domingo, 14 de junio de 2015

El diván de los búhos: la comunicación

Hola queridos y amados escuchantes del diván de los búhos. Welcome to everybody, bienvenue a notre radio. Soy Iñaki Marañón, y hoy nuestra sección "la perrera" se dedica a todos los okapis, kiwis, y koalas; a los kenianos, pakistanies; brokers, jockeis, aizkolaris; a los de Pekin, Kioto, y Tokyo, a los que aman el Folk, el Punk, y el Rock. A Kiko, Koke, a Mark, a mi amigo Ricky, que con una F se hace un friky. E incluso a King Kong. Hoy, por supuesto, hablamos de la K.

Con su forma de manita, la K proviene de Kappa, la letra. No confundir con la prenda que hace volar a Superman. Y mucho menos con el verbo capar, que eso, más que kafkiano, sería un harakiri kamikaze al estilo vikingo.

Ca-si siempre asociamos su silueta a 1000. Da igual, metros que gramos, todos como hermanos la medimos para ver su evolución. Y así tomamos vitamina K, te comes un kebab, con kepchup o sin él, para que el bikini te quede bien, o jamón... Ya veremos si serrano o de York.

Kelvin le dio el frío absoluto ¿OK?, que ni con anorak se lo quitaba Nanuk, el esquimal, cuando iba en Kayak. Pero en literatura siempre es bien recibida, haciendo haikus en el teatro kabuki, con hombres en kimono color kaki. Como yo, Iñaki, que se piensan que soy japonés, pero soy de aquí.

¡ Y es que la K tiene un look tan Kitsch!, Es un Crack de letra. Ha venido de otros idiomas para quedarse con nosotros. Da igual, euskera, germano o japonés. Para mí son idiomas de karaoke kazako, porque en mi stock de conocimiento polidiota... perdón, políglota, ocupan puestos en mi ranking de Pokemon.

En poker también se utiliza, sobretodo con elementos monárquicos. Y aunque una pareja de reyes acaba siendo una caca, casi todo el mundo la desea como un huevo kinder, para ver qué sorpresa le depara el Pack. Ya que puede ser como un Khan kurdo, o un KO, dependiendo del Karma que toque.

Una vez pedí un Kit y me trajeron el coche fantástico. Otra, un jack para mi guitarra. ¡Y me trajeron un toro hablando chino!... Lo jodido fue engarcharle el instrumento...

Y es que es fácil confundirse cuando la comunicación tiene overbooking de información. Muchas veces equivocamos el mensaje por partir de perspectivas diferentes. Como cuando preguntas a uno por la calle Mayor y te responde que nunca las ha medido.

En un mundo donde la comunicación parece haber corrido demasiado, ésta se desvirtúa. Ya no miramos a los ojos a las personas, ¡espiamos su perfil en facebook!. Buscamos en un kiosko virtual el amor natural, pero no encontramos a la kiosquera, porque no habrá nadie que os quiera de verdad si no comunicas tu alma.

El canal, el receptor, el mensaje, el código, el contexto y el emisor son los elementos de la comunicación. Todos son importantes. Por ejemplo, para la paloma, el mensaje, para el cerdo, el canal. Y el emisor, para nuestro ombligo. Porque nos gusta más hablar que escuchar, más el ¡Porque yo..! que el ¿y tú que piensas? Que las opiniones ajenas parecen traérsela floja hasta al impotente.

Desde la Perestroika a la Troika no hemos cambiado tanto. Desde los yogures con hilos, pasando por los walkie-talkies, hasta el marketing de smoking, seguimos sin aprender la frase de Miliki ¿Cómo están ustedes? Y tampoco la respuesta ¡¡Bieeeen!!

Dulce escuchante, escucha y serás escuchado. Repito: escucha y serás escuchado. Porque como sabe todo buen homosexual, para dar, primero hay que recibir.

Remitidnos vuestras perrerías y vuestros ladridos a perrerasladradas@gmail.com, para que podamos compartir ukeleles, kriptonita, whiskies, vodka. Lo que creáis más oportuno. Pero nunca desesperanza. Por favor, desesperanza, no. Junto con los desahucios antihumanos, ¡y beber champán en una lata de aceitunas! la desesperanza es lo que más odio en el mundo.

Allí donde estéis. Sí, a ti, y a ti, y a ti también. Allí donde estéis, mi corazón está con vosotros. Porque en la perrera nos gustan todos. Y nos gustan tanto, que nos gustan hasta en esperanto.

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