domingo, 27 de abril de 2014

Cómo crear humor (7º): Humor local & humor universal



Humor local

¿Cómo se puede distinguir un pamplonés en medio de una playa nudista?
Porque en la mano lleva una chaquetilla por si refresca....

Hasta te puede hacer gracia el chiste si eres de Pamplona. Si eres de Tokio y nunca has estado en Pamplona o el norte de España, no sabrás a que viene la cuestión.
Según la web “Humor Sapiens” (ver en http://humorsapiens.com/conceptos-basicos/clasificaciones-del-humor)”el humor local, como indica el término, está ligado, y limitado, a un determinado contexto espacial y sociocultural.  

Esos límites pueden ser tan amplios o reducidos como los de un país, o incluso un colectivo de trabajo, de estudio, un grupo de amigos, una familia, etc. El material humorístico surge de anécdotas, situaciones, hechos o dichos que han tenido lugar en ese contexto, y no tendría sentido fuera de él. Exige una complicidad específica, que es la de quienes saben a qué se hace referencia con ese humor. Tiene por tanto, dentro de sus límites, una doble virtud como factor de cohesión: la que tiene siempre el humor, y la de esa particular complicidad.

Humor universal

Van dos peces por el mar y le dice uno al otro:
- ¿Tú sabes que sólo tenemos un segundo de memoria?
- ¡¿Qué?!
- ¿¿¿¡¡Qué de qué!!???

Como no será muy complicado de entender, el humor universal es el contrario del local. Es el que no tiene límites ni barreras y puede ser entendido en múltiples momentos y lugares. Un humor que no suele fallar porque es para “todo el mundo”. Sería diferente del humor blanco en el sentido de que el humor universal alcanza a más territorios, y el blanco  “niveles y estratos sociales”.

Si en tu vida sueles relacionarte con gente de distintas regiones y países, habrás observado alguna vez esto del humor universal. Cosas, gracietas que lo entienden personas de lugares muy dispares, y otras que solo las “captan” personas de una determinada cultura, zona geográfica, religión, deporte… 

A modo de conclusión,  decir que conocer los distintos tipos de humor que se pueden utilizar dependiendo de las situaciones, compañías o lugares en los que te encuentres es fundamental, porque un tipo de humor puede no funcionar en un determinado contexto, o al contrario, puede triunfar más porque se ajusta a las características de donde te encuentres.

poesía nº 281




Dulce amor, dulce amor,
¿Dónde dejaré el hospedaje de tu vientre?
Hoy todas las amapolas se tiñeron de tu nombre,
Princesa, último rincón de mi reposo.
¿Cuántas veces he escuchado contarte despacio,
a solas?
Las olas van y vienen pero las caracolas
ya no callan tu mar.
Dulce amor, dulce amor,
¿Cuánto te quiero esta noche?
¿Tú lo sabes? Yo ni lo sé.
El aire hiere la espera del contacto
de tu aroma
en esta redoma que me corroe.
Mañana soñaré que todo fue hermoso
en la imagen de tu caricia,
y el espejo certificará mi asombro.
Dulce amor, dulce amor,
¿Tantas serán las horas de este goce, de este penar?
Te quiero como nunca te he querido
y como siempre quisiera quererte,
en medio de este olvido que no quiero querer,
en medio del suspiro de esta piel que me cubre
con la boca de tu alivio.
Mañana será otro día,
hoy apuro mi suerte a tu suerte,
caigo fuerte y me levanto,
y mientras tanto obvio
tu ausencia por no verme sufrir.
Hoy te quiero, dulce amor, dulce amor,
después Dios dirá en su reino de cristal.
Las aceras guiarán mi paso
hasta tu umbral, y al cruzar
la acequia de esta huerta seca
el agua regará la tierra muerta
de este alma aún por cultivar,
de este mar aún por navegar.
Hoy te quiero  dulce amor, dulce amor,
hoy te quiero y no te quiero soñar:
te quiero porque no haces sentirme extraño,
sentirme especial en el silencio
de una luna llena que nunca a de menguar.
La voz más pura,
el hilo de la tela que me cubrirá,
la nana que me acunará,
la inocencia en su alborozo.

el espíritu de los tiempos (25º)



                                                Me has puesto entre los derrotados. Sé bien
                                               que no ganaré, que no podré dejar la partida. ¡Me echaré
                                               en la charca, aunque no sea más que para irme al fondo!
                                               ¡Jugaré al juego de mi propia ruina!

                                                           Apostaré cuanto tengo; y cuando haya perdido lo                                                   último, me pondré a mí mismo. Entonces, ya arruinado del
                                               todo, habré ganado.

                                                                                                          R. Tagore





            Separé mis labios de su boca para acercarlos a la botella y darle un buen trago. Hacía frío y quizás la mala ginebra podría quitármelo momentáneamente. En el callejón unas raquíticas farolas intentaban sin conseguirlo iluminar lo poco que había de iluminable. Un perro cruzó  a nuestro lado oliéndome la cabeza para luego marcharse a otra parte. Había bastante silencio, roto solamente por el paso fugaz de algún coche que en la calle paralela cruzaba ajeno. Miré alrededor, un par de cubos de basura y unas cuantas bolsas esparcidas por el suelo eran los únicos muebles que la poblaban. Volví a besarle, seguía teniendo los labios fríos y llagados. Se levantó y comenzó a andar lentamente, cojeando de su pierna derecha, se giró hacía mí e intentó sonreír, pero su rostro solo mostró una mueca mal formada que a duras penas podía expresar algo. Lo poco que quedaba dentro de la botella lo apuré de un trago largo. Daba igual, más, menos, una vez que el círculo se cerraba lo trivial era intentar buscar el fin. Intenté buscar en la memoria algo que recordara un suceso semejante, un hermano lejano del momento que estaba viviendo, pero no había nada. Sentí una extraña sensación en el estómago y me eché a un lado para vomitar, luego volví a mi posición inicial tumbándome sobre la sucia acera. Al cerrar los ojos la imagen difuminada anterior se detuvo por un momento en un plano fijo antes de retomar la misma imagen en la oscuridad de los ojos cerrados. Quería dormir, cuánto antes mejor, olvidar el dolor del cuerpo y la duda de la mente, no quería tener que pensar, intentar encontrar algún tipo de punto de apoyo donde poder agarrarme sin quemarme las manos. En un gesto inconsciente, como sin querer, abracé la botella vacía contra mi cuerpo y me dormí sin poder soñar con nada.

            Al despertar estaba solo, Isaac se había marchado a alguna parte, ya volvería. Miré la botella vacía que todavía tenía sobre el pecho y la tiré contra el cubo de la basura sin conseguir alcanzarlo. Sentí un extraño sabor en la boca que ya me era familiar, busqué en alguna bolsa cualquier cosa que poder introducirme en el estómago, pero esta vez no hubo suerte y decidí caminar. La resaca se había alojado omnipresente en mi cabeza y el estómago pedía a gritos algo que engullir, no había ni una mala botella que pudiese hacer olvidar el malestar físico que abotargaba mi cuerpo y lo abarrotaba. Aquel era un barrio poco conocido, eran casas de tres o cuatro pisos, de fachada sucia, un poco grisácea, donde muchas de las paredes estaban pintadas con graffitis de llamativos colores. Por suerte pude encontrar algo que comer, siempre había algo aprovechable donde parecía no haber nada. A veces esto me hacía recordar aquello que al principio en Martaux, cuando conocí a Isaac, me contó sobre “sin patillas”, aquel individuo que hacía escultura con la basura porque no tenía dinero para hacerlo con otra cosa, “el arte del desperdicio” le gustaba llamar a Isaac; ahora yo también sabía que de ahí se podía sacar algo más imprescindible.

            Con algo en el estómago y con la cabeza más despejada pude comenzar a recordar pequeños fragmentos de la noche anterior; miré al cielo y observé que continuaba igual de azul que el día pasado cuando lo había mirado, poco antes de que en mi cabeza se hiciera de noche y ya casi todo fuera oscuro, Isaac se acercó hasta el límite de mi cuerpo y me traspasó sin preguntar por la frontera que había perdido todo el sentido de la realidad desdibujándose. Qué más daba, en un descuido había esbozado casi ininteligiblemente en un susurro algo semejante al amor o la amistad, o a la soledad (a veces se parecen tanto), y entre los grados de alcohol su aliento había penetrado en mi boca formando un todo compacto de ginebra. Todo lo demás vino por inercia, una sucesión para encontrar la respuesta adecuada a la pregunta, el hecho de que me la hiciese ya me resultaba extraño y requería su tiempo. ¿Realmente podía ser cierto? No lo sé, la duda era lo único cierto. Ahora se veía claro, todos estos años no habían sido más que un tupido velo al miedo del qué dirán, que dirá, y qué importaba si en Martaux era lo habitual, uno más no habría sido la excepción en la casa. De hecho, desde aquel día en que había sorprendido a Serban y Yerkari dentro de aquella cama los pocos prejuicios que había podido tener acerca de la homosexualidad se habían disipado por completo; sin embargo nunca había ni siquiera imaginado que yo pudiese hacer algo parecido. Ahora se veía claro por qué Isaac no había estado con ninguna mujer en Martaux, todo este tiempo rodeado de un silencio solitario, él, que siempre había sido indiferente a la opinión de la gente, pasivo ya de casi todo y olvidado por lo restante. ¿Y yo? Uno más entre la más absoluta nada de la sociedad, despreciándonos recíprocamente, ella y yo, yo y ella, luchando por seguir en la derrota inamovible de la posición que ocupaba, literalmente al lado del cubo de la basura. ¿Qué había sido de los sueños? También ellos parecían algo casi olvidado por el peso de la dejadez, la idea obsesiva del último año circundando incesantemente alrededor de las orejas que ocupaba el tiempo muerto de mi cerebro a todas horas. Sin embargo era curioso, llegaba en un momento en que todo aquello parecía perder la importancia que en un principio debía tener para convertirse solo en una elucubración mental mecánicamente repetida. ¿Qué importaban mis sueños? ¿Qué importaban todas las historias, pasadas? ¿Qué importaba que Isaac me besase, me hiciese el amor, me acariciase como a su amante? Todo parecía mejor que estar solo.

citas celebres (92)


Sólo es pobre aquel que siempre desea más.
Mariano Aguiló (1825-1897) Poeta español.

Muchos vencimientos han ocasionado la consideración, y muchas victorias ha dado la temeridad.
Francisco de Quevedo (1580-1645) Escritor español.

De males a bienes dicen que se pasa fácilmente; pero de males a males, digo yo que es más frecuente.
Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) Dramaturgo y poeta español.

Tienes que amar la lectura para poder ser un buen escritor, porque escribir no empieza contigo.
Carlos Fuentes (1929-2012) Periodista y escritor mexicano.

Cuando se está enamorado, comienza uno por engañarse a sí mismo y acaba por engañar a los demás. Esto es lo que el mundo llama una novela.
Oscar Wilde (1854-1900) Dramaturgo y novelista irlandés.

sábado, 26 de abril de 2014

chistes (63)


Dos muy machos:
- Y tú ¿Cómo tomas el consomé?
- Con un huevo dentro.
- ¡Huy! que postura más rara…


¿¡Mama, mama! ¿Qué día nací yo?
- El 8 de octubre.
- ¡Anda, el mismo día que mi cumpleaños…!


¿Qué le pasa a una vaca si se come un cuchillo?
¡Que la leche la sale cortada!

poesía nº 200



Y no sé, del amor, cuántas lágrimas
Han nacido, si acaso el tiempo diario.
Respirar tu momento al momento
De exhalarlo, de sentirlo amado,
Ver en ti lo que se me fue lejos
Pero que aún permanece a mi lado
En tu persona, mía o tuya, ya
No lo sé, de los dos, y que sin embargo
No pertenece a nadie porque se
Marchó. Cuánto amor gastado
En la rutina de la vida, muchas
Veces sin pasión (tal vez adormilado
Sentimiento abstracto), tantas veces
Sumido en el sueño de tus brazos.
Para qué decir que te quiero (como
Si no lo hubiese ya demostrado),
Qué más da callarlo, si ya lo sabes;
Años en tu almohada y tus zapatos
Sosteniendo tu sombra y claroscuro
Para querer ver tu muerte despacio.
Por eso cuando caigas levántate
Y camina, levántate llagado,
Dolorido, alegre, famélico,
Cojo, susurrante o sonámbulo;
Pero levántate, que quiero verte
Cerca, necesito verte a mi lado
Eternamente, porque ya no soy
Yo sin ti; por eso, mi querido amado.