jueves, 24 de abril de 2014

el espíritu de los tiempos (24º)




            Por primera vez en casi un par de meses dormía bien. Me quedé en la cama durante casi una hora más, el sol estaba bastante arriba en el cielo azul pero yo seguía alargando el sueño en ese lugar justamente posterior a él donde las imágenes soñadas permanecen desarrollándose por nuestra propia voluntad sin dejar cabida al más mínimo intento de fracaso. Es entonces cuando cualquier cosa por improbable que parezca se puede convertir en realidad, en la realidad que queramos formar. Lo más curioso de todo es sentir la sensación de que realmente se está despierto y de que sucede al otro lado del sueño. Después de una hora de felicidad crucé la frontera en la que me encontraba y abrí los ojos. La casa estaba bastante silenciosa, apenas sí se oía algún pequeño ruido al otro extremo de la casa, tal vez en el salón o en la cocina. El sol penetraba por el cristal e iluminaba la pared blanca despidiendo una gran luminosidad. Comenzaba a recordar el día anterior, la charla en el Sumtrab, la vuelta a casa mucho más tranquilo que la ida, los dos últimos besos.
            - ¿Hubo suerte? - preguntó Isaac que acababa de entrar a la habitación dejando una pequeña caja sobre la mesilla.
            -Creo que fue lo más acertado. Por lo menos hoy he dormido como no lo hacía hace tiempo.
            - ¿Cómo fue?
            - Si te digo la verdad lo dejó ella.
            - ¿Cómo? - replicó con cierto tono de escepticismo e incredulidad.
            Y le expliqué toda la escena. Hasta le hizo gracia, casi se ríe. Maldita la gracia. Después de desayunar nos fuimos a jugar una partida al billar, jugamos dos partidas y perdí las dos, luego nos marchamos a comprar algo de comida. Realmente hacía un buen día, un día excepcional.
            - ¿Vamos esta tarde a la playa?
            - Lo siento, he quedado con Arizoni para hacer otra cosa. Dile a Serban y a Yerkari. Ellos seguro que van.
            En casa todos seguían con el mismo estado de espera intranquila; Bormano comentó que dentro de poco todos seríamos ricos, que después de la próxima vez nuestras vidas serían diferentes, que el dinero nos comenzaría a salir por las orejas, del culo, de todas partes, e intenté imaginar mi culo encima de una bandeja de plata, cagando billetes. Parecía demasiado irreal para ser cierto. Sin embargo, si lo decía Bormano podía suceder, todo lo que Bormano decía podría suceder; recordaba cómo era él quien había conseguido todo lo que teníamos en Martaux, la casa, el trabajo en la chatarrería, me había presentado a Xania y me había pagado la gasolina, incluso me había hecho propietario de un negocio propio, le tenía que creer, le debía creer y en verdad le creía. Siempre había tenido una extraña relación de amistad con él, de pocas palabras, sin concesiones baratas, pero había demostrado ser una persona de palabra y de buen corazón con los amigos. Pregunté si alguien quería ir a la playa por la tarde. Respuesta negativa.
            Después de comer me marché a la playa, solo, dije que me marchaba a echarme la siesta, el sol no quemaba demasiado y podría tomarla sin miedo. Por el paseo marítimo había parejas agarradas del brazo, paseando tranquilamente, y recordé que ahora yo no podría hacer eso, nunca lo había hecho, pero ahora ni siquiera aunque me lo propusiese. En la playa había poca gente, puse la toalla sobre la arena y me tumbé encima. Poco antes de dormir recordé que hacía mucho tiempo que no iba a la playa solo, el sol parecía calentar lo mismo pero la sensación era distinta. Al cerrar los ojos todo se inundó de un color naranja que ocupó el espacio. Desperté tres horas más tarde. Ya no hacía calor sino algo de frío, la playa se había desocupado casi completamente y en la arena solo permanecía yo tumbado, el sol estaba bastante bajo cambiando el color del mar. Me levanté y me marché para casa despacio con la mente en blanco.



            - Las cosas no suelen ser lo que parecen, las apariencias pueden adquirir muy determinadas formas de las cuales muchas veces no alcanzamos a conocer ni siquiera su existencia. Dar circunloquios solo sirve para crear círculos viciosos, peces que se muerden la cola eternamente. ¿No te has dado cuenta? Últimamente tu mirada no alcanza a ver más que tu mano, no alcanza a ver lo que hay escrito en la pared que tiene detrás. Lo entiendo perfectamente. ¿Acaso crees que no lo entiendo? Yo también he sido otro alguna vez, no recuerdo muy bien el cuando pero sí el por qué. Todos somos humanos, nos parecemos más de lo que pensamos, especialmente en relación a los sentimientos que nos  embargan ¿Quién no ha sentido alguna vez lo que tú sientes? Tranquilo, el tiempo aminora los efectos del dolor, puede tardar toda una vida pero disminuye finalmente; al final solo queda el recuerdo del dolor íntimo. Entiendo que puede no ser demasiado esperanzador, sin embargo es cierto. ¿Para qué engañarte? Solo sería ganar tiempo, o perderlo hasta que te dieses cuenta de que la realidad es de otra forma. Las cosas no suelen ser lo que parecen más que en contadas ocasiones, demasiado contadas, y sin embargo todavía seguimos buscando, cada vez más ansias, hasta donde alcanzar nuestras fuerzas; la pureza deslumbra demasiado y es necesario un tiempo de aclimatación. Y tú, ahí sentado, intentando volver la mirada hacia la tierra después de haber desafiado el sol ¿ en serio pensabas que lo podrías vencer? Pensé que eras menos ingenuo que los demás, pero he de reconocer que todos somos iguales; la pureza deslumbra pero atrae, quién no la ha querido tocar alguna vez aunque solamente sea con la imaginación. Es demasiado perfecta. Pero alégrate, abre los ojos y acostúmbralos a la oscuridad, no conviene tropezar con las esquinas de la casa, sobre todo si las puedes evitar, puedes romperte las narices; piensa que a la noche todavía le quedan estrellas que nadie ha visto y no por eso dejan de brillar. Lo sé, cómo no voy a saberlo, parece tarea complicada llenar el vacío en poco tiempo y ciertamente cuesta tapar todos los pequeños y grandes agujeros que hacen del alma un colador de hojalata, pasear por la playa y no encontrar los labios al borde de la taza, sonriéndote sorbiendo el café que se enfría por mirarte no ayuda a cicatrizar con soldaduras los eslabones que faltan en la cadena que nos sostiene. Ahora descansa. No habrás los ojos. No te abraces a la almohada. No pienses. Solo sueña.
            - Lo siento.
            - No hables.
            - Solo es que estoy un poco nervioso. Eso es todo.
            - No hables.
            - ¿Tú crees que es cierto? Todavía no me lo creo.
            - Tranquilo Marcel, mañana seremos ricos.


miércoles, 23 de abril de 2014

citas celebres (88)


Es muy difícil que dos que ya no se aman, riñan de verdad.
François de La Rochefoucauld (1613-1680) Escritor francés.

Si tuviera que dimitir cada vez que el Gobierno discrepa conmigo, no duraría una semana como ministro de Defensa.
Moshe Dayan (1915-1981) Militar y político israelí.

Dadme un punto de apoyo y moveré la tierra.
Arquímedes

Suerte es lo que sucede cuando la preparación y la oportunidad se encuentran y fusionan.
Voltaire (1694-1778) Filósofo y escritor francés.

No seréis nunca frailes si primero no sois monaguillos.
Jean Jacques Rousseau (1712-1778) Filósofo francés.

poesia nº 289



Todas las cosas que imaginé
se quedaron en un vaso de cristal,
apurando el cáliz de mi tiempo,
y esperando llegar aún más lejos
no alcancé siquiera la punta de mis zapatos.
Casi nadie lo dice nunca.
Casi todos esconden sus miserias.
Yo me como mi orgullo
y finjo una honestidad sincera.
¡Tenía tantas ilusiones!
Tenía la vida entera.
Hoy de rodillas frente a mi Dios
me miro en el espejo
y observo mi inepta idolatría.
Debiera haber creído en un Dios más grande.
Debiera haber creído en un Dios
que no utilizara zapatos.
Debiera haber creído más en mí
y menos en mi imagen,
más en mí
y menos en mi imagen,
más en ti
y menos en tu ropaje.
Apurando el cáliz de mi tiempo
comprendo ahora mejor el momento,
tocar la vida,
no hipotecarla por un sueño,
amarrar el instante
ahora que sé
que todo instante solo vale
su espacio concreto.
Quisiera volver atrás,
pero el pie solo camina hacia delante.
Quisiera volver atrás
y verte siempre como siempre te soñé,
siendo mi amante.
¿Merece la pena poseer
la capacidad del recuerdo?
Hace tiempo que mi película se veló.
Ahora vivo fotograma a fotograma.

chistes (64)



¿Qué es un boomerang que no vuelve?... ¡Un palo!



En un zoológico dos jirafas hablando y una le dice a la otra:
- ¿Sabes que ayer incendiaron la jaula del oso?
- ¿Y de quién se sospecha?
- Se sospecha de la llama...


Un hombre va caminando por el parque y a su paso se cruza con otro tipo, dos metros de largo y bien musculado. El tipo le dice:
-Soy Aladino, y te concedo tres deseos. Pero antes tienes que dejarme hacer el amor.
El hombre dice: ¡No!
Pero se lo piensa mejor “total, por un ratito… podré tener dinero, casa, coche…”
Los dos hombres empiezan con la faena, y al cabo de media hora le dice Aladino:
-Perdona… ¿Cuántos años tienes?
- 40 años.
Y Aladino le responde:
-¿Y con 40 años aún crees en el cuento de Aladino?

el espíritu de los tiempos (23º)



La importancia de la felicidad radica en su conocimiento. De poco sirve ser feliz si no se tiene constancia de ello, por eso nos damos cuenta muchas veces de ella cuando ya no la tenemos, sabemos que la hemos tenido por comparación con el estado posterior de tristeza. Quien percibe la felicidad en el momento de tenerla es quien conoce realmente la felicidad, hacerse una idea de ella por un recuerdo aproximado es ver solo el reflejo en un charco de agua, se difumina. Con la tristeza sucede lo contrario, generalmente todo el mundo sabe que está triste cuando realmente lo está, nadie tiene que esperar a ser feliz para darse cuenta de un estado emocional tan sencillo, la felicidad parece algo mucho más complejo. Esto es debido a que la consecución de un estado de felicidad viene ligado al cumplimiento de unas expectativas, mientras que para el estado de tristeza no es necesario cumplir ninguna; algo por otra parte más simple de conseguir. Quizás por eso haya en el mundo más pena que gloria, por una mala distribución de recursos materiales y una falta de recursos morales.
            - ¿Y tú eres feliz?
            - ¡Qué pregunta tan absurda!
            - No lo sé, por eso te lo pregunto.
            - ¿Tú qué crees?
            - Que sí.
            - Enhorabuena, con otra oportunidad acertarás.
            - ¿Y por qué no eres feliz?
            - Porque no cumplo mis expectativas. ¿Acaso tú lo eres?
            - No lo sé.
            - Una duda siempre es una negación. Nadie puede dudar de algo tan obvio.
            - Tienes razón, no lo soy, era solo que no me esperaba la pregunta.
            - Pues nunca preguntes algo que no quieras que te pregunten a ti.
            - ¿Por qué me has dicho todo eso sobre la felicidad?
            - Para que no te equivoques, la felicidad cotiza cara en el mercado.
            Miré el reloj.
            - ¡Mierda! Me tengo que ir, llego tarde - dije levantándome y cogiendo la chaqueta que estaba en el perchero.
            - Suerte.
            - No te preocupes, controlo la situación.
            Cerré la puerta de la habitación y dejé a Isaac tumbado sobre la cama. Salí a la calle y decidí ir andando, no hacía frío y la brisa de la noche podría ayudarme a ordenar los pensamientos. Estaba decidido, solamente pensarlo me dolía el alma, pero había tomado la decisión que creía más adecuada y no estaba dispuesto a cambiarla. Había imaginado todas las situaciones, todas las opciones posibles, que llorase, que se callase, que pidiese otra oportunidad, que se levantase y se marchase, incluso que me insultase, pero la decisión estaba tomada y era inamovible. Miraba hacia atrás, un año casi, y los recuerdos pasaban vertiginosamente por mi memoria como las losas por debajo de la suela de mis zapatos, miraba hacia atrás y me detenía en la última vez que nos habíamos visto, con toda aquella cordialidad fría e inerte que congelaba las miradas y los gestos, hace tiempo ya muertos. Terminar y dejar un hermoso recuerdo para el futuro, mejor detener la caída antes de tocar fondo y embarrarlo todo con el lodo que siempre queda abajo. Es probable que el peso de la conciencia unido a unos celos absurdos hubiesen tomado la mayor parte de la responsabilidad en todo el asunto, una conciencia maltrecha por los remordimientos de la infidelidad que podrían haber ocasionado la cuesta abajo iniciada hacía tiempo, tal vez un complejo de culpabilidad desafortunado demasiado pesado para tan poco espacio. La gente, más extraña que nunca, desfilaba a mi alrededor, como el agua que se bifurca en la corriente rota por una roca en medio del río, miraba las farolas imposibles que daban luz, la misma luz que había faltado dentro de mi cabeza, buscando el tabaco en los bolsillos, maldito tabaco que faltaba en el momento más inoportuno, una vez más, y los labios mudos, callados, sumidos en el recuerdo de aquel primer beso casi olvidado, cómo olvidarlo si pudo ser ayer, sin darme cuenta, y ahora en un suave letargo, qué ironía, después de la tempestad de un año de trabajo activo. Es curioso observar cómo la memoria tiende a quedarse con los recuerdos que prefiere, no siempre, pero sí generalmente, polarizándose en lo bueno o en lo malo, dirigida inconscientemente por el corazón que necesita de esos recuerdos, y suele ser necesario bastante tiempo para recobrar una objetividad que no vuelve nunca a ser perfecta. Es probable que la mía se quedase con aquellos buenos recuerdos a causa del amor que aún sentía por ella, un amor que ahora dolía demasiado como para intentar seguir alimentándolo, siquiera enderezarlo.
            Tras casi media hora de camino llegué al lugar indicado, otra vez el Sumtrab, a ella le gustaba y para qué negarle el último deseo, pero comenzaba a cogerle verdadera antipatía a este maldito sitio y después de esa tarde seguramente aumentaría ese sentimiento. Entré y allí seguían las mismas mesas cuadradas y las mismas sillas de terciopelo, observé y ahí estaba, en una esquina, con su café con leche esperando paciente mi llegada.
            - Buenas tardes - pronunció sonriendo desde el otro lado de la mesa.
            - Buenas tardes, Xania.
            Pedí otro café con leche, nos miramos silenciosamente y sonreímos recíprocamente. Este era el momento más adecuado, para qué alargar más la espera inútil, intenté remover un poco el azúcar vertida en la taza pero el nerviosismo no me lo permitió, dejé la cucharilla y apoyé los brazos sobre la mesa, suavemente, mirándola tras un silencio que se alargaba excesivamente, observando sus hermosos ojos verdes, todavía ahora me parecían más hermosos por no ser ya míos, tomé aire y busqué las palabras adecuadas.
            - ¿Lo dejamos?
            Simplemente. Había imaginado todas las situaciones posibles, todas las opciones, desde todas las perspectivas, pero aquella se me había escapado a la imaginación.
            - ¿Tienes un cigarro? - le pregunté con voz quebrada.
            - ¿Un cigarro?
            - Sí, un cigarro, es que me he quedado sin tabaco.
            Me dio uno, yo a ella las gracias. Nunca pensé que pudiese resultar tan fácil, no había pronunciado una sola palabra y ya estaba todo hecho; sin embargo me dolía en el alma que fuese ella quien lo hubiese dicho, pensar que ya no sentía nada especial por mí.
            - Bueno, ¿qué me dices?
            La respuesta ya la sabía, solo que no sabía cual era forma más adecuada de decirla. Aspiré fuertemente el humo y lo expulsé lentamente viendo cómo desaparecía.
            - Creo que será lo más adecuado.
            A veces resulta absurdo pensar cómo todo puede ser diferente a como uno lo piensa, se nos escapan demasiados factores de las manos como para poder controlar la situación, incluso los propios. Después la conversación discurrió alegremente, como la de dos buenos amigos, los dos sabíamos que era lo más acertado y como tal lo aceptamos. Nos dijimos muchas cosas durante algo más de una hora, cosas generalmente bastante triviales, qué otra cosa se puede decir en determinados momentos, mirándonos, mirándola, sintiendo cómo el peso que me atenazaba se marchaba lentamente para dejar libre un espacio que luego no se volvería a llenar, que se quedaría vacío. Cuando nos despedimos nos dimos dos besos, uno en cada mejilla, como dos buenos amigos, el beso de Judas pensé, por ser más falsos que el propio Judas, sin embargo quizás estuviesen llenos de buenas intenciones, no lo sé, pero yo hubiese preferido solamente uno, el último de verdad, con el que poder sellar la puerta que no volveríamos a cruzar.
            De regreso a casa, otra vez andando, las palabras de Isaac volvían fuertes a los oídos, todo el mundo sabe cuando está triste, no hace falta más que sentirlo, y yo lo estaba sintiendo; cierto es que el paso de vuelta era mucho más relajado que el de ida, pero el hecho de que hubiese sido ella quien hubiese puesto punto final significaba que ella también lo daba por terminado, una idea que detestaba, no por orgullo sino porque lo consideraba un fracaso por mi parte, ya lo había dicho siempre, ella no era feliz y yo no  había sido capaz de cambiar esa situación. Después de los besos me dijo que algún día quedaríamos para tomar un café y contamos las cosas, como buenos amigos, y tras la sonrisa afirmativa que le regalé escondí la respuesta que los dos sabíamos demasiado bien que era la verdadera. Algún día, pronto, adiós, cuídate, suerte, sé feliz, llámame. Lo que no pude imaginar es que no lo volvería a ver nunca más en mi vida.

citas celebres (87)


La ciencia que se aparte de la justicia más que ciencia debe llamarse astucia.
Cicerón (106 AC-43 AC) Escritor, orador y político romano.

Lo mismo es nuestra vida que una comedia; no se atiende a si es larga, sino a si la han representado bien. Concluye donde quieras, con tal de que pongas buen final.
Séneca (2 AC-65) Filósofo latino.

No hay plazo que no llegue ni deuda que no se pague.
Refrán

A los dieciocho años se adora; a los veinte, se ama; a los treinta, se desea; a los cuarenta, se reflexiona.
Charles Paul de Kock (1793-1871) Escritor francés.

Cada uno en su casa y Dios en la de todos.
Refrán