miércoles, 8 de abril de 2015

poesía nº 9

Tu suspiro por debajo
de una sábana sumergido
oí anoche en aquella
habitación oscura.
Se oyó un susurro bajo
y el grito de un ido,
y mi amada bella
dejó de ser pura.
El amor platónico
de toda una vida se rompió,
y los cristales de aquel sueño
opacaron mi pupila.
Tu perfecto cuerpo arquitectónico
en ese momento me pareció
ser el atormentante dueño
de mi alma y su incesante esquila.
El amor que evaporé
de todo mi ser
ya no me daña,
ni siquiera me afecta.
¡Pero sólo Dios sabe cuánto le pregunté por qué!
y solo él sabe cuántas veces me hizo ver
que la vida no engaña,
que engaña la esperanza que uno se inyecta.
Desde aquel instante la egolatría
dirige mi inteligencia,
sabiendo que ningún efugio
me sirve ya de refugio
para escapar de la demencia
a la que llegare algún día.

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