viernes, 5 de febrero de 2016

DESPERTAR (III PARTE)

del Facebook. No me gusta mentir. No me gusta fingir. Pero sobretodo no me gusta que se enfade. Así que miento, y finjo, y mientras tanto voy perdiendo las ganas de reír. ¡Con lo graciosa que yo era! ¡Más payasete..! Era de las que se reía hasta de su sombra. Cuando mi sombra era yo, y no él. Ni la sombra de él. Contaba un chiste y la primera persona que se reía era yo misma. Me daba igual que a los demás no les hiciera gracia, yo misma, con mi prisma, ya tenía bastante. Y los demás, de todas maneras, también se lo solían pasar bien. Ahora ya no. Ya no hay personas que escuchen mis
chistes. Tampoco los cuento. Quizás sea porque estoy madurando. Eso dice él, y cuando las personas maduran dejan de ser tan graciosas. La vida es seria. No se debe de tomar a broma. Pese a que a veces la vida parece una broma. De hecho, mi vida empieza a parecerme una broma, un chiste, pero de los que no tienen gracia. Y este chiste, aunque sea mío, ni siquiera me hace ya gracia ni a mí. Sin embargo, sí que veo por la tele y por youtube gente mayor, incluso vieja, que se ríe mucho. Hay algunos que ganan mucho dinero con eso. Hacen el tonto y encima se forran. De lo que deduzco que tal vez no sea cuestión de madurez, sino de tristeza. Tristeza. Tristeza que te va comiendo poco a poco, como yo las croquetitas de mi madre, comiendo poco a poco mi esperanza y mis ilusiones. Ahora que me doy cuenta, la tristeza me lleva a la pereza. Ya no hago tantas cosas como antes ¿para qué? siempre me dice que es tontería, que tengo que madurar. ¡Qué
manía! Un día de estos maduraré tanto que al final me caeré de un árbol, como una manzana. Mira, un chiste. Cosas que me gustaba hacer. Lo que pasa que a él esas cosas no le gustan, o no las sabe hacer tan bien como yo. Y eso le fastidia. Le jode. Lo percibo. Como salir a correr. Yo antes salía a correr mucho. Me daba sensación de libertad. Y era buena. En atletismo la primera de mi clase. Siempre. Ahora, con eso del coche, y que solo voy de mi casa a la suya, y viceversa, ya no hago nada. ¡Él es el perezoso! Le dije alguna vez de salir a correr, y de hecho, salimos, un par de veces, pero como aguantaba más que él, y encima era más rápida, dejamos de hacerlo. Nunca me dijo que le fastidiara, pero yo sé que sí. No soporta que una mujer le gane en algo. Que le gane en nada. En eso es un poco machista. En eso y en muchas cosas más. ¿Qué culpa tengo yo que no le guste correr? Con el coche sí que le gusta correr. Pero con las zapatillas
no. Yo pienso que tiene más mérito correr con zapatillas que con el coche. Al fin y al cabo, requiere más esfuerzo. Por lo tanto tiene más mérito. Correr con el coche solo es cuestión de bajar más el pie derecho apretando el acelerador. Y de estar más zumbado. Se puede correr, pero no como va él. ¿Acaso le persigue alguien? Si hay prisa lo entiendo, pero si no, ¿para qué correr tanto? Hace poco le pusieron una multa. Cuando le llegó la multa se puso tan rojo de la mala leche que le entró que no podìa ni vocalizar bien. El sueldo de un mes y varios puntos. Ese día fue horrible. No se podía hablar con él del cabreo que tenía. Como una cabra. Como un cabrón. Y encima yo todo el día con él. Estando pero sin estar. Guardando la distancia. Menos a la noche, que me folló como si me quisiera romper. Como si quisiera descargar su odio hacia los demás conmigo. Hasta me dolió. Pero no dije nada. Ese día no. Después pareció que se calmó
algo. Y ya pudimos hablar. Y nos dormimos abrazados. Recuerdo que dormido en mis brazos parecía un niño. Un niño bueno, dulce. Y pese al dolor en la entrepierna, me quedé féliz, tranquila, mirándo su carita tan bonita, y su boca sabor de moka. Por el café. Féliz, porque en ese momento lo sentí mío. Y no yo suya. Me sentí importante. Importante porque era yo quien tenía el control. Hasta me dio pena cerrar los ojos, cuando cansada y si poder aguantar más, me quedé también dormida, deseando meter el momento en el congelardor del frigorífico y conservarlo ahí mucho tiempo. Inalterable. Antes, al principio, había más abrazos de esos, y menos dolor de entrepierna. ¡Con lo que me respetaba! ¡Era todo un caballero, solo le faltaba el caballo! Cuando parecía un príncipe azul y no el pitufo piloto. Si se entera que le he llamado pitufo me mata a fuego lento. Abrazos de esos largos y fuertes, pero sin doler. Sentir unos brazos que parecían
murallas, con la sensación de seguridad que tanto nos gusta a las mujeres. Me lo ha dicho él. Que de eso sabe mucho. A las mujeres nos gusta un hombre que nos diga las cosas y nosotras así lo tenemos más fácil. No tener que pensar mucho. ¿Acaso no era el hombre el cazador, el que traía la carne, el que mataba al león en la selva para que la tribu estuviera a salvo, mientras las mujeres se dedicaban a sus cosas, como cuidar a los niños...? ¡Cómo se nota que no ha estudiado casi nada! ¡Si en la selva no hay leones! Ni ha estudiado ni le gusta leer. Que yo entiendo, porque conozco a alguno, que no ha tenido la suerte de poder estudiar, porque su familia no se lo ha podido permitir y se ha puesto a trabajar, encima por poco dinero. Pero alguno de ellos sí que tienen interés en aprender, y leen, y ven cosas en la tele que les enseñan, como los documentales esos. Aprender cosas es importante, porque si no pareces tonto. Y malo es parecer tonto,
pero peor es serlo. Yo no soy tonta, lo sé. Lo que me ocurre es que comienzo a pensar que quizás algo deba serlo, porque ya empiezo a parecer tonta, y entre parecerlo y serlo, la diferencia a menudo no es tan grande. Tonta por callarme. Tonta por abrirme de patas cuando no quiero. Tonta, porque como dice la madre de Forrest Gump “tonto es el que hace tonterías”. ¿Es tontería estar con él? A veces me lo pregunto. Con todos los chicos que hay en el mundo... Yo lo quiero, eso lo siento en mi corazoncito de terciopelo. Y él me quiere. Lo sé. Me lo dice. Me cuida, me proteje. Pero me gustaba más cómo era antes. Cómo me decía te quiero antes. Cómo me cuidaba antes. Cómo me protegía antes, porque lo de ahora no es proteger, lo de ahora es una cárcel de barrotes invisibles y una puerta cada vez más cerrada. Lo quiero, es cierto. Pero... ¿lo quiero, o lo quería? A veces, cuando me despierto en medio de la noche, cuando el mundo parece
haberse detenido, cuando todo está oscuro y solo escucho el silencio y mi propia respiración, cuando todavía faltan tres horas para que suene el despertador y me diga que tengo que ir al instituto, una voz que sale no sé de donde, pero que yo la oígo, me mete la duda de si lo que siento ahora es verdad, es sincero, o solo el eco de un pasado que me sigue agarrando con una mano para que no me escape. La mente se me va a momentos que vivimos hace tiempo, que no se parecen a los de ahora. El presente se esconde en el pasado, y en el futuro que me imagino no está él. ¿Por qué? ¿Por qué todo es tan complicado? Yo solo quiero ser féliz. ¿Tan difícil es? Después, al cabo de un rato, me vuelvo a dormir, y lo que he pensado se disuelve como si todo hubiese sido un sueño. Un mal sueño. No una pesadilla, pero desde luego no un sueño agradable. Se disuelve, sí, pero algo queda ahí dentro, una semillita pequeñita que al principio se moría a la
salida del sol, como los gremlims de la peli, pero que desde hace unas semanas se quedan y parecen estar echando raices. Y juro por lo que más deseo, que es la paz del mundo, bueno, y que me toque la lotería, que no me gusta nada despertarme con ese pensamiento en la cabeza. Es como empezar el día sucia, con una sensación que raspa, que molesta, y que aunque no es algo horrible, no me permite pensar en cosas más positivas. Me resta energía, me quedo sin ella. Antes también me quedaba sin ella, pero era porque salía a correr hasta que me quedaba como vacía. Estonces paraba y sonreía féliz, porque sabía que había hecho algo bueno, y que me gustaba. En cambio ésto no. No acabo de empezar el día y ya estoy cansada. Y solo por un pensamiento. Solo uno, pero muy grande, con muchas ramitas con muchas hojas, y donde cada hoja es una duda y una preocupación, sobre mi pasado, mi presente, y mi futuro. Mi vida entera. Y claro, con tanto pensamiento
mis notas han bajado. Es que no tengo la cabeza donde la tengo que tener. Mi madre ya me dice que si me pasa algo, que lo de ahora no es normal. Yo le miento, y le digo que no. Pero las madres no son tan tontas como a veces queremos creer. Se pueden hacer las tontas, pero no lo son. Es la persona que mejor me conoce. De hecho, ya me ha preguntado en las últimas semanas acerca de mi relación con él, y no estoy segura de que lo que le he respondido se lo haya creído del todo. El, en cambio, parece creérselo todo. O le da igual. Él. Y siempre él. ¿Es que no hay otra cosa en el mundo que él? Al final de todo ¿qué me va a quedar, sino él? Y si él se va, ¿entonces qué me queda? Ya sin amigos, bueno, está mi amiga, pero como es la novia de su amigo realmente tampoco es mi amiga, porque la perdería también a ella, a los compañeros de clase lo justito sé quienes son, después del cambio de instituto. Con lo a gusto que estaba yo en el otro.
Que ahora que lo pienso ¿por qué me cambié, si hasta me pilla más lejos? Del atletismo ni hablamos ¿hace ya un año que fue la última vez que salí a correr? Que si sigo manteniendo los kilos a raya es porque hago dieta, que si no, no cabía en un globo de esos que vuelan, un globo aerostático, que ni en el pantalón de Obelix. Antes me daba igual, como corría, sudaba mucho, y después comía lo que me daba la gana, que no engordaba. ¡Con lo que me gusta el chocolate, y la nata, y el chocolate con nata! Pero él dice que las chicas que sudan no parecen chicas, ¡sino cerdas! ¡Cómo si él no sudase! Que en verano parece un cubito derritiéndose, pero él es un hombre, y ya se sabe, que los machos son muy macho machotes y pueden sudar porque para algo eran cazadores. Le he visto hasta sudar de miedo, el fantasma de él, y también de mala hostia, cuando lo de la multa, y cuando hacemos el amor, que se pone ahi, dale que te pego, y a veces,
cuando él está arriba, se le caen las gotas de sudor encima de mi cara y es un poco asqueroso. No un poco, muy asqueroso. Y ya no hacemos el amor. Ahora follamos. Por lo menos yo. Que hay diferencia. Y la diferencia la siento en mi cajita llena de sentimientos que es mi corazón de algodón dulce y en mi cabeza, que piensa en otra cosa, y en otros, no en el capullo que tengo encima y dentro. El capullo del capullo. Espero que no me deje embarazada. Yo tomo mis preocupaciones, porque desde hace un tiempo el a veces no, que parece darle igual. ¡Por Dios, no! ¡Eso no! Lo que me faltaba, un hijo de él. Antes me lo imaginaba y hasta me salía una sonrisa. Pero ahora, ya no me sale ni una sonrisa de esas tan falsas y domesticadas que tengo. Y si él saca el tema, intento sonreír, lo juro, pero es que no. Entonces el cambia de tema, parece ponerse más frío, más rígido, y si te descuidas me folla todo bruto y sin nada, como para demostrarme que es él quien manda, quien pone las reglas. Que también lo he pensado ¿y si me contagia algo? Porque ¿quién me dice que no me la ha pegado con otras, o que me la está pegando? Nunca se sabe. Yo me fío de él, pero... ¡Pero qué...! Que si mira así a las demás, con esas miradas de deseo que parecen pollas tiesas a saber que hará si tiene la ocasión. Y si no la tiene, igual la busca. Que antes sí, que su boquita de piñón me aceleraba el corazón, pero ahora, a saber... porque si yo ya no pienso en él ni lo siento de la misma manera, a él le puede pasar lo mismo. También es cierto que yo hago todo lo que él quiere y ni me quejo de nada nadica ná, y él en cambio, cada día es menos más y más menos. ¡A saber qué piensa! Igual porque me tiene en la palma de su mano está aburrido y busca otra cosa para la otra mano. Hay algunos que cuanto más seguro se sienten, menos se preocupan de cuidar lo que se tiene y buscan nuevas experiencias más emocionantes. Yo lo haría. Sí no fuera porque le quiero. Y porque le tengo miedo. Con este maldito móvil, que aparte del localizador a saber qué otros trucos de ésos tiene. No sea que tenga un grabador escondido, o un micro, que lo he visto en las películas, y entonces es capaz de sacarme los dientes y las uñas de los pies a base de agua hirviendo, hacerlo puré y comérselo después con cuchara. ¡Maldito trasto! Me parece que lo voy a coger y lo voy a romper. Como sin querer. ¡Uyyyy, se ha caído de la mesa y se ha estampado contra el suelo! Menos mal que mi madre me ha comprado otro... que si no... Qué pena, con lo chulo que era el móvil... sí, eso haré, y después todo lo demás. De todas maneras voy a esperar un poco, a ver si cambia. Hay gente que cambia. Era guay cómo era al principio. Si vuelve a ser así, yo lo querré hasta que mis huesos se hagan polvo y desaparezcan, hasta el día que me muera. Quiero que vuelva a ser el guapo de guapolandía, el caballero que venía a mí en busca de la princesa de su reino para llevarla a regalarle una puesta de sol. Quiero volver a saber que sus labios son mi caramelo preferido. Quiero. Quiero no pensar en el pasado como algo precioso que no vuelve.

jueves, 4 de febrero de 2016

DESPERTAR (II PARTE)

...ese primer beso de ese primer chico que queda enmarcado en la memoria como el tesoro precioso que se guarda y se defiende porque es el centro sobre el que gira todo. Un recuerdo que tampoco sé ya si fue tan maravilloso o simplemente lo idealicé. Me está pasando como esas fotos de los abuelos que a veces sacan en las comidas familiares, con lágrimas de emoción en los ojos; esas fotos en blanco y negro que están un poco borrosas, con las esquinitas algo estropeadas. La diferencia es que a mí las lágrimas de emoción en los ojos ya no me salen, y cuando me salen recordando ese primer beso el morrete se me queda torcidito por una pena que me aprieta al lado de la teta izquierda. Donde el corazón. Creo que ultimamente le importan más mis tetas que mi corazón. Pero listo como es, dice lo contrario. Sin embargo después debe demostrarlo, porque a veces, aunque a mí no me apetezca mucho, y mira que se lo digo, tengo que abrirme de patas porque el quiere “demostrarme su amor”. Y yo, pues claro... ¿qué novia sería yo si no quiero hacer el amor con mi novio? ¿es que ya no me gusta, ya no me pone? ¿es que me gusta otro? Mejor dejarle hacer, al fin y al cabo tampoco está tan mal la cosa, que una vez se me ocurrió ponerme cabezona con el no y aquello acabó bastante mal. Mejor fingir un poco, que tampoco es tan difícil, y ya otro día apetecerá más. El problema es que cada día apetece menos.
No como el de aquella vez, el del cuerpazo, que todavía solo de acordarme de cómo estaba se me pone la piel suavesita mi amorrr. Amor. Esa palabra que desde que eres pequeña te dicen que es lo más maravilloso del mundo. Incluso más guay que un amanecer detrás de una montaña nevada. Y eso sí que mola. El amor... Empiezo a pensar que las películas de Disney no estaban en lo cierto. O por lo menos un poco equivocadas, porque eso del príncipe azul, como no sea en el cuento del hijo del pitufo monarca no lo veo claro del todo. Yo, que tengo la paleta llena de colores, y sin embargo parece que no pinto nada. Mejor dicho, mi opinión. Porque todos tenemos una opinión ¿no? Para mí mi opinión es importante. Y también la suya. Pero para él parece que mi opinión no es tan importante. Me sonríe, eso sí, con esa sonrisa que también he visto a las madres en el parque, cuando su hijo le dice algo que no tiene sentido, que hacen como que hacen,
pero que en eL fondo no hacen, es decir, que me lío, que se hará lo que dice la madre, y el niño, atento, escucha y asiente. Pues eso mismo. La diferencia es que yo ya no soy tan niña, que ya casi soy mayor de edad. Me sacaré el carné de conducir y votaré a quien me dé la gana, no al que me diga él. Que también sobre eso sabe mucho. O eso se piensa. Porque cuando habla de esas cosas poniendo esa cara muy sería que pone cuando habla de esas cosas con otras personas, las demás personas, especialmente las que son más mayores, curioso, ponen la misma cara que ponen las madres esas que he dicho del parque. A mí ni me pregunta, solo me mira de vez en cuando esperando que haga con la cabeza que sí, y yo, claro, hago que sí con la cabeza, porque realmente ya no me importa tanto lo que dice. Porque si a él no le importa lo que yo pienso ¿por qué tendría que importarme a mí lo que él piense? Que diga lo que quiera... que para algo su boquita es suya. Sí. Me sacaré el carné, y conduciré mi propio coche. No digo que no me guste ir de copiloto, que él desde que se ha sacado el carné y se ha comprado ese coche que parece bueno, pero que no lo es, porque de vez en cuando suena como si tuviese tos, y eso no puede ser bueno, si no que se lo digan a mi abuelo, que también tose mucho porque según el médico tiene problema de bronquios. El caso, que me pierdo, hablo de una cosa y termino en otra, el caso, digo, que de copiloto está bien, porque puedes hacer muchas cosas mientras te llevan, incluso cerrar los ojos y sentir el viento en la cara si bajas la ventanilla, pero sentir el poder en tus manos debe ser como para tirar cohetes un día de fiesta. Coger el volante y decir, ahora para la izquierda, y ahora para la derecha, y ahora me paro, y ahora acelero. Porque me da la gana. Acelerar y no parar. Desaparecer. Eso es lo que deseo últimamente. Desaparecer, sin más. Pero con el maldito
móvil ese me tiene cogida, como dice mi abuelo, por los mismisimos. Especialmente desde que activó el... como se dice... ¿localizador? Para regalarme flores por sorpresa, dice él. Que sí que es cierto que al principio me regalaba flores, incluso un par de veces, cuando me regaló el móvil, apareció de repente detrás de una esquina con una rosa, que yo alucinaba ¿cómo sabrá éste dónde estoy? pensaba, pero después ya me dijo lo del localizador, y aunque le dije que mejor quitarlo porque total, para qué, me dijo que era mejor para mí, por mi seguridad, que las chicas como yo mejor que vayan seguras por la vida, por si pasa algo, que no va a pasar, pero por si pasa, que nunca se sabe. Como a los perros con su chip. Y ahora me da apuro quitarlo, no sea que se enfade con uno de esos enfados tan locos que le dan cuando algo no le gusta absolutamente nada. Desaparecer. Coger mi coche, acerlerar y tirar el móvil por la ventanilla mientras sientoel viento en mi cara. Eso sí, con los ojos abiertos. No soy tan irresponsable. Aunque él dice que lo soy, que soy una cabra loca en medio de una piscina de bolas. ¡Bolas las suyas! ¡Y cabra porque estoy con un cabrón! ¿Por qué dice que soy irresponsable? Antes sí, al principio, cuando empezamos, pero es que entonces era muy pequeña. Ahora soy más mayor, más madura, quieras que no dos años a esta edad se notan, y si no que se lo digan a mi talla de pantalones, y de sujetador. ¡Cómo se pone cuando los demás chicos me miran! Y no solo los chicos, también los hombres que tienen más años. Es cuando pone esa mirada que literalmente significa “ hijo de puta, pederasta, te arrancaría los huevos y te los metería por la boca”, y después me mira, sonríe, con esa sonrisa de emoticono, y que quiere decir “pero eres mía, y yo el te folla cuando quiere”. Lo sé porque un día me lo dijo. Pobrecillo, lo debe de pasar mal. No se puede ir por la calle deseando arrancar los huevos a la mitad de los hombres con los que nos cruzamos. Eso no puede ser bueno. Y no es porque yo lo piense y parezca una creída, pero la verdad es que tengo un buen cuerpo, de mujer, con unas tetas y un culo bien hecho, que mis padres cuando se pusieron me hicieron a conciencia, y una carita de ángel que parece tuneada con photoshop. No. No se puede ir así por la vida. No es bueno ni para él, ni para los que le rodean, porque a mí no me hace más féliz. Todo lo contrario. Me pone más triste. Si estoy buena qué culpa tengo yo de que me miren los demás. Que se ponga a salir con una más fea, quizás así se quite ese problema. Claro, el problema acaba siendo mío. Lo estoy notando. Que me he dado cuenta. Cada vez salimos menos, y con menos gente. Desde que consiguió ese trabajo el año pasado y se ha independizado a ese pisito que él llama “nuestro nidito” apenas salimos nada. Dice que para qué queremos el mundo si nos tenemos el uno al otro. Así que de mi casa, quiero decir, la de mi madre, a la suya, y de la suya a la mía. Así todas las tardes, por lo menos entre semana. Dice mi madre que mejor que duerma con ella, en casa, en mi cama de toda la vida. Y que aunque el chico es muy majo y muy formal y muy todo, por lo menos, entre semana, con ella, para ir al instituto. Cada vez salimos menos, y cuando salimos, con sus amigos. De los míos ya ni me acuerdo. Están los del instituto, pero como él viene muchas veces con el coche a la puerta a esperarme, tampoco tengo mucho tiempo para los demás. Con su coche delante de la puerta. Y que no me vea hablar con ningún chico, que si no me empieza a preguntar que quién es, y que qué hago hablando, que él lleva un rato esperandome delante de la puerta, para llevarme a casa para que esté más cómoda y me canse menos. Cierto es que vivo un poco lejos y a veces me viene bien...¡Pero si yo no le he pedido que venga, lo hace porque le da la gana! Empiezo a pensar que lo hace para marcar el territorio, como los perros. Pero mear por las esquinas está peor visto, y mearme a mí sería de mal gusto. Mejor plantarse allí con su coche resfriado y esperarme, como el piloto de formula 1 que gana la carrera y va a recoger su trofeo. Porque al final es como me siento muchas veces, y cada vez más. Soy su trofeo. Para el solito, en su vitrina. Su coche, su casa. Su trofeo. Lo que no quita, que me he dado cuenta, a que mire a alguna de mis compañeras de instituto como los hombres me miran a mí por la calle. ¿Me tendría que enfadar yo cómo se enfada él? Incluso tiene el morro de decirme que las mira para apreciar más mi belleza, porque por comparación, si fuera por la luz que irradiamos, ellas serían solamente la luna, y yo, el sol. Eso, antes, me hubiese hecho gracia. Pero desde hace un tiempo también me he dado cuenta que me río menos. Estoy perdiendo el sentido del humor. Y también la sonrisa. Me refiero a la sonrisa sincera. La otra la tengo más que dominada. La sonrisa postiza que viste pero no luce. Ésa, la tengo muy bien domesticada. Creo que ni él se da cuenta. O quizás sí, pero no dice nada. Y me duele. Me duele ser falsa. Falsa como el iphone de jesuscristo. Falsa como los amigos del Facebook...

miércoles, 3 de febrero de 2016

DESPERTAR ( I PARTE)

Todas las noches muero. Todas las mañanas nazco. Y siempre igual... Pero cada día un poco menos. Cada día un poco menos y cada día un poco más. Más cansada. Cansada de lo mismo. Mismo ritual estúpido e inoportuno de galanteo de pavo real que ya no convence. No convence, pero vence. ¡Cómo para no vencer...! Se instala en mi cabeza, en mi corazón, entre mis piernas. En mi móvil. Ese mismo que me regaló porque me quiere mucho y no puede estar sin mí. Ese mismo que ha acabado siendo mi carcelero. ¿Cómo es posible que una cosa tan pequeña me acabe haciendo tanto daño? Mensajito para aquí, mensajito para allá. Mensajito pá ya...Y si no le contesto que dónde estoy, y con quién estoy, y por qué estoy, y cúando estoy. Y así ya no sé ni quién soy. Parece un periodista de programa de investigación. Eso sí, de cadena independiente. In-dependiente. El In él, el sujeto dependiente Yo. Mi amiga me dice que eso a veces es normal, que a
ella le pasa lo mismo. Pero que eso es porque así demuestra que está colado por mí, y que se dejaría los dientes por mí, y que por mí es capaz de pegarse y líarse a hostias con el que me mire. Porque la rosa más hermosa de su jardín solamente es para él. A las demás, lo que los demás quieran. Pero a la suya ná de ná. Ni mirarla. Que para algo la cuida con tanto mimo... Lo que no sé si sabe algo de jardinería, porque a este paso, su hermosa florecilla se va a quedar sin pétalos de tanto meneo y zaleón. Me dice que para qué quiero ir a la universidad, si ya le tengo a él, que ahí solo me van a enseñar estupideces, la universidad buena es la de la vida. ¡Esa si que enseña de verdad! Que lo sabe él, que a palos ha aprendido y lo que con sangre entra no lo quita ni Rita, que ya se sabe que lo que Rita Rita, lo que se da, no se quita. Como él a mí su corazón, y yo el mío a él. ¡Tan guapo como es! ¡Si es que es el más guapo de guapolandia! Me tiene loca loquita loca, con esa boca boquita que me deshace y me desboca. ¡Mira, si hasta parezco poeta... poetisa! Escuché esa palabra el otro día y me gustó... Me siento un poco rara... mi amiga en cambio está tan feliz como una perdiz. Yo creo que eso es porque lleva poco tiempo con el suyo, cuatro meses no son nada nadica ná, pero yo, que llevo dos años, no lo veo igual. Cierto es que todo el mundo lo adora. ¡Es tan adorable cuando está con los demás! ¡Hasta mi madre piensa que es casiperfecto, perdón, cuasiperfecto! Con su sonrisa de anuncio de dentrífico, su lozana juventud post adolescente, su saber estar ¿savoir-etre? su todo y su aire de chico responsable y formal. Lo que los demás no saben es que no siempre es igual, y que a veces su voz de galán radiofónico suena como una cadena mal sintonizada. No sé qué problema tiene, pero seguro que tiene uno, y gordo. Muy gordo. Debe ser cosa de la infancia. Por lo
menos eso decía un tío muy listo que hablaba de cosas de dentro del cerebro, que se cogen y después no se sueltan en toda la vida. Eso he leído, pero no recuerdo el nombre de quien lo dijo. Yo creo que puede ser cierto, porque a mí de pequeña me pasó una cosa que no puedo contar y todavía a veces le estoy dando vueltas. Incluso cuando duermo de vez en cuando sueño con eso y me da mucha vergüenza contarlo. Así que no se lo he contado a nadie. Como con él, ¡Por Dios!, que si supiera ésto seguro se volvía como loco por enterarse de todo, y entonces si que tendría un problema de verdad. Como cuando lo de ese chico tan guapo, que por decir que era muy guapo se cabreÓ que parecía realmente una cabra. O un cabrón. Que más da. De lo que estoy segura que no parecía una persona normal. ¡Solo por decir que me parecía muy guapo! Como para enterarse que esa noche me toqué ahí donde da gustito pensando en ese cuerpazo, que éste es capaz de
cortarme los dedos de las manos para que no lo vuelva a hacer. Bueno, entonces ya no podría escribirle los mensajitos que tanto le gustan, aunque seguro que me diría que se lo enviara por voz... con lo horrible que es hablar a un cacharro que sabes que es la cadena de tu condena. Encadenada al condenado. Lo peor de todo es que ya no sé lo que está bien y lo que está mal. Porque ¿quién es el que dice lo que está bien o mal? Lo que para unos es una cosa, para otros es otra, y así no vamos a ninguna parte. Él en cambio lo tiene claro. Lo que dice él está bien, lo que dicen los demás está mal. ¡Eso es muy fácil! Así nunca se equivoca... que también rima con boca. A mí me cuesta más... ¿se dice discernir? lo uno de lo otro. Con él no me pasa eso. Eso me pasa cuando estoy sola. Cuando estoy con él lo tengo más claro... lo tenía... ¡parece tan seguro! Es que es imposible llevarle la contraria. Es que ni apetece. Y oye, mira que a mí,
de vez en cuando, por chinchar me gusta decir lo contrario solo por divertirme y ver la cara de la people que tengo delante. Pero con él eso es una tutoría... perdón, utopía. Quiero hablar bien...Lo de la universidad sí que me preocupa. Yo quiero ser enfermera. Siempre me ha gustado cuidar a la gente, que estén bien. Creo que eso es bueno. Él también dice que es bueno que me guste cuidar a la gente, porque así le cuidaré muy bien a él y a nuestros hijos. Cuando los tengamos. Pero lo de cuidar a gente extraña... ¡A saber quién es ese extraño! ¡Y que es eso de tener que bañarlo, quitarle la ropa, y esas cosas! Cómo se nota que no le gusta que vea a gente desnuda, ni siquiera con poca ropa, ni siquiera que los vea. Por eso también lo de la piscina. Ahí si que se pone celoso. No soporta que me miren ni miaja lo poquico que se me ve la pierna. ¡Que no me deja ni quitarme la camiseta! ¡Que es muy fuerte la cosa! Como ya no se me
ocurrían más excusas para no quitármela, que mis amigos flipaban, he acabado por no ir a la piscina. Eso sí, él sí que mira a las otras. ¡Y cómo las mira! Cuando estoy yo cerca cerquita con él hace como que no, y me hace ojitos, que parece un emoticono de esos tan chulos, pero que cuando cree que no le veo, con disimulo, eso sí, se le van los ojos, que si las miradas fueran pollas alguna ya estaba embarazada... ¡Con lo bonito que era todo al principio! Ese primer beso ¡cómo olvidarlo! ese primer beso...

lunes, 1 de febrero de 2016

poesía nº 266

Dame la voz, que tengo frío.
Dame la voz, que tengo miedo;
que quiero oírte antes cantar,
antes de que llegue la muerte y me lleve lejos.
Que quiero oírte antes cantar
con tu voz profunda de viajero,
antes que tu voz se tiña,
antes de que este instante ya solo sea un recuerdo.
Dame, dame la voz más dulce;
dame, dame la voz que yo más quiero.

viernes, 29 de enero de 2016

chistes (238)

- Doctor, doctor, tengo los dientes amarillos..¿qué me recomienda?
- Corbata marrón.

- Doctor,doctor! Mire me toco aquí y me duele....me toco aquí y me duele....me toco aquí y me duele....sabe qué es lo que me pasa?
- Usted tiene el dedo roto

-Mamá mamá se me ha caído otro diente ... Vendrá el ratoncito Pérez !!
- Te he dicho mil veces que no...tienes 34 años y se te caen por yonqui

jueves, 28 de enero de 2016

citas célebres (270)

La prueba más clara de la sabiduría es una alegría continua.
Michel de Montaigne (1533-1592) Escritor y filósofo francés.

¿Por qué esta magnífica tecnología científica, que ahorra trabajo y nos hace la vida mas fácil, nos aporta tan poca felicidad? La repuesta es está, simplemente: porque aún no hemos aprendido a usarla con tino.
Albert Einstein (1879-1955) Científico alemán nacionalizado estadounidense.

Siempre que te pregunten si puedes hacer un trabajo, contesta que sí y ponte enseguida a aprender como se hace.
Franklin D. Roosevelt (1882-1945) Político estadounidense.

martes, 26 de enero de 2016

poesía nº 301

Dormida la miro
cuando no la veo
y no me mira.
Dormida la abrazo mientras respira.
Dormida vuelve a mi nombre
y yo a su verbo;
rozo su piel e inconsciente después
gira su espalda hacia mi cuerpo,
yo se la acaricio y no me duermo.
No me duermo.
No me duermo.
La siento tan cerca que pienso
que es mío su latido,
mío su pelo,
mío su suspiro,
mío su deseo.
Después cierro los ojos
por no verla mientras miro,
por no sentirla mía
más de lo que debo,
por buscar el sueño
que me lleve a la mañana
y me encuentre desnudo el pensamiento.
Ella me sonríe, lo sé,
lo noto en su aliento.
Es hermoso pensar
la hermosura que guarda la oscuridad,
a ella la mirada mientras duerme,
y a mí, el rubor oculto de mirarla descansar.