sábado, 1 de marzo de 2014

poesía 320



Te regalo la vida que me estás dando,
Porque tú la haces posible.
Te regalo los segundos, los minutos,
Las horas que estoy contigo,
Los besos que nos damos,
Y los que me guardo,
Y los silencios de las palabras que me callo.
Te regalo la luz más intensa
Que he encontrado delante del espejo.
Y todo, todo,
Por hacerte mi princesa.
Tú, que has sido
Cenicienta en otros tiempos,
Dime, ¿Qué piensas?
¿Qué nos deparará
Este firmamento casi infinito
Lleno de estrellas?
Mi jarrón espera impaciente
Las nuevas flores por tu venida.
A él le traen tu aroma,
A mí tu presencia.
Y todo juntito la felicidad,
Que del camino es la esencia.

9,8 m/s (al cuadrado) (II)



"Muere joven y tendrás un hermoso cadáver". La primera vez que lo escuché no tenía ni diez años y se refería a James Dean. Lo bueno de los  muertos es que ya no envejeces más. Por eso siempre te recordaré joven, con el pelo moreno, bailando y haciendo bailar tu pincel, sonriéndome. Supongo que lo bueno de morirse el primero debe ser que no ves cómo la palman los demás, inmune al dolor de las despedidas. Tú quizás también, pases a la historia, como lo que pudiste ser y la muerte lo impidió. Además, no sé por qué, la muerte mejora la obra del artista, no sé si es por el morbo o porque cuando falta su creación nos damos cuenta del vacío que deja su marcha. Para mí siempre serás mi pintora favorita.
 ...eso que siempre me decías que no te convencían tus cuadros. Bien es cierto que los que pintabas a los quince años no eran Picassos, pero a esa edad nadie es perfecto. Deberías haberme enseñado a pintar, por lo menos un poco, siempre tuve esa espina clavada. Un día de estos te lo iba a decir, cuando tuviésemos tiempo... creo que habrá que dejarlo para otro momento mejor. No te lo dije nunca, pero me gustaba subir al desván, lleno de lienzos, pintura, en esa atmósfera agobiante, donde casi no se podía respirar...

 Por más que  me lo pregunte no conseguiré saber por qué no me dijiste nada. Quizá lo hiciste y no me di cuenta... ¡Joder!. Podrías haber esperado, no sé, haber aguantado un poco más, tener más cuidado, algo, buscar ayuda... cada vez que lo pienso me pongo de mala hostia. Hacerme ésto, sabiendo como sabías que odio los entierros. Por lo menos así podrás entrar en el cementerio, con la ilusión que nos hacía y lo que nos jodió quedarnos fuera. ¿Te acuerdas?
 La idea fue de Ekaitz, ir a ver la tumba de Jim Morrison. La verdad es que a mí la idea me gustó por hacer algo distinto, no sé, más que nada por no quedarme en la habitación del hotel y esperar a la cena solo, después de todo tampoco sabía cuándo volvería. Total que después de ir andando hasta allí resultó que es-taba cerrado. Te puedo asegurar que en aquel momento quise matar a alguien, no era justo. Por eso lo de las fotos. Parecíamos payasos, allí, de noche, sacándonos fotos en la puerta porque no pudimos entrar.
 Aquello fue en el primer viaje. Cuando fuimos con la clase. Ci-metiere du Pere Lachaise. Tu nuevo hogar. Sin número, supongo.
 No hace mucho volví a  ver aquellas fotos. Casi tenían polvo, estaban en la caja de zapatos donde guardo las fotografías y me acordé de Ekaitz. Por cierto, no le he visto desde hace años. No sé quien me dijo que andaba por ahí, ya sabes, como siempre, bus-cando algo donde agarrarse. No creo que lo encuentre. No sé si alguna vez te lo dije, pero admiraba a Ekaitz, sobre todo en aquella época. Era porque hacía algo que quería hacer y no me atrevía. Estas dentro o fuera, a favor o en contra, pero no creo que haya nadie que esté en la frontera. El eligió lo contrario a mí y ahora me doy cuenta que la seguridad no es sinónimo de felicidad, ni siquiera estoy convencido que yo eligiese el lugar correcto.
 Siempre te quejabas que dormías sola y que eso te entristecía. Por lo menos ahora tendrás cerca a tu estrella de rock.          
 ...y fue tu perro, aquel negro, y no el mío, el que empezó, por todo lo que dijeses que fue al revés. Era un salido y siempre es-taba oliéndole el culo a mi pobre Laika; ella, que solo iba al parque a mear al árbol aquel, su preferido, que parece mentira pero si no era ahí no meaba. Fue en el parque, con lo de los perros, donde empezamos a hablar. Fue algo que dije sobre tu perro, que era muy grande y mi pobre Laika muy pequeña y que le daba miedo. Tom. Así se llamaba ¿no? La verdad es que me acabó cayendo bien, y te juro que lo sentí mucho cuando lo mató el coche, que daba pena verlo ahí en la carretera, con las tripas fuera. Lo que nunca pensé que podría afectarte tanto. No sabía que se le podría tener tanto cariño a un perro. Laika ya está muy vieja, ya la verías en la foto que te mandé no hace mucho. El caso que con la chorrada de los perros, claro, nos veíamos casi siempre en el parque, que tú no sé, o creo que sí, que alguna vez me lo dijiste, bueno, el caso que nunca decíamos nada, pero bajábamos  los dos a la misma hora e íbamos al mismo sitio, y mientras Tom le olía el culo a mi pobre Laika tú y yo rajando, que al final siempre llegaba tarde a cenar.
 Después cambiaste de colegio, y como solo había dos cerca de casa, solo te quedaba el mío, que tú por no perder el tiempo pasabas de ir más lejos. Sinceramente, me alegré cuando te vi en clase. De eso debe hacer casi quince años. ¡Hay que joderse como pasa el tiempo! Y eso que parece que fue ayer...

 Fuera la tormenta continúa con la misma intensidad. No se ve una luz, solo ocasionalmente, algún coche se cruza. Coches fantasmas que parecen ir vacíos. El paisaje se desdibuja informe, de vez en cuando los árboles cercanos al borde de la carretera recortan su figura. Alguien busca sintonizar algo en la radio. Tarea dificil. por fín suena algo.
          ...en la casa de los sueños
          hace tiempo vive una mujer
          que parece tan distante
          como cualquier estrella que puedas ver.
          A miles de años luz te veré.

 No recuerdo si alguna vez te he dicho que esta canción me re-cuerda siempre a Patricia. La escuché hace algunos años en un bar, un día que me la encontré, después de mucho tiempo sin verla y pusieron la canción. Contó algo, no recuerdo el qué, algo in-transcendente, como casi todo los sábados a la noche, y luego se fue, con un hasta pronto y que te cuides y haber si me presentas algún día al tío ese, que por lo que cuentas parece majo.
 La imaginación a veces nos juega malas pasadas. Los recuerdos suelen difuminarse en el paso del tiempo, al final solo es una vaga imagen distorsionada de lo  que realmente fue. Si la memoria fuese como las fotocopiadoras nuestros recuerdos no serían nada. A base de recuerdos no se debe crear un futuro imposible, soñando un pasado que debió haber sido.
 Total que se fue y yo me quedé escuchando la cancioncilla en el puto bar aquel, pensando cómo la maldita letra tenía más razón que la propia realidad. Sucede que siempre que la veo tengo después dos semanas de resaca de ella. Primero es algo casi corporal, una sensación extraña cada vez que la recuerdo, y después solo es un sentimiento de desazón, hasta que por último imagino diálogos con ella, se entabla una rara conversación dentro de mi cabeza. Lo peor de todo es que de vez en cuando sigo soñando con ella y así es difícil olvidar algo. La última vez que soñé con ella fue hace poco, tres semanas más o menos. Yo estaba ahí, lo sabía porque siempre había estado ahí. Los tres pisos con el úl-timo de pizarra oscura. Ella también estaba ahí. Ella también había estado siempre ahí. A veces no había querido, había deseado escaparse y no volver, pero era mi sueño y ella no sabía dónde estaban las puertas. Debía de tener catorce años, por el sitio, por el instante, pero creo que tenía más de mil. Era un día nublado. Todos jugábamos a algo con la pelota. Yo tenía la pelota mucho tiempo, pero era muy malo y no acertaba nunca; era como si se hubiera olvidado jugar de repente. La miraba. Hacía dos meses que no la veía, por eso le digo que quería verla, pero ella me dice que ya la vi ayer, y anteayer, y el anterior, en los sueños, en todos los sueños. Parecía cansada de verme. El juego continuaba. La pelota la tenía yo y esta vez quería acertar. Pero fallaba de nuevo. La escuela estaba cerrada, vacía, ya no había ruido dentro. Hoy no había andado por sus pasillos como ayer, mejor, así no había tenido que entrar a ninguna habitación y ver que estaban todos menos yo, como ayer. Uno se siente triste cuan-do está fuera en su propio sueño. Sabía que iba a soñar con ella, pero me dice que ya lo sabe, porque siempre sueño con ella, así que no es una novedad. Estaba con una escoba y como Patricia no decía nada hablaba con la escoba. Me decía ¿Qué tal? y yo que bien, y ella ¿Y cómo así? y yo pues ya ves, y ella que el tiempo nublado y que parece que va a llover y nos callábamos. Yo miraba a Patricia y creía que no me conocía, que no sabía ni quién era. La escoba había desaparecido y estábamos ella y yo en la puerta de entrada al colegio. Mirábamos juntos al edificio que teníamos delante, el que nos había visto nacer. Le agarraba de la mano suavemente, como sin quererlo. Ahora sabía que venía el beso, eso lo había vivido. Pero no había beso y ella soltaba la mano. Le tocaba la mejilla y decía que tenía frío, que quería irse, pero era mi sueño y no le iba a dar licencia para marchar. Sin embargo se levantaba y se iba caminando. Giraba la cabeza y me preguntaba por qué no la seguía. ¿A dónde? le digo; a donde yo vaya me responde. Había sido mi chica y no me conocía, era un extraño para ella. Siempre pensé que no cabía un mar en un vaso de agua, pero hasta ese momento no lo había sabido con certeza. Me levantaba e iba corriendo hasta su lado. Yo quería despertar, era éste un sueño absurdo. Estoy harto de soñar siempre con ella y que nunca la pueda besar en mis propios sueños. Me preguntaba que por qué y yo le decía perdona. Estaba distante, tan lejos en la escalera que la luna solo era el primer escalón. La había perdido. Me daba cuenta que era un recuerdo, lo que soñaba era un recuerdo, como siempre, y es difícil luchar contra eso. Me miraba y me sonreía y yo echaba a andar rápido hacia ella, pero ella cada vez estaba más lejos. Apenas se movía, pero estaba al final y yo al principio. Corría hacia ella y ya ni la veía, y luego solo sus pasos, luego sus ecos, luego nada. No sabía cómo pero estaba delante de la escuela, solo. Todo seguía igual pero sin nadie. Quería despertar, despertar y no volver a soñar con el mismo sueño nunca más. Sin embargo no pude despertar y abrir los ojos.
 Eso fue lo que soñé. El mismo sueño de siempre en una de sus mil formas distintas. Creo que mi memoria se esconde dentro de ese edificio desde hace mucho tiempo. No puedo luchar contra mi pro-pio recuerdo, el hecho de querer olvidarlo solo hace que me acuerde más. Los años han pasado y tú sabes también como yo que busqué amar a otra mujer, pero eso no se busca... Fue una extraña y todavía lo sigue siendo, como una burbuja de cristal negro con sabe Dios qué coño dentro, solo se puede tocar el cristal. Cómo haberle hablado de los elefantes de trompa rosa que quieren vo-lar. Hubiese dicho que era una tontería, una gilipollez. Al final, como siempre, acabo pensando que alguna vez la amé, pero que ahora solo es una obsesión ineludible, solo es necesario aprender a convivir con ella. Creo que si no hubiese sido por eso, nada hubiese impedido... y tú no me podrás decir que no, que sin Patricia por medio todo habría sido muy distinto. Como  aquella vez, que te tendrías que acordar, cuando la fiesta aquella, ¿Cómo se llamaba? ¡El Kubatazo! Así, ese era, que menudo nombre más original, cuando apareció ella y se jodió todo; que fue una chorrada, ¡Hombre! ¿Qué tal? ¿Os gusta la fiesta? Bueno, adiós, que lo paséis bien; con aquella sonrisa que puso al final, como  diciéndonos que lo sabía todo, que me gustaría saber qué coño era ese "todo" y luego marchándose. Que entonces sí que fue la fiesta del Kubatazo, que nos pusimos, sobre todo yo, más ciegos que las ratas y no pudo ser...
 Esa fue una de las primeras veces que te vi así. La tontería de la noche, pensé. Si lo hubiese sabido no te hubiese llevado a esa fiesta, porque yo, ya ves, aquí sigo, conduciendo, pero tú... si lo hubiese sabido, cuando me lo preguntaste, ten por seguro que todo hubiera sido distinto, que pensé, ya pasará, es fuerte, sabe lo que quiere...

 En la oficina todo sigue igual. Paula no me hace ningún caso, debo de ser invisible y no me he dado cuenta todavía. Paula siempre está mirando su ordenador. Números. Más números. Impuestos e I.R.P.F. De nueve a dos, de cuatro a siete. La misma mesa, las mismas caras. El otro día me dijo Teresa que yo era Gilbert Grape y me preguntó a quién amaba. Yo no le entendí lo que quería decirme. No sé quien es Gilbert Grape. Paula tiene un buen polvo, el mejor de la oficina. Realmente es el único decente. Es trabajadora y además inteligente, llegará a algo en la empresa. De todas formas yo creo que solo jode con su maldito ordenador.

 ...y pensaba que podría ser de otra forma, pero me he dado cuenta que hay cosas contra las que es imposible luchar, o por lo menos yo, que no sé cuál es la forma correcta...

 Es mala suerte que no haya tenido tiempo de cambiar las ruedas, pero no tenía pensado hacer este viaje; uno debiera ser siempre previsor ante los imprevistos, sobre todo ante imprevistos de es-te tipo...
 Fuera la lluvia parece haber remitido. Una línea blanca continúa la carretera. Arriba sólo negro. A los lados también. Una luz   cruza hacia alguna parte...

viernes, 28 de febrero de 2014

De tu madre (poesía 322)



Te di la vida entera
desde antes de pensarte.
Eso es lo primero que supe de ti.
Después llegaste
del mar,
navegante,
a mi puerto.
Solo soy un puerto más,
aunque fui el primero.
La intención se hizo verbo,
y el verbo se hizo cuerpo.
Y ahora el cuerpo ya es hombre.
Tu sonrisa sincera
me ayudó a construir
la repisa del fuego de mi hoguera.
Te di un nombre
con el cual nombrarte,
porque el amor para amarte
ya te lo había dado antes.
Te di mis noches y mis días,
el temblor de la preocupación constante.
Te di mi ilusión
Y mi esperanza silente.
Incluso te di
alguna cosa más,
porque el corazón de una madre
nunca le dice a su hijo
todo lo que siente
por miedo a impresionar.
Tanto amor abruma.
¿Cuántas tormentas hemos visto juntos?
¿Cuántos días de sol?
¿Cuánta calma chicha
a la espera de un nuevo viento?
Pero el navegante
mira hacia el mar,
busca el mar,
porque es navegante.
Y un día
zarpa hacia otro puerto
en un barquito velero
que le empuja con su viento.
¡Dios, y que bonito es el barco velero!
Sus velas pueden cortar el mar
como la espada de un guerrero.
La vida,
como la corriente del mar,
te trae y se lleva
las cosas que siempre
habrás de amar.
Corazón valiente,
éste es tu momento.
Algún día,
cuando seas padre,
sabrás de lo que te hablo.
Mientras tanto,
imagina, intuye
lo que te cuento.
Porque quiero que puedas entender
todo lo que siento,
todo lo que por su hijo
siente una mujer.
Por eso,
pequeño mío
te digo
que te quiero,
que te quiero
como solamente una madre sabe querer.

9,8 m/s (al cuadrado) (1)




¡Maldito día, joder! ¡Mierda! Te dije que pasaría y no me equivoqué. ¡Mierda!.

 Las llaves en el bolsillo. El pañuelo en el bolsillo. Las once en el reloj de pulsera sin números, solo agujas negras en el cristal.

 Ten cuidado; te lo dije siempre y nunca me hiciste caso, por lo menos en los últimos tiempos. Sabía que pasaría esto, lo sabía. Ya te lo dije, ten cuidado...

 El coche se pone en marcha. Un ruido extraño suena iniciando el ligero temblor del viejo coche. Fuera llueve. En los últimos días solo lluvia. Los días del invierno, los postreros a la primavera, hacen sentir sus huellas. El cielo oscuro parece no haber dado paso al día, solo la noche ininterrumpida durante toda la semana.

Las calles vacías, más muertas que vivas, ven pasar fantasma al utilitario rojo desgastado por el tiempo. Las farolas encendidas, en busca de algún alma en pena, callan indicando un silencio que se esconde.

 ¿Por qué? ¿Por qué coño lo hiciste? Y encima soy el último en enterarse. Fue ayer y no me han dicho nada hasta hace una hora. No tengo tiempo ni para llegar. Debo llegar, hostia, tengo que llegar como sea, aunque reviente este puto trasto que ya no anda ni cuesta abajo, y eso que andaba, joder que sí andaba...      
 ¿Te acuerdas del día que te lo enseñé? ¿Y del paseo al pantano? Llevaba un mes con el carnet, lo recuerdo muy bien, un día de primavera, espléndido, como pegaba el sol allí arriba. Después de todo, se ha portado bien, lástima que tenga tantos años, claro, ya era de segunda mano, suerte que me lo dieron. Fue poco después del primer viaje a París. Parece mentira cómo pasa el tiempo...


 Me ha llamado Teresa diciéndomelo. Me ha estado llamando todo el día y no contestaba nadie. Normal, nos hemos ido los tres todo el día por ahí, desde las siete de la mañana. Me ha dicho que venían conmigo, que era mejor, pero les he dicho que no, que quería ir solo; quiero decirte adiós como siempre estuvimos, sin nadie más.

 Me ha dicho como ha sido y la verdad, no me ha extrañado nada. Ella parecía bastante dolida, y eso que nunca fue una gran amiga tuya. No me sorprende, una cosa así no deja indiferente a nadie, y menos si no te lo esperas.

 He llamado al aeropuerto y me han dicho que hasta mañana a las doce nada. Menos mal que he encontrado el mapa que compramos, si no, no sabría cómo llegar. Lo he estado buscando por todos los sitios y al final estaba en el cajón azul.

 Los últimos edificios de la ciudad se van quedando atrás. Todavía sobrevive alguna luz silenciosa, más allá solo el telón negro.
 Podría haber parado de llover. Agua. Agua. Agua. Mierda, lleva una semana igual, no sé cuándo va a parar. Parece el diluvio universal. Ni que llegase el fin del mundo. ¡Joder! ¿Por qué coño lo has hecho? No me lo explico. Te lo juro, no tengo la maldita respuesta, aunque tampoco creo que la haya, y si la hubiese me daría igual, no creo que eso hiciese cambiar las cosas; yo seguiría en el puto coche y tú donde estás. Pero ¿Por qué no me dijiste nada? ¿No sabías hablar? Haberme dicho que fuese y hubiese ido. Bien sabes que tú eras lo primero de todo, antes que cualquier otra cosa; pero no, creías que tú lo podrías superar sola y la jodiste. Y bien jodida. Mira que lo pensaba, pero no me lo creía. Me decía, no, no puede ser, es imposible, ella no, ella es distinta, más fuerte, siempre se podrá agarrar a algo, a la pintura, a los amigos, a algo, ¡Joder! ella es distinta. Si yo hubiese estado allí todo habría sido diferente. Cuando me dijiste que fuese contigo te dije que todavía era pronto, demasiado jóvenes, pero tú fuiste y triunfaste y yo me quedé y me como la mierda. Si yo hubiese estado allí, todo habría sido distinto, te lo juro, y tú ahora no estarías muerta.