lunes, 7 de abril de 2014

citas celebres (59)


Cuando los ricos se hacen la guerra, son los pobres los que mueren.
Jean Paul Sartre (1905-1980) Filósofo y escritor francés.

Si la mañana no nos desvela para nuevas alegrías y, si por la noche no nos queda ninguna esperanza, ¿es que vales la pena vestirse y desnudarse?
Goethe (1749-1832) Poeta y dramaturgo alemán.

Perdonar es no tener demasiado en cuenta las limitaciones y defectos del otro, no tomarlas demasiado en serio, sino quitarles importancia, con buen humor, diciendo: ¡sé que tú no eres así!
Robert Spaemann (1927-?) Filósofo alemán.

La belleza que atrae rara vez coincide con la belleza que enamora.
José Ortega y Gasset (1883-1955) Filósofo y ensayista español.

Sólo conozco dos tipos de personas razonables: las que aman a Dios de todo corazón porque le conocen, y las que le buscan de todo corazón porque no le conocen.
Blaise Pascal (1623-1662) Científico, filósofo y escritor francés.

chistes (35)


¿Desde cuándo tiene usted la obsesión de que es un perro?
 Desde cachorro, doctor.


Oye, se murió Amparo.
Vaya, lo siento mucho. ¿Y cómo está su marido?
 Desamparado...


- Paco ¿dónde estuviste?
- En una clínica donde te quitan las ganas de fumar.
- ¡Pero si estás fumando!
- Ya... pero sin ganas.

poesia 125


El pobre niñito solo se prostituía.
Una, dos, tres, mil veces le rompían el culo.
El niñito callaba
y solo se mordía
Los labios.
Su lágrima siempre hablaba por ellos.
¿Cuánto le pagaban? Apenas cuatro malditos
Duros.
Otras veces solo
una gran paliza.
Se levantaba los pantalones
y se iba
Rápido,
como si no hubiese pasado nada.
Una sonrisa  por máscara
solía vestir;
Se iba a su puente,
esnifaba pegamento,
Y se echaba a dormir.
Su sueño siempre era el mismo:
Una cama blanca, juguetes, y dignidad.
…………………………………
 -Señor inspector, una pregunta,
¿Cómo ha sido?
- Bah,
lo de siempre periodista,
tiro en la nuca
Y a por otro.
-Inspector,
¿Se sabe quien ha sido?
-No.
Ya sabe usted que esto
no lo sabemos nunca.

citas célebres (58)




Comencé a escribir para vivir y ahora escribo para no morir.
Carlos Fuentes (1929-2012) Periodista y escritor mexicano.

Hay almas esclavizadas que agradecen tanto los favores recibidos que se estrangulan con la cuerda de la gratitud.
Friedrich Nietzsche (1844-1900) Filosofo alemán.

El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan.
Arnold J. Toynbee (1889-1975) Historiador inglés.

Estoy comprometido con la verdad, no con la consistencia.
Mahatma Gandhi (1869-1948) Político y pensador indio.

¿Cómo es que, siendo tan inteligentes los niños, son tan estúpidos la mayor parte de los hombres? Debe ser fruto de la educación.
Alejandro Dumas (1803-1870) Escritor francés.

el espíritu de los tiempos (8º)



- ¿Qué te podría decir yo que tú no sepas? Las cosas dan muchas vueltas en muy poco tiempo. No sé  cómo fue, solo sé que fue extraño. Hay momentos en los que las cosas vienen y no se pueden esquivar, te explotan en la cara. Quizá solo fue el momento y todo lo demás fue inercia. Tras las filas y los porros y los tripis es complicado saber dónde acaba la realidad y donde empieza la ficción. ¿Qué te podría decir yo que tú no sepas? Dios se fue y entonces llegó ella. Hammer preguntó por ti. Sabes que hay veces que la razón se desvía y solo queda el instinto primario. Xania me agarró por detrás y antes de mirarla ya estaba besándola, o mejor dicho, ella me estaban besándome a mí. No sé que fue de Yerkari y de Hammer. No sé si ellos también acabaron liándose, porque de repente solo vi rojo y blanco y luego solo el blanco de las sábanas. Morí para volver a renacer entre sus piernas. Y tú ¿Qué hacías?
            - Escribir. Estuve escribiendo mucho tiempo. Me puse a pensar. Todo depende de la incomprensión. Nadie puede observar la situación desde un punto de vista ajeno al nuestro con total objetividad. ¿Te has parado a pensar qué opinará ella de todo eso?
            - Sí que lo he hecho y no lo sé. De todas formas a mí me gustaría verla de vez en cuando. Necesito a una mujer cerca. Es la verdad, para qué  negarlo. Supongo que tú me comprenderás...
            - Supongo que te comprendo, porque yo ya he aprendido a estar solo. Tú nunca comprenderías mi situación. Entiendo perfectamente que necesites a una mujer, yo una vez también necesité una persona y sé lo que se siente. De todas formas si quieres saber su opinión pregúntasela.


            Y lo hice. Xania y yo comenzamos a vernos. Algunas noches solía quedarme en su casa. Entonces las ojeras acompañaban al día siguiente y las pocas horas dormidas pinchaban en los ojos. Ella iba a la peluquería a las ocho y media y me quedaba hasta las nueve o las nueve y media y luego me marchaba a por el camión. Volvimos a tener un poco más de dinero. Todas las mañanas Isaac y yo salíamos a la carretera con nuestro viejo vehículo y recorríamos los pueblos, los polígonos industriales y alguna parada al lado de la carretera. Isaac sacaba el mechero y quemaba la piedra, luego se liaba un porro y nos lo fumábamos entre los baches y los botes del mal pavimento. Algunos días la cabina se llenaba de humo y hasta hubo días que tuvimos que parar y quedarnos esperando a que escampasen las nubes. Los días de verde fueron haciéndose más verdes y más largos, Abril se fue marchando como había venido. Fueron días que hizo bastante calor y comenzamos a ir a la playa; todavía no había mucha gente pero el agua se iba calentando cada vez más, así que había ocasiones, sobre todo por las tardes, en que íbamos con la toalla y colocándola sobre la arena nos dorábamos un poco al sol.



            Todo fue un día que me quedé dormido echándome la siesta. Bormano e Isaac se fueron a la playa. Me desperté y vi que no eran las seis de la tarde, así que decidí salir a dar una vuelta por ahí. Recordé que había dejado la camisa en la habitación de Yerkari y Serban; Serban decía que le gustaba la camisa y de vez en cuando se la ponía, así que fui a recogerla a su habitación. Abrí la puerta y allí estaban los dos, uno encima de otro en la misma cama; les miré, me miraron, y sin acertar a pensar en nada les dije - perdón - y cerré la puerta. La camisa se quedó dentro. Fue un momento. Volví a mi habitación, cogí otra camisa y salí de casa. Nunca podría haber pensado que detrás de esa buena amistad podría esconderse algo más. Decidí dar una vuelta por la ciudad y luego ir hacia la playa. Pensaba en lo que les podría decir después, disculparme por no llamar, que pensaba que no había nadie, y luego decirles que no tenía prejuicios sobre ello, cosa que era cierta. Pero así, de repente, bajo el mismo techo, era algo que me resultaba extraño, inesperado, compartir la casa con ellos, que por otra parte era suya, el uno encima del otro. ¿Era Serban sobre Yerkari o Yerkari sobre Serban? Qué más daba. Me habían visto casi desnudo, qué pensarían de mí, no se habrían fijado en mi cuerpo, espero. Tenía un buen concepto de la homosexualidad, pero de ahí a convivir con ella era algo que nunca había imaginado. Era una hermosa tarde de primavera y el sol mostraba su cara más alegre, un buen momento para disfrutar del amor. Era una situación nueva. Yerkari y Serban, nunca lo hubiese pensado. Ahora comprendía por qué dormían en la misma habitación juntos desde hacía tanto tiempo teniendo como tenían más habitaciones; por charlar  a las noches y hacerse compañía decían, y tanto que compañía. Y yo paseándome con los slips por la casa. De todas formas ya vería que les diría cuando fuese a casa, o ellos a mí. Me dirigí a la playa, donde más gente que la habitual ocupaba la parte alta de la misma. Isaac y Bormano me habían dicho que estarían allí, y efectivamente allí estaban. ¿Lo sabrían ellos? Decidí no decírselo por el momento, la vida que llevasen Yerkari y Serban no era de mi incumbencia ni de la de ellos. Me acerqué hasta donde estaban y los miré, fijamente, a los ojos. Estaban dormidos. Seguí mi paseo por la playa, ya los despertaría cuando volviese. Me quité las zapatillas  para sentir la arena en los pies, la parte baja de la playa estaba tapada por la marea haciéndome andar por la parte alta. Las olas iban y venían, unas tras otras, zambulléndose, abalanzándose, solapándose y luego rompiéndose trayendo hasta mis pies la espuma que moría al final del recorrido. Era agradable sentir cómo a intervalos el agua templada mojaba los pies y cómo se iban habituando paulatinamente a su temperatura. A los lejos, muy a lo lejos, la figura diminuta de un barco se recortaba con el cielo al final del mar. Qué fácil parecía ahogarse en un charco de agua tan grande si no se tenía cuidado. Después de todo, el amor debe ser precioso en todas sus formas, pensé, daba igual quienes fuesen los que se amasen y todos necesitaban a alguien cerca para seguir hacia adelante, yo empezaba a tener a Xania, por qué ellos no se tendrían el uno al otro. Tenían todo el derecho del mundo. Pero en la habitación de al lado, se me hacía extraño, no era lo más normal. Busqué con la vista al barco. Ya no estaba, se había marchado detrás del horizonte en busca de otros rumbos. Volví sobre mis pasos. Ahora Xania estaría acabando de trabajar y dentro de unas horas la vería, iríamos a tomar una copa y luego le haría el amor. Solo pensarlo me excitaba. Quitarle la ropa, poco a poco, recorriendo con la lengua sus curvas, sus pechos, sus caderas, su entrepierna y su culo apretado. hacerle el amor un par de veces por lo menos. Solo pensarlo me excitaba. El agua seguía subiendo y ya quedaba poco espacio seco; mientras, continuaba sintiendo cómo a intervalos me mojaba los pies y me hacía recordar la lengua de Xania sobre la piel. Cómo habría hombres en el mundo a los que no les gustaban las mujeres, parecía algo incomprensible. Llegué hasta la altura de Isaac y Bormano. Seguían dormidos. Los volví a mirar y con un ligero puntapié en las piernas los desperté.
            - Eh, vosotros, se acabó la siesta.



            - Tranquilo, no pasa nada; no eres el primero que se entera y se sorprende. Además, nosotros también pensábamos que no había nadie.
            - Sí, es verdad; como comprenderás no es un tema que nos guste airear, no todo el mundo lo entiende igual.
            - De todas formas si lo que te preocupa es que nos hallamos fijado en ti puedes estar tranquilo que no eres nuestro tipo. Puedes seguir andando en calzones por la casa - Yerkari miró a Serban y se rió.
            - Anda, toma y hazte un porro, que te veo muy callado.
            Y dicho esto la conversación dio a su término. Serban me pasó una china y comencé a quemar.
            - Por cierto, ¿Cúanto tiempo lleváis? - pregunté.
            - Casi dos años viviendo juntos, aunque otro más saliendo.
            Hice el porro y lo encendí. Pusimos la televisión y nos encontramos con el telediario de la noche. El presentador decía que el paro había vuelto a subir, que los precios habían vuelto a subir, que la delincuencia había subido, que los accidentes de coche habían aumentado. Por lo visto había subido todo menos la fe, que según el último estudio sociológico realizado por el instituto nacional de sociología demostraba claramente su disminución. Dios no estaba de moda, el que estaba de moda era el último campeón de la liga de fútbol. Ese sí que era un buen equipo de fútbol. El fútbol era el opio del pueblo, aunque algunos decían que no, que el opio era el fútbol del pueblo. Algo extraño sucedía en una parte del mundo de la que casi nadie había oído hablar, no todos estaban de acuerdo en vivir bajo la misma bandera porque algunos decían que no les gustaba. El telediario acabó con la cultura, a un tipo desconocido le habían dado el prestigioso premio nacional de novela. Entonces llegó Isaac por la puerta y dijo que el susodicho era un necio y que apenas sabía lo que era unir cuatro palabras juntas. Se sentó en el antiguo banco rosa, que ahora era azul, le miramos, nos miró, y se calló. Fuera ya había anochecido. Las farolas lamían las sucias aceras del barrio queriendo iluminar lo poco iluminable. Las estrellas se escondían encima de la capa de luz de Martaux, sin embargo la luna se dejaba entrever entre los tejados de la ciudad. Miré el reloj y vi que era la hora. Me levanté y dije que me iba, Xania me esperaba.

chistes (34)



¿Cuál es el pato que no va con los otros patos?
El antipatico...


- Primer acto: Una gorda con un cuchillo.
Segundo acto: La misma gorda con un arma.
Tercer acto: Otra vez la gorda con un rifle.
¿Cómo se llama la obra?
Se armó la gorda.

Había una vez un niño tan pero tan pobre
que la única vez que comió
carne fue cuando se mordió la lengua.

citas celebres (57)


La esperanza es el sueño del hombre despierto.
Aristóteles (384 AC-322 AC) Filósofo griego.

A perdonar sólo se aprende en la vida cuando a nuestra vez hemos necesitado que nos perdonen mucho.
Jacinto Benavente (1866-1954) Dramaturgo español.

Estoy convencido de que en un principio Dios hizo un mundo distinto para cada hombre, y que es en ese mundo, que está dentro de nosotros mismos, donde deberíamos intentar vivir.
Oscar Wilde (1854-1900) Dramaturgo y novelista irlandés.

Por muy poderosa que se vea el arma de la belleza, desgraciada la mujer que sólo a este recurso debe el triunfo alcanzado sobre un hombre.
Severo Catalina (1832-1871) Periodista y escritor español.

Las guerras seguirán mientras el color de la piel siga siendo más importante que el de los ojos.
Bob Marley (1945-1981) Músico jamaicano.