni pinche las ruedas. Rodar. Como una piedra rodante por un río con ríada, incapaz de poder girar y salir a la orilla más cercana. Meter la pata. Fumarse un peta. El oído que pita. De la arcada a la pota. Y el oficio más antiguo del mundo , el de puta. Me gusta hacer juegos de palabras. Buscarle las cosquillas a las letras, meterlas como en una batidora y darle vueltas, a ver que sale. Pero a él no le hacen gracia. Dice que son tonterías. ¡Tontería es que te pongan una multa por ir al doble de velocidad a la que puedes ir y después trabajar más de un mes entero para tener que pagarla! ¡Eso es tontería! Pero hacer juegos de palabras... Al principio jugamos alguna vez, pero como también le ganaba, se enfadó, dijo que era una estupidez y no volvimos a hacerlo. Así que ahora solo hago juegos de palabras en mi cabeza. ¡Cómo si tuviese pocas cosas dentro de ella! Lo que tengo que empezar es a sacarlas. Con la cabeza bien ordenada el corazón corazoncito se vuelve amplio e infinito. ¿o es al revés? Tener el corazón ordenado para que la cabeza furrule mejor. Al ordenador le pasa lo mismo, si tiene muchas cosas va más lento y a veces se atasca. Soltar mierda para andar más ligero. Si él supiera todo esto no necesitaría ordenar la cabeza porque me la cortaba directamente. ¡Zas! Así, de un tajo. Figuradamente claro. Espero. Porque éste es capaz de soltarme una hostia, que un par de veces casi me suelta un guantazo, y todavía doy gracias a Dios que se paró en el último momento, porque sus ojos ya estaban más fuera que dentro de su cara. ¡Qué miedo pasé1 Eso si que es miedo, y no lo que te producen las pelis esas japonesas de fantasmas. Quizás me las tenía ganadas, no lo sé. Según él sí. Entonces le creí, porque como siempre habla con esa seguridad que parece imposible que se equivoque ni una miaja, que hasta le pedí mil veces perdón, con lágrimas en los ojos, más de miedo que de otra cosa. Lo más curioso es que no sé cuál fue el motivo exactamente. Creo que fue porque se pensó que me reía de él mientras hablaba con un chico del instituto. Cosa que no era cierta. Desde entonces hablo menos, sobre todo desde que viene casi todos los días con su coche a la puerta. Ahora miro más tarde la puerta. No quiero cruzar mi mirada con la suya y ya no tenga opción de seguir “¿distertando?” con mis compañeros. Aunque tampoco quiero meterlos en un lío, después de lo de aquel día... Esto es una mierda... Estoy hecha un lio. Pero sobretodo estoy triste. Una tristeza muy grande, superaburrida. Y no me gusta aburrirme. Aburrirse es una pérdida de tiempo. Dice mi abuelo que solo te das cuenta del tiempo que has perdido cuando eres viejo. Entonces ya no tiene remedio. Pues yo creo que estoy perdiendo el tiempo, y además me doy cuenta de ello. Quiźas me esté haciendo vieja antes de tiempo. Se me caerán las tetas y el culo cogerá forma de tortilla. Después él me dejará porque el trofeo ya no es tan bonito, cogerá otro trofeo y a mí ya no me querrá nadie. ¡Nooo! ¡Por Dios!, y por Hello Kitty. La Kitty, con lo que la quiero yo. Desde pequeña conmigo, como para que ahora me venga el tío este y me diga que eso tambien es de crías. ¡Pues que sepa que ya llevaba muchos años conmigo antes de que él apareciese en mi vida! Mira que le mando a la porra y me quedo con la Kitty, que ésta no me da disgustos y siempre me sonríe. Bueno, no sonríe, pero mira tan dulce... Eso es lo que necesito. Dulzura a mi lado, que desde que no tomo azúcar mi vida es amarga tanto por dentro como por fuera. ¿Sé podrá vivir una vida entera así? ¿Habrá gente que lo haga? ¿Y si este tío es de los que después se vuelven locos del todo y me tiene medio secuestrada, y encima me pega? Con lo poco que me gusta el dolor. Le tengo alergia. Cuando me rompí el brazo con la bicicleta pensaba que me moría de dolor... ¡No!
Eso tampoco. No quiero más cosas que duelan. Y si tienen que doler, que sea porque ha pasado así y hay que aguantarse, no porque yo lo he elegido. ¡Que parezco masoquista! Claro, al principo, y después, pero ahora... ese es el problema. Siendo el ahora lo que vivo pienso más en el antes y en el después. Así vamos mal... Un día le pregunté de qué material estaban hechos los sueños, lo había oído en una peli que nos pusieron en clase. Me miró, ni siquiera sonrió, y aceleró. Yo le dije que después de pensarlo bien creía que de felicidad. Él me dijo que de sufrimiento. Si mi sueño es estar con él ¿el camino es el sufrimiento? Si dicen que sin dolor no se puede amar de verdad ¿ésto es lo que me espera? ¿Sin azúcar, sin poder correr, sin estudios, sin amigos, sin piscina? Una vida aburrida para evitar el miedo. Una vida sin mí para ser él sin ser nosotros. Niditos de amor con polluelos alrededor esperando a que vuelva el gallo de pasar el día al sol, y yo gallina, a la sombra. Pareceré la gallina blanca, que le da sabor a todas las vidas menos a la suya propia. Un “¿sucedáneo?” de vida. Una sombra de vida. Una vida sin vida. ¡Joder! ¡prefiero morir...! ¡No! Soy demasiado joven para eso. No me apetece. Pero está claro que algo he hecho mal cuando estoy contándole mis problemas a una muñeca porque no tengo a nadie más que contárselos. ¿Y tú qué piensas, muñeca? ¿Qué debo de hacer? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué quiero?¿Qué es lo que me conviene? Si me contase esta historia una persona desconocida sabría perfectamente la respuesta. ¡Pero a veces es tán difícil tener que tomar una decisión! ¿Por qué hay que tomar decisiones? Supongo que al final en eso consiste madurar. ¡Pués sé de una que se va a caer de un árbol que yo me sé, por madura! A ver si le hace gracia el chiste... ¿Por qué? ¿Dónde empezó todo? Si mi prima no se hubiese puesto enferma de repente cuando íbamos a correr yo no hubiese ido de fiesta, y no lo hubiese conocido. ¡Estaba tan guapo! Me miro con esa mirada derritehielos que pone y que me deja tan tontina. ¡Cómo para decir que no...! En él empieza todo, y en él termina todo. Él es el mapa de mi vida. Un mapa de pasos cada vez más cortos y círculos concéntricos más pequeños. Un mapa de un juego que no me gusta. Quiero correr, comerme bocadillos de chorizo con nocilla. Quiero ir a la piscina sin sentirme rara, un otoño con ocres y una mañana con una sonrisa. No soy yo por ser él, y se olvidó el nosotros. Yo quiero el nosotros. Pero con otro. No sé con quién, pero ésto no es lo que yo quiero... ¿Tan difícil es dejar a una persona? Es la primera vez.... ¿Cómo se lo tomará? Seguro que le dan ganas de matarme. Espero que no lo haga. Habla mucho, pero luego... Lo que está claro que esto no puede seguir así. Esto no es vida. Porque si ésto es a los
17 ¿Cómo será a los 25? ¿Y a los 40? ¿Qué puedo esperar de una vida así? Que el guapo de guapolandia siga su camino y yo el mío, no están hechas las margaritas pa los marranos, ni los peines para los calvos. Que se busque otra florecilla para su nidito, que yo ya me clavé todas sus espinas. Quiero escribir poesía e inventar juegos de palabras. Quiero otro abrazo de terciopelo para coser mi corazón roto. Quiero ser otra vez yo. Tampoco pido tanto. ¡Azúcar! que estoy amargada por dentro y por fuera. Una amargura que perdura hasta la tortura. ¡Qué locura! Qué verdad tan dura. Y que poesía más mala... es para darme sepultura. Mira, una sonrisa... con lo fácil que parece sonreír a veces. Y otras casi imposible. Una simple sonrisa sincera. Como una vela gastada, sin-cera. Nadie que me quiera puede cortarme las alas si quiero volar. Si no acabaré volando cuando estalle. Y estallar está mal, pero no estallar peor. Mi madre dice que más vale una vez roja que cien veces amarilla. Pues tendré que cambiar la luz del semáforo. Que por aquí no se pasa más. Cortado por peligro de explosión. Que la vaquica ya no da más leche. Que ni todo el monte es orégano, ni se puede sacar de donde no hay, y mejor sola que mal acompañada. Lo nuestro esta agotaito, como yo. ¿Dónde habrá una playa donde perderme de él, de todo? Un sitio sin cobertura ni internet, donde los jabalis se coman las lechugas de la huerta. Un lugar donde vuelva a ser yo. Tengo que dejarlo, aunque deje la mitad de mi corazón con él. Él. ¿Él lo haría? ¡Quién sabe! Pero prefiero un corazón más pequeño y limpio que una calabaza por corazón. ¡Tanto corazón! Más cabeza y menos corazón. Una empieza, así, sin más, sin cabeza, y termina sin cabeza ni brazos ni pies. Sujeta a una estaca, como una mula. Y así de, ¿se dice “terca”? puedo ser yo, puedo comerme la alfalfa para que el burro muera de hambre.
Todo el mundo tiene un precio y un valor, y el mío está saliendo barato. Merezco algo más, por lo menos poder vivir mi vida, no la vida de los otros. Que yo sepa en mi DNI sigue poniendo mi nombre, no el suyo. Y la fotografía es mía. Alguien que no me de miedo. ¡Eso pá las pelis japonesas! Alguien que me de la ilusión de tirar p'alante, porque pá trás ya tengo yo bastante... Cuando mi amiga se entere flipará. Seguro que no se lo espera. Piensa que somos una pareja cuasiperfecta. Ella siempre me dice que le encantaría tener un novio así, guapo, simpático, protector. ¡Ya tiene al suyo...! Que tenga cuidado con lo que desea, porque a veces los deseos se convierten en realidad, y no ser como uno los imaginaba. Lástima que no se lo pueda decir personalmente. Una vez cortada la cuerda todo se va a la mierda. Borrón y cuenta nueva. ¡Borrón... cómo si se pudiera borrar! Arrancar la hoja del cuaderno, que todavía me quedan muchas en
blanco.... Hablo de él en pasado, y mañana le veré como todos los días, a la puerta del insti. Con su coche modelo lata sardina, encima resfriada, para llevarme a esa cárcel de sofás y pelis a pasar la tarde. Yo mañana quiero pasear. Un paseo largo bajo el sol. Han dicho que va a hacer bueno... Necesito aire. Respirar. Un poco de oxígeno. Una miaja, ¡no! ¡un cacho supermegagrande de libertad. Mi cacho. Que para algo es mío.... ¿Qué pasara después? No digo mañana, que puede ser, o no, pero después, al cabo de los días. Me querrá convencer de que sigamos juntos. Sabe que todavía le quiero. Y también sabe que le tengo miedo, por lo menos un poco. ¿Y si me dice que va a cambiar? ¿Y si me pide una oportunidad,? ¿Y si me la exige? ¿Eso se puede exigir? ¡Con lo poco que le gusta que le lleven la contraria! Se va a volver loco. Mejor decírselo fuera del piso, en un bar o algo así. Si no, éste es capaz de cualquier cosa. Espero que
no, pero “nunca se sabe, por mi seguridad, que las chicas como yo mejor que vayan seguras por la vida, por si pasa algo, que no va a pasar, pero por si pasa”. ¿Cómo he podido llegar a ésto..? ¿Seré capaz de decírselo? ¿Cuándo se lo digo? Cuanto antes mejor, tomada la decisión lo demás es tontería. Dicen que lo breve bueno, dos veces bueno... Flipará. Me parece que ni se lo imagina. La verdad, yo tampoco. Hasta que no lo haga no me lo creo. Y pensar que me veía con él viejecitos, cogidos de la mano, con nuestros hijos y nietos, en una casita blanca cerca del mar. Tanto pensar en cosas que después no suceden. Qué manera de complicarnos la existencia. No me vuelvo a enamorar en la puta vida. Si pillo a Walt Disney lo mato por cabrón, no se puede jugar así con los sentimientos de las niñas, que después crecemos y resulta muy frustrante ver lo tíos que hay por ahí. Mejor la Kitty, que nunca decepciona. Hace lo que dice mi abuelo,
oír, ver y callar. Así le va de bien. Pero a mí, lo mismo, me va lo contrario, porque callando siempre solo he conseguido quedarme sin voz. Sin sonido. Como la letra H, que la gente solo se acuerda de ella cuando se olvidan de si está. Qué cosa más triste. Yo no soy como la Bella Durmiente. No necesito a un guaperas de morros finos que me venga a despertar a un mundo multicolor de magia y fantasía. Si quiero algo magico me busco a alguien muy majo que me haga sentir esa cosina aquí dentro, como los pica-pica, pero sin pica-pica. Una cosa que no siento hace tiempo. Ese run run donde la teta izquierda, en mi corazón....A este paso no me voy a dormir, y mañana tengo que estar descansada. Si no, me costará mucho decirle lo que le tengo que decir. El sol no debe tardar mucho en salir... todavía puedo dormir un par de horas. Un nuevo sol para un nuevo día. ¿Qué estará haciendo él? Estará durmiendo, soñando a saber qué, sin saber que
mañana será un día que nunca olvidará. O sí. Yo por lo menos no. Mejor no saber ni la fecha, que después la buena memoria te hace acordarte en los aniversarios. Eso dice mi abuela. Pero sin memoria ¿qué nos queda? Ni siquiera el consuelo de haber aprendido del fallo. No me gustaría volver a cometer esta misma equivocación. Si me equivoco que sea jugando a la ajedrez, que me da igual, pero no echándome de novio a un tío que se empeña en hacerme más pequeña cada día, anotar minuto y resultado de cada movimiento que hago, y que, sin darme cuenta, terminará por meterme dentro de un armario y sacarme cuando conjunte bien con su camisa. Debiéramos ser más transparentes. Yo hubiera sabido cómo era él, y él quizás, al saber lo que yo sentía, hubiese cambiado a mejor, y no a peor.. ¡Bah, éste no tiene remedio! Quien lechón nace, marrano muere. No se puede tratar así a las personas. No se puede vestir con buenos modales y palabras
bonitas cosas feas. Eso es engañar. Que me engañen los caleidoscopios y los anuncios de hamburguesas, que siempre parecen más grandes, pero no el “¿arrendatario?” de mi amor. Necesito confiar, porque si no, ¿a quién le voy a contar mis problemas si mis problemas son esa persona?... 17 años. Todavía no puedo beber legalmente y ya me han secuestrado el alma.... Pero ahora tengo la llave. No dejaré que me encierre del todo, mejor salir volando de la jaula antes de que se me olvide volar. O se cierre la puerta para siempre... Me niego. Me niego... Se va a volver loco cuando se lo diga. Como una cabra. Como un cabrón... Éste es capaz de amargarme la vida. Lo primero que voy a hacer es mandar a la mierda el móvil, no me fío una pizquitita así de enana. Si me seguía para regalarme flores, a saber qué hará por despecho... Mejor no pensarlo. Mejor dormir y olvidarse de todo. Que el amanecer me traiga la paz. La Paz, capital de Bolivia.
Gentilicio “paceño”. Y pázueño el que no tengo. No tengo, pero tendré, la libertad. La libertad de hacer todos los juegos de palabras que me de la gana. Pero mejor que hoy, mañana. Mañana... ¿qué queda después del amor, sino la pena? La pena penita pena. De todas maneras, las penas se quitan con las alegrías, y de esas no tengo tantas últimamente. Tampoco pierdo mucho... Porque, realmente ¿qué pierdo? Eso pensaba el otro día ¿qué pierdo? Y me di cuenta de que no perdía nada, nada, más que el tiempo. Todo lo demás ya lo había perdido. La alegría, la ilusión, la paciencia. Sólo el amor no basta. Ni todo el amor del mundo. Al fueguecito hay que echarle leña, si no se apaga, por muy grande que sea la hoguera. ¡Sabré yo cómo se cuidan las cosas! Que para algo voy a ser enfermera. La mejor de todas, porque cuidaré a los demás como me gustaría que me cuidasen a mi. Incluso pincharé a los niños con la aguja sin que pasen
miedo. Miedo no. Mejor una tableta de chocolate con avellanas y un poquito de mermelada de frambuesa... Me tengo que poner en forma. Si no engordaré. Quiero estar radiante. Me quiero mirar al espejo y verme guapetona, ver otra vez a la Aurora que no me engaña al preguntarme que “¿qué tal?” porque la respuesta es “Muy bien”... Voy a apagar la luz, que parece que el sueñecillo se me va escurriendo por la oreja, no sea que se escape otra vez y toda la noche en vela me deje muerta matá. “Todas las noches muero. Todas las mañanas nazco. Y siempre igual... ¿Siempre igual?. ¿cómo sigue...? nunca me acuerdo. En fin, mañana será otro día...

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