lunes, 17 de noviembre de 2014

poesía nº 56

No hay mayor dolor que el de un hombre
llorando por su amor a una mujer.
Se desgarra impune el alma del ser
llevándose un sentimiento sin nombre.
Vaga solo sin rumbo ni destino
buscando consuelo a su pesar.
Busca en sus recuerdos algún lugar
donde descansar de su triste sino.
Expresa en sus ojos lo inexplicable,
en sus labios una esperanza muerta,
algo supremo, mortal, algo humano.
No hay dolor como un sueño inalcanzable,
como una puerta jamás abierta,
como el saber que su amor será vano.

“She only want to give me two flowers”

“She only want to give me two flowers”. Desconsolador. Eso le dije. Si me habían dado dos flores ¿por qué no le di ninguna a ella? Parece que no le molestó mucho. Sin embargo, hasta que varias semanas más tarde su orgullo de mujer herida no me recordó la mirada galante que entonces me otorgaba, no pude comprender la verdadera dimensión de mi acto. Dos hermosas flores de color púrpura. Tampoco fue mi culpa que estuvieran tres mujeres. Al fin y al cabo siempre hay una primera, una segunda y una tercera. Pero ser el último no gusta y menos ser última ante un hombre. Con una flor hubiera coronado a mi reina y con dos flores sólo conseguí una derrotada. Pese a todo ella era mi elegida. Con una flor ella hubiera sido mi reina y con dos la ofendida; no podía calificarla junto a las otras ya que ello siempre hubiera supuesto una categorización a la baja. Me escudriñó con su mirada galante y me respondió “ Never mind”.

Pero las cosas importan. Todas las cosas importan, y algunas, más que otras. Todo merece su espacio y su consideración, todo debe valorarse en su justa medida, porque luego las tasaciones deficientes pueden provocar pequeñas bolas de nieve que van creciendo hasta que son más grandes que uno mismo y ya no se puede parar.

Ahora no sé cómo parar la bola de nieve. Ha crecido tanto que tengo miedo de que pueda romper algo, y también tengo miedo porque ya no recuerdo muy bien qué hay dentro de ello, y si puede ser peligroso destrozarla en un acto heróico. Madalina se ha quedado durmiendo, abrazada a la almohada. Yo me he levantado a fumarme un cigarro y ver cómo se expande el humo por la habitación, pensando. La he mirado y he comprendido que quizás hubiera debido darle una flor, después de todo, tenía dos y tampoco hubiera importado mucho. Aunque este solo pensamiento me molesta un poco, porque significaría que me equivoqué y considero que todo este tiempo no ha sido una equivocación sino un periodo de aprendizaje experiencial. ¿A caso el agua y el aceite se pueden juntar? Yo pensé (iluso) que sí, y ahora fumándome este cigarro observo que no. Es pura lógica científica. Dos más dos suman cuatro, no cinco.

Madalina ha abierto un ojo y me mira como el cíclope a los argonautas, ensimismada. Comprende la situación e intenta esbozar una sonrisa que yo sé sólo tiene lágrimas dentro. Al fin y al cabo me ama, y aunque le duele no lo puede evitar. Yo tampoco quiero evitar que me ame, y le miro con la misma sonrisa tan perfectamente estudiada que su ejecución ya se ha convertido en un gesto natural que forma casi parte de mí mismo. Pobre Madalina. En el fondo la aprecio, de verdad ella también es consciente de mi aprecio por ella, aunque eso no le basta y yo sé que no es suficiente. Algún día, cuando volvamos los dos la mirada a este tiempo valoraremos de forma diferente este mismo momento que ahora estamos viviendo; ella quizás como algo que pudo ser y no fue, yo como una consecuencia lógica de mi devenir histórico. El cíclope a cerrado el ojo a la espera de su ya pronta herida crucial.

Apago el cigarro muerto. Miro la ventana. Fuera luce un precioso cielo azul que me anuncia la pronta primavera. Pienso que en mi lejano hogar las flores están a punto de nacer, que su semilla ya está germinando. En el florero dos hermosas flores púrpuras comienzan a marchitarse. Indicio premonitorio de un amor casi caduco. Me vuelvo a meter a la cama y la abrazo. Ella también me abraza pero con más fuerza, como si con su abrazo me diera su alma en posesión. La miro y cierro los ojos pensando que ya no está. Ella me sigue mirando, lo sé, aunque ya sin su sonrisa, y pienso, y me pregunto, por qué, señor, me duele tanto no querer.

domingo, 16 de noviembre de 2014

citas célebres (177)

Lo que hoy siente tu corazón, mañana lo entenderá tu cabeza.
Anónimo

La fotografía es verdad. Y el cine es una verdad 24 veces por segundo.
Jean Luc Goddard Director de cine suizo.

La mejor crítica es la que no responde a la voluntad de ofensa, sino a la libertad de juicio.
Fernando Sánchez Dragó (1936-?) Escritor español.

poesía nº 209

Los mundos que imaginé, lo circundante
A ti, que no tú, fue lo que creó
La historia que en mi recuerdo quedó
Como un sueño que no es y que fue antes.
Los mismos mundos y los mismos sueños
Que continuaron algo terminado
De forma artificial, creando al lado
Una verdad falsa de la que soy dueño.
Lo sé, el tiempo al fin me lo ha dicho,
Revolviendo en el baúl de la memoria
Encontré los vestigios del retazo
De tu forma, que no tú, y en el nicho
Lo he vuelto a enterrar para olvidar esta historia
Que me inventé y que creyó amar tu regazo.

sábado, 15 de noviembre de 2014

DON´T THINK IT HASN´T BEEN NICE

“Don´t think it hasn´t been nice” le dije. Como Cary Grant en la pantalla. La sueca se quedó ahí, como traspuesta después de tanto gritar. Yo le dí lo suyo, claro está, y parece que le gustó. Me encanta esa frase, “Don´t think it hasn´t been nice”, sobre todo cuando enciendo el cigarro. Después ella sonrió, no sé si por la gracia de la frase o por su cara de placer. Todas lo hacen cuando termino. Es como un ritual, a cada una una vez, y ya no la vuelvo a repetir. Es mi grito de victoria. Creo que se llamaba Linda, aunque no lo recuerdo bien, porque sólo se lo oí un par de veces y después ya no se lo pregunté más. Con su hermoso pelo largo, teñido ligeramente de color sangre.

No sé por qué me he acordado ahora de ella; uno siempre se acuerda de las cosas más insólitas. ¿Linda o Cindy ? Al final todos los nombres se parecen. Alguién diría que son los cuerpos los que se parecen y los nombres los que se diferencian, pero yo creo que es al revés, porque el nombre no es exclusivo, y en cambio cada cuerpo es intransferible y con su olor particular. Me encanta oler a las mujeres. Quizás por eso me acuerdo de la sueca, porque todavía puedo recordar su olor de mujer cansada, que ha subido a la cima de la montaña y no le apetece bajar.

Me gustaría volverla a ver. Acariciar de nuevo su piel y sentirme rodeado por sus piernas. ¿Dónde estará? ¿Qué será de su vida? Fue una de las pocas con la que he desayunado. Se levantó, llenó la mesa en un par de minutos, después la vaciamos y se marchó. Nunca nadie me ha servido el desayuno para luego marcharse. Esa ha sido la diferencia entre ella y las demás, aunque no sé si la única, porque pensándolo bien yo no soy de los hombres a los que se les gana por el estómago. Todavía seguía oliendo igual cuando se fue, creo, o tal vez ese recuerdo ya se me había metido dentro de la nariz para alojarse en mi cabeza.
El caso es que me gustaría volver a oler su piel y su pelo, ver si se lo sigue tiñendo igual, con la misma cara de mujer cansada después de cada orgasmo; ceñirme sus piernas como cinturón y sus pies como hebillas. Y eso que no soy nostálgico, nunca lo he sido. Puede que sea la edad y que me esté haciendo viejo sin tiempo, y que precisamente ese tiempo que no ha pasado me haga pensar en un pasado mucho más lejano del que realmente es, y de que ese futuro que aún no es sea el presente que siento, impidiéndome sentir este momento como real, matándolo, deshojando una margarita que aún no ha muerto.

Podría completar un abecedario con el nombre inicial de las mujeres con las que he estado y aún tendría muchas letras repetidas, algunas varias veces. Incluso la letra L estaría repetida, Lisa y Laura, además de Linda. Creo que podría jugar a ese juego de formar palabras y sumar puntos con las letras ganadas con mi lanza. Dueño del tablero. Puede decirse que si el juego no hubiera estado inventado anteriormente yo lo habría inventado. Todo el mundo colecciona algo, y yo poseo mi colección personal.

Sin embargo empiezo a tener un problema que observo no quiero resolver y debo. El problema es que he comido muchos dulces y ahora no sé cómo parar y estar con una dieta razonable. No sé cómo no pensar en la seducción, en no jugar a un juego que a fuerza de jugar ya me sé de memoria y que me aburre y me obsesiona a la vez. Cuando pienso en mi curioso abecedario ya no sonrío y lo acepto como una concatenación de eslabones que forman una cadena, y que con cada eslabón añadido sólo aumenta el peso de aquello que me limita. No es el sexo el placer sino la culminación de la estrategia desarrollada, la aceptación de mi perspectiva y mi juego el premio a mi triunfo. Con el tiempo el sexo se ha convertido imperceptiblemente en el precio que tengo que pagar para no parecer algo que quizás sea y no quiero ser. Es la vergüenza que siento hacia mi acción el motor que me permite finalizar cada actuación. Un motor que a base de forzarlo comienza a perder fiabilidad, con el consiguiente temor a que me deje cualquier día tirado en medio de la carrera. Y es triste saber que sólo el hecho de poner en entredicho mi orgullo masculino sea el elemento que me hace contemplar fríamente una situación que sospechaba anómala y que ahora considero preocupante.

Cary Grant al final se va con la chica, pero yo me quedo solo, porque no puedo seducir dos veces a la misma mujer y no puedo estar seduciéndola constantemente, se me ha olvidado esa ilusión. La frase en sus labios siempre resulta nueva, pero en los míos a perdido su brillantez y su frescura. Quizás Linda ya sabía todo esto antes que yo y su desayuno sólo era el reconocimiento a mi gran puesta en escena. Posiblemente ya conocía el truco y se dejaba impresionar como los padres junto al hijo en la cabalgata de los reyes magos. Entonces la moneda con la que me pagó sería falsa, su precio nulo, y su bálsamo a largo plazo tan estúpido como el dolor que esta suposición me produce. Esta noche seré un hombre de verdad, actuaré en consecuencia con mi pensamiento, y mañana me levantaré como nacido de nuevo, resucitado. Y cuando me mire al espejo sonreiré, y pensaré “Don´t think it hasn´t been nice”

jueves, 13 de noviembre de 2014

citas célebres (176)

Un libro de cabecera no se escoge, se enamora uno de él.
Jose Luis de Villalonga (1920-?) Actor y escritor español.

Con las personas que no puedes amar, muéstrate siempre amablemente evasivo.
Eugene O'Neill (1888-1953) Dramaturgo estadounidense.

Un buen vino es como una buena película: dura un instante y te deja en la boca un sabor a gloria; es nuevo en cada sorbo y , como ocurre con las películas, nace y renace en cada saboreador.
Federico Fellini (1920-1993) Director de cine italiano.

poesía nº 22

Tiento en el vacío
intentando agarrarme
donde pueda olvidarme
de este enorme hastío.
Idolatro el recuerdo
de la diversión de una orgía
donde retando a la monotonía
soñé estar cuerdo.
Despierto de la felicidad
obvia de tu cuerpo,
donde, llegando al éxtasis,
creí tocar la eternidad.
Aún sin tener opción
pretendo elegir el sueño,
pues viendo la realidad
anhelo mi deseo.