lunes, 12 de octubre de 2015

El recuerdo (Letra U)

Tú, adulado individuo, que intuyes que yo, ululante bulbul bululú fufurufo de burucas aturulladas, nunca busco ningún unicornio sin cuerno, aunque continúo escudriñando unicornios, construyes un tumulto de augurios en mi testuz. Augurios no obstante perpetuamente mudables, que vienen y van, que acuden o se ausentan. Un futuro suspirado, y a veces, incluso cumplido.

Pero no preludiemos sucesos, que ahorita nos incumbe murmurar sobre la letra U. ¡Ufff! Después de tanta literatura y tarantela, aún la U... La última vocal, seguramente la menos utilizada, como esos calzoncillos blancos de pana que te adjudicó el abuelo como usufructo para uso y disfrute y que te hacen menos seductor. ¡Menuda muda! ¡Menudo munúsculo!¡Y que crucifixión!

Una vocal única, peculiar, exclusiva. Muy, muy amigable, que tan rauda y presurosa se junta con la Q que se achucha con la G, o se enchufa unos puntitos por capucha. ¡Qué vergüenza! ¡Y que mala educación!

U. U. Borriquito como tú. Tururú. Más sabe el urogallo por dar el callo que el estúpido por vudú. Siempre con tu uniforme en el cielo azul, sumergible en el mar alemán. Siempre anglosajonamente tú. Lugar de encuentro de skaters y tribus urbanas, de bobsleigh, de ríos y afluentes entre cumbres y montañas. Sucusumucu, la U nos une con la O cuando discutimos una disyuntiva u otra elucidación.

La U con su matiz de jurutungo, de lugar lejano, donde se acurrucan los sucesos que ocurrieron en nuestro yo antiguo. Yo y tú. Aún siempre queda el recuerdo.

Recordar, de re-cordis. Volver a pasar por el corazón. Pero... ¿Por qué suspiramos por ese reencuentro en nuestra aurícula? Con alguna sin duda; mas ¿Querríamos volver al conjunto de todos aquellos que nos hemos cruzado por la vida? En un todo o nada ¿merecería la pena, o sería una condena?

Con todo, y como hijo de molinero, sé que agua pasada no mueve molino, aunque te puede dejar mohíno. Entonces... ¿para qué musitar, susurrar, hurgar en un pasado tan burujón y manipulado? Quiźas ilusionando ensueños camuflen zurullos, unos que fecunden, y otros, pá capullos.

En una existencia de duración determinada, de numerus clausus, de humanidad caduca, quiero construirme un cuento absoluto, una circunstancia nueva cada crepúsculo, el descubrimiento augusto que transfigure mi bautizo vivencial en un universo cum laude.

Bien lo expuso quien lo puso: Buen juicio tiene quien no retiene, porque en la tumba, además de nutrir gusano, no se zumba, ni siquiera con la mano. Todo lo ocurrido ya no vuelve, como mucho transmuta, evoluciona.
Pero era tan suave y dulce el azúcar de sus labios...

Redescubramos con entusiamo atributos triturados por la actualidad, chupachups, ángulos obtusos, tutús, zulús, cucús, duunviros. Lo que supongamos más oportuno. Pero nunca ultrajes. Por favor, ultrajes, no. Junto con los usureros y los buñuelos de chihuahua, los ultrajes es lo que más repudio en el mundo.

De aquí a ahí. Durar hasta morir. Allí donde os ubiqueis, mi brújula apunta hacia vosotros. Porque muchos sujetos sumamos mazo. Tanto, que nos apeñuscamos a capazo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario