jueves, 17 de abril de 2014

cómo crear humor (1º): Socialización ¿en qué me afecta la sociedad?




SOCIALIZACIÓN



“El humor es la manifestación más elevada de los mecanismos de adaptación del individuo”.
Sigmund Freud

Por lo visto estamos programados para reír. Sí. Como los elevalunas en los actuales coches. Nos  viene de serie. Por lo visto la evolución de la especie humana ha incorporado esta característica en su acervo genético. Está demostrado que en todas las culturas existe la risa. No nos reiremos todos de lo mismo, pero sí nos reímos todos. O mejor dicho, nos queremos reír. De lo cual la persona que sabe y hace reír a los que les rodean está bien valorada. Como decía mi abuela “dame alegrías, que para tristezas ya están todos los demás”.
Sin embargo, la forma de estar, hacer y sentir en esta sociedad no ayuda, en muchas ocasiones, demasiado. Esto es la socialización, fenómeno curioso que en esta vida nos afecta más que a un topo la luz del sol. Definición de socialización: “Proceso por cuyo medio el ser humano aprende e interioriza, en el transcurso de su vida, los elementos socioculturales de su medioambiente, los integra a la estructura de su personalidad, bajo la influencia de experiencias y de agentes sociales significativos, y se adapta así al entorno social en cuyo seno debe vivir”. Típica definición que es capaz de aburrir a un santo y que por larga no se termina de leer, y quizás de entender. Sin embargo, Ortega y Gasset diría “yo y mis circunstancias”. Frase más corta pero igual de enigmática, aunque más filosófica.
Abreviando, cada uno nace como es, y acaba siendo: como es + cómo lo hacen. Pregunta ¿Y nos enseñan a reír? Aparentemente sí, pero la realidad nos demuestra que reírse muchas veces no está bien visto. ¿Por qué? No lo sé exactamente, pero sí que sé que la persona que se ríe mucho parece que no se toma las cosas en serio. Por ejemplo, parece que quien se ríe en el trabajo no es un buen trabajador. Y creo que en la mayoría de los trabajos una cosa y la otra no debieran ser incompatibles.
Por lo tanto, debemos tener en cuenta esta “superestructura” mental que lo cubre todo.  Por eso, a veces reír parece que va contracorriente.
Eso sí, hoy en día cada vez se estila más el que te digan cuándo te puedes reír. Por ejemplo, cuando hay un humorista, se supone que está ahí para eso. O caso paradigmático, cuando en una serie de televisión te ponen esas risas “enlatadas” donde te marcan que es ahí, precisamente, donde debes reírte, porque se supone que justo antes ha habido un chiste. Está bien, porque muchas veces ni yo mismo me he dado cuenta que aquello era una gracia. Porque no me ha hecho gracia, y si no me hace gracia, nadie es quién para decirme que me tengo que reír.
Resumiendo, querido lector, la socialización es eso que ya sabías, o por lo menos intuías (porque has vivido con ella desde el mismo momento en que naciste) pero que quizás ahora seas más consciente de ello. Siempre deberás tener en cuenta esta circunstancia, tanto para ir a favor de la corriente, como para ir en contra, ya que, dependiendo del caso, podrás comportarte tanto de una manera, como de la otra. Y una cosa importante, todos los ambientes tienen un tipo determinado de socialización, de comportamiento, y no te deberías comportar igual en una reunión de banqueros, que de anarquistas. Siempre y cuando quieras causar una buena impresión…
Otro aspecto a tener en cuenta, es que en toda socialización, el actor (en este caso  tú) ya suele tener un rol, un papel, que por decisión propia o por imposición ajena ya posee, que lo categoriza y  califica, y del que difícilmente, en un primer momento podrá salirse.
 Si eres un desconocido en la situación en la que te encuentras en ese momento, serás como una hoja en blanco, es decir, ni bueno ni malo, nada ganado ni nada perdido, todo por escribir. Personalmente, creo que eso es una oportunidad, porque no estarás condicionado por nada.
Si ya tienes un rol adquirido, deberás ver si te gusta o no, si quieres cambiarlo o dejarlo como está. Y de qué manera. Digo esto porque hay mucha gente que no se encuentra cómoda con la imagen que los demás tienen de él/ella, y quieren cambiarla. En el aspecto del humor, esto también pasa más a menudo de lo que pueda parecer. Para este grupo de personas, espero que este manual-guía les sea de utilidad.

poesia 124


Un día lleva a otro fin,
Todos fines en mi vida,
Solo fines, mientras llega
El último apuro la vida.
Unos beben, otros cantan,
Otros solo se emborrachan.
Nadie busca. Nadie encuentra.
Todos de fines se emborrachan.
La última no muere nunca;
Solo morir sabe el fin
Y al final triste y finito
Solo una muerte sinfín.
¿Tanto exijo a mi vida?
¿Tanto si solo es morir?
Solo sé que al final muero
Sin saber lo que es vivir.

chistes (55)



Dos amigos:
- ¿Viste el apagón de anoche?
Y el otro le contesta:
- ¡Qué va! En mi casa se fue la luz.

Es un hombre que entra en una perfumería, se dirige al mostrador y le dice a la señorita que atiende:
- Oiga, querría un champú.
Amablemente la señorita le pregunta:
- ¿Para qué lo querría señor?, ¿para cabellos secos o para cabellos grasos?
A lo que el señor responde:
- ¿No lo tendría para cabellos sucios?

Un burro y un zorro que van corriendo los dos en la dirección opuesta .Entran en un bosque se encuentran en una curva y...BOOOMM! se chocan. Y le dice el zorro al burro:
I`m sorry…
 Y que le contesta el burro:
I`m burring…

el espíritu de los tiempos (18º)



Con cariño, Xania. Cogí la escayola y lo volví a leer. Con cariño, Xania. Dejé la escayola sobre el banco de color verde y miré a Isaac antes de sentarme a la mesa.
            - Lo tenías que haber visto - decía Serban gesticulando con las manos en un tono casi de exclamación - se cae en un escalón y se le rompe la escayola por la mitad, como lo oyes, y lo más curioso de todo es que milagrosamente no se hizo nada en la pierna.
            - Tuvimos que ir al hospital a que le pusieran otra nueva. Nos tenías que haber visto, nosotros tres borrachos en la sala de espera y él dentro con los de urgencias todavía más borracho.
            Y los dos se reían. Bormano intentaba esbozar una sonrisa con su escayola nueva, mientras, Isaac hacía  una mueca antes de introducirse la cuchara llena de sopa en la boca en ademán de sonreír, mirándome y observando cómo bajaba la vista sobre mi plato. Dentro de mi cabeza alguien había formado un grupo con maracas, el malestar de la resaca que pensaba no tendría me alejaba de hacer cualquier gesto innecesario, ni siquiera levanté la cabeza para mirar a Yerkari y sonreírle el comentario.
            - Fue poco después de irte, al salir de aquel sitio, acuérdate, había dos escalones, pone mal la muleta y se cae delante nuestro como quien se tira a la cama. Lo tenías que haber visto.
            Serban y Yerkari siguieron contando el suceso de la noche anterior; era el día de Navidad y solo quería olvidarme de la maldita resaca que me taladraba la cabeza y de lo sucedido en la casa de María, como la virgen, había dicho. La sopa se acabó y después continuó todo lo demás, la langosta, la tarta, el café que me recordaba a María desnuda. Decidí hacerme un porro y sin darme cuenta me fumé dos más. Me levanté y les dije que me iba a dormir un poco más. La escayola seguía en el mismo sitio. Con cariño, Xania. Escrito en negro.
            -¿Qué vas a hacer con la escayola? - le pregunté a Bormano.
            - Guardarla de recuerdo.
            Cerré la puerta y me dirigí a mi cama, me metí dentro de ella y me apreté contra las sábanas. Podía recordar perfectamente todo lo sucedido, cómo me había mirado y cómo me había hablado, la invitación al café, la tela azul sobre el suelo, sus tetas, sus labios, su cuerpo entero y la cara de Xania  llena de amargura. Decidí no decirle nada, no hacerle daño después de habérselo hecho. Ojos que no ven  corazón que no siente, que las palabras puede no llevárselas el viento y los recuerdos en mi cabeza no le pueden herir a nadie más que a mí. Intenté dormir sin éxito, y cuando parecía que iba a lograrlo la puerta se abrió y por ella apareció Isaac, que también iba a dormir. Caminó sigilosamente hasta su cama y antes de acostarse me miró, cruzándose nuestra mirada.
            - ¿Dónde te metiste ayer? Dijiste que venías para casa - preguntó.
            Le observé callado, intentando ganar tiempo para coordinar una respuesta coherente y convincente. Recordaba que al llegar a casa, ya de día, Isaac se había girado en la cama al cerrar la puerta de la habitación y me había mirado callado, por un momento, para luego cerrar los ojos y volver a dormirse.
            - Me encontré con un par de tipos y me fui con ellos a tomar la última copa. Por eso llegué más tarde.
            Respuesta correcta. Isaac se metió en la cama y se olvidó de mí. Abracé la alhomada concentrándome en encontrar pronto el sueño. Pero el sueño parecía no querer venir nunca y alejarme por un tiempo de mi conciencia. Xania, ¿dónde estarías ahora, tan lejos en este momento? Me callaría, eso era algo indudable, no podía permitirme el lujo de perderla, la quería demasiado. Entonces ¿ por qué había sido infiel? Quizás no lo era, siempre le había querido solamente a ella y mi acto solamente era un prejuicio cultural, o tal vez ya lo era hace mucho tiempo, desde que vi aquel cuerpo desnudo detrás de la ventana deseándolo; sabía de sobra qué podría pasar cuando decidí subir a su casa, si no por qué había subido, ni yo mismo me creía que solo quería tomar café con ella, hay miradas que no saben mentir por más que lo pretendan. ¿Dónde había dejado el respeto que le tenía? ¿Y qué era el respeto? Delante mío seguía viendo el cuerpo de aquella mujer, moviéndose para mí,, sobre mí, inclinado sobre la taza de café con el escote sobre mi cara, deseoso de ser tocado, y yo, pobre mortal que no soy de piedra; no era mi culpa. La resaca se había ido por el efecto de los porros, ya no me dolía la cabeza, simplemente no la sentía. Di un par de vueltas en la cama y me abracé más fuerte a la almohada, cuánto se puede abrazar a la almohada, pensé, nunca se queja, nunca protesta, solamente permanece fría.
            Me levanté y me fui al salón, había pasado una hora y no había conseguido dormir. Seguía sin sentir la cabeza, me senté en el sofá y miré a la pantalla encendida. La mesa estaba recogida, Serban y Yerkari no estaban pero Bormano permanecía a mi lado. Le brillaba la escayola nueva, blanca inmaculada, todavía no tenía nada escrito, ni ese color de suciedad que impregnaba a la anterior. Por la pantalla aparecía la misma película de Navidad que el año pasado, de todos los años. Bormano no tenía buena cara, todavía llevaba impresas en la cara las secuelas de la juerga de la noche pasada. Pese a la caída había tenido suerte, por lo visto la pierna había permanecido indemne al accidente. Como ninguno de los dos teníamos mucha intención de hablar nos limitamos a cruzar unas pocas palabras mientras nuestras miradas se dirigían al niño que volvía a recuperar a su padre perdido. Su casa, que por lo general solía estar bastante bulliciosa, no emitía más sonido que el proveniente de la televisión. Miré a la ventana y pude observar la ventana desde donde unas horas antes había estado mirando la misma calle que ahora veía desde esta otra parte. Las cortinas estaban abiertas y me introduje con la mirada y el recuerdo en esa habitación que ahora conocía tan bien, donde estaba el sofá del delito y la mesita de la taza de café, la alfombra oscura y la lengua de María.
            - ¿Te distes cuenta cómo nos miraba ayer?
            - ¿Qué? - le dije a Bormano.
            - Si te distes cuenta cómo nos miraba ayer la vecina en el aquel sitio donde estuvimos al principio.
            Por lo visto yo no era el único que se había dado cuenta, Bormano también había notado aquella mirada tan persistente que nos había dirigido.
            - ¿Qué vecina?
            - La de enfrente, la que se desnuda delante nuestro, ahí, en la ventana. Recuerdo que estaba bailando y que varias veces me miró la pierna.
            - No. No la recuerdo ahora mismo.
            - Pues tenías que haberla visto. Cómo bailaba la muy zorra, se movía como una serpiente. Cómo me gustaría follármela un día de estos, joder tío, cómo se movía. ¿Cuántas personas conoces que se desnuden delante de la ventana? Y lo buena que está, por eso lo hace, para excitar a los demás.
            Como si fuese una charla a tres, tras la ventana apareció María medio desnuda para observar el cielo que empezaba a oscurecer, miró hacia nosotros y sonrió. Luego se marchó.
            - ¿Qué te decía? Me pone cardiaco, un día de estos va a saber lo que es un hombre de verdad.
            Bormano no solía ser tan explícito en este tipo de observaciones.
            -¿Y Leslia? - Tanteé.
            Me miró calladamente. Se tomó unos momentos de reflexión y después volvió a mirar hacia la ventana del edificio de enfrente.
            - Sí, es cierto, Leslia. Si me lo permitiese la conciencia ya lo hubiese hecho hace tiempo. Siempre me pasa lo mismo, digo mucho y nunca hago nada, pero es que esa zorra ya me insinuó algo una vez. De todas formas no merece la pena perder el tiempo con alguien que se ha tirado a media ciudad, prefiero tener la conciencia tranquila.
            - Te entiendo perfectamente.
            Volvimos a la pantalla y al silencio roto por los anuncios de champan, por los turrones, las colonias, las migas que aún permanecían en el suelo, las películas blancas, las colonias, los turrones, los coches, coca-cola y los niños cantores de Viena. Después el padre abrazaba al hijo reencontrado.



            Isaac me dijo que le llevase a la chatarrería; no me explicó muy bien el motivo. Debajo del brazo llevaba una carpeta azul con tapas de cartón; apenas quedaban un par de días para acabar el año, dejamos a Bormano con la escayola sobre una silla y nos marchamos a la chatarrería. Ésta seguía parecida a la última vez que la había visto, tres semanas antes, y desde entonces parecía que no había habido mucho movimiento. Llegamos y nos bajamos delante de la casa, Isaac buscó algo de madera y un poco de cartón y lo roció con gasolina, después le prendió fuego. Era uno de esos días de Diciembre donde el cielo permanece azul y el viento calmado, Isaac abrió la carpeta y comenzó a tirar los papeles de uno en uno, mirándolos por encima, al fuego, los ojeaba y los tiraba, viendo cómo se quemaban en un instante. Podía distinguir claramente cómo aquellos papeles que Isaac estaba quemando eran los mismos que en tantas noches había escrito y que alguna vez me había dejado leer; ahora los dejaba caer a la hoguera sin el más mínimo gesto de tristeza, solo los veía quemarse y desaparecer.
            - ¿Qué haces? - le pregunté con extrañeza.
            - Quemarlos ¿no lo ves? - respondió con calma mientras seguía tirando las hojas lentamente.
            - ¿Y para esto me has hecho venir hasta aquí?
            - ¿No querrías que hubiese hecho una hoguera en casa?
            - No, no me refiero a eso, - le objeté - lo que digo es que si lo que querías era deshacerte de ellos podrías haberlos tirado a la basura.
            - No, quería quemarlo, hacerlo desaparecer completamente.
            Teníamos tiempo. Habíamos dicho que iríamos a comer y todavía quedaban un par de horas aproximadamente. Mientras, observaba cómo las cenizas se iban acumulando.
            - ¿Y para qué las querías quemar? - le volví a preguntar.
            - Porque ya lo he terminado.
            - ¿El qué?
            - Esto. ¿No lo ves? lo que estoy quemando.
            - ¿Y que era?
            - Algo parecido a una novela, no sabría muy bien cómo definirlo.
            - ¿Y por qué lo quieres quemar?
            - Ya te lo he dicho, porque ya la había terminado.
            - Es que no entiendo por qué quieres tirar algo que te ha costado tanto hacer. Pensaba que te lo quedarías.
            En la carpeta azul cada vez le quedaban menos hojas, realmente ya le quedaban muy pocas, casi ninguna.
            - ¿Te acuerdas de lo que te dije un día acerca de las hojas vacías y las hojas llenas? Una vez que ya está escrita no la quiero para nada. Por lo menos en un cuadro se podría volver a pintar encima. Además, no me acababa de convencer.
            Y dicho esto terminó de tirar la última hoja. Miró por un momento la carpeta y también la tiró a la pequeña hoguera que empezaba a flaquear.
            - Ya nos podemos marchar.
            Nos dirigimos hacia el coche, nos montamos, arranqué y nos marchamos para casa; todavía se veían los últimos alientos de la hoguera.
            - ¿Por qué has tirado la carpeta? Te podría haber servido para algo.
            - Había puesto el título en la cubierta - respondió sacando el mechero plateado del bolsillo y encendiendo el cigarrillo que se acababa de colocar en la boca.

citas celebres (78)


¿Cuál es el primer deber del hombre? La respuesta es muy breve: ser uno mismo.
Henrik Johan Ibsen (1828-1906) Dramaturgo noruego.

La victoria y el fracaso son dos impostores, y hay que recibirlos con idéntica serenidad y con saludable punto de desdén.
Rudyard Kipling (1865-1936) Novelista británico.

El destino mezcla las cartas, y nosotros las jugamos.
Arthur Schopenhauer (1788-1860) Filósofo alemán.

Cuando todos te abandonan, Dios se queda contigo.
Mahatma Gandhi (1869-1948) Político y pensador indio.

Duda que sean fuego las estrellas, duda que el sol se mueva, duda que la verdad sea mentira, pero no dudes jamás de que te amo.
William Shakespeare (1564-1616) Escritor británico.

miércoles, 16 de abril de 2014

poesia 302


¿Quién sos vos, Analía, quién sos vos?
¿Una llamada perdida en mi noche
Inconfesable su voz por tu reproche,
En esta vida que me parte en dos?
No. Sos vos, la mujer que busca su mirada
Sincera en el espejo de su habitación,
Observando con temor la pasión
Soterrada de su alma desbordada.
Analía, flor de esta primavera
Naciendo a la vera de la mañana.
¿Amas tú también la vida verdadera?
Lentamente percibo la brisa.
Ignota. Ígnea. Abriendo la ventana
Al perfume que me trae tu sonrisa.