miércoles, 3 de junio de 2015

poesía nº 276

Me quedé sin risa por hacerte reír.
El payaso solo ríe a solas.
Me quedé sin risa por hacerte reír,
porque sabía que la risa que callaba
era la brisa y el viento
que formaba tus olas.
Me quedé sin risa por hacerte reír,
por llenar de momentos tan alegres
los escondites más recónditos de una boca
tan deseada y tan lejana,
por rozar tu labio en la distancia,
por besar con palabras una piel que no se toca.
Cambié mi risa por la tuya
a cambio de un silencio
que aunque no mataba hería
a veces, y otras llenaba
todo el espacio el cuerpo de tu aroma.
Me formé la imagen del chico ingenuo
que no sabe lo que dice
por crear mi propio hueco en tu memoria,
para hacerte pensar en mi risa inexistente,
para cantarte al oído
el ritmo vacuo del sonido del que llora
sin lágrimas y ríe sin carcajadas,
del que siempre te mira a las pupilas
por ver su propia imagen reflejada.
Me quedé sin risa por hacerte reír,
por querer enamorarte.
Ahora estoy triste porque olvidé
como era su forma.
No te dije que mi risa
era un sepulcro que se obvió a si mismo
para no verte marchar,
sin pensar que después su existencia
fuera la única escapatoria
del que no le queda nada.
Y sé que algún día volveré a mi risa
como quien vuelve al recuerdo de su infancia.
Y sé que algún día volveré a mi risa
recordando el motivo de su olvido y su derrota;
anclado como estaba a tu alegría
de una forma tan devota,
retornando a mí mismo
desde aquel camino que tomé
con nueva voz aún más amada,
y será de nuevo en mi boca
donde el recuerdo de tu risa
cobre vida dando cuerpo al beso
que por no darse ahoga.
No es dura la piedra porque aguante el temporal.
Es dura porque nadie la destroza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario